Las segundas partes no son buenas…

13 de Septiembre 2021 Columnas

Una de las causas que promovió la existencia de los Talibanes se relaciona al uso que se le dio como fuerza de choque en plena Guerra Fría. Sin embargo, nuestro conocimiento de los mismos se profundizó a partir de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. Junto a ellos fueron recurrentes los nombres de Osama Bin Laden y al Qaeda, junto al uso y abuso de un concepto tan poliédrico como complejo, el Yihad. Este último mal e incompletamente traducido como “Guerra Santa”, cuestión simplifica del todo las dimensiones que reviste dejándolo en su expresión más unidimensional.

Por aquella época, el conocimiento del público general en relación a ellos era poco, casi nulo. Un mundo extraño y desconocido, más aún para estas lejanas tierras. Hoy, por el contrario, sabemos mucho más, porque conocemos las consecuencias que su régimen tuvo para la población afgana, especialmente mujeres y niños.

Los Talibanes – concepto que es un préstamo del árabe ṭālib que significa estudiante- son un movimiento que intenta establecer la existencia, fundamentalmente por medio de la coacción, de un estado musulmán rigorista en donde se impone la Sharia como centro de la vida, de manera literal. Pero con una literalidad antojadiza. Donde los preceptos fundamentales del Corán son trastocado y analizados arbitrariamente; donde se desconoce el esfuerzo de innovación en la ley, pero también siglos de interpretación y aplicación práctica del derecho trastocando principios fundamentales del Derecho Islámico el cual, evidentemente, consagra una serie de cuestiones que aquí se pasan por alto. Todo lo anterior, gestionado y fomentado por medio de un hábil sistema de propaganda y reclutamiento que emplea las RR.SS. de manera efectista y efectiva. Así, aprovechan el descontento de comunidades que se sienten marginadas por diversos momentos, pero en donde, además, las condiciones de aprendizaje y conocimiento del ductus de la fe, no es el mejor. De esta manera hacen suyo un discurso unívoco que fomenta la relación entre el islam y la violencia…o sea, una acción totalmente contraproducente, incluso, a los intereses que los mueven. En el fondo, la más burda de las manipulaciones conceptuales y doctrinales, mezclando tantos niveles distintos desde el discurso a la práctica.

Las segundas partes nunca son buenas y en esta nueva asonada de los Talibanes escucharemos partes de un libreto ya conocido. Violencia sostenida contra mujeres y niños, pero también sometimiento de aquellos hombres que se nieguen a seguir las órdenes. Anulación de la presencia de la mujer en todas las instancias de la vida pública encerradas en el burca, signo externo de represión interna. Nada dice el Corán sobre estos usos, nada…un discurso vacuo cubierto de falsa legitimidad. Esperemos en esta segunda parte -y final, esperemos- la comunidad internacional vaya más allá del slogan de una guerra contra el terrorismo y vele por la libertad de un país cuyo régimen de facto no representa a la mayoría de los musulmanes del mundo.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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