Las palabras mutan

6 de Febrero 2017 Columnas Noticias

Es sabido que las palabras tienen vida propia. Mutan de acuerdo a sus usos. Los conceptos políticos no escapan a este patrón. La gente los utiliza de forma más o menos libre. “Fascismo” es un ejemplo. Aunque tiene contornos imprecisos, es posible describir los principios centrales de la teoría política fascista. Sin embargo se ha convertido en lugar común referirse a cualquier persona de derecha como tal.

La expresión facho es un término peyorativo que se reparte con facilidad en las conversaciones. A estas alturas resulta iluso pedir que el concepto se reserve para ilustrar una ideología. Pero corresponde exigir cierta consistencia en su aplicación.

Lo que está ocurriendo en Estados Unidos nos proporciona una buena excusa para revisar el asunto. En las últimas semanas, comentaristas internacionales han dejado de referirse a Donald Trump como populista y han comenzado a preguntarse seriamente si acaso no exhibe rasgos propiamente fascistas. ¿Cuáles serían estos rasgos? La apelación a la idea superior de nación y al designio histórico de un pueblo, la exaltación del enemigo externo y la noción de permanente lucha, la discriminación sistemática del otro – usualmente minorías-, el desdén reiterado por los hechos y la razón científica, la poca tolerancia a la disidencia interna y prensa libre, la convicción de que se puede gobernar mejor en forma vertical sin necesidad de espacios de deliberación democrática, etcétera. Trump los colecciona todos.

No pareciera, en todo caso, que sean rasgos exclusivos de la derecha. A lo largo de la trayectoria del chavismo en el poder, los venezolanos han sido testigos de muchas de estas prácticas. No hay contradicción necesaria, entonces, entre fascismo y socialismo. Facho podría ser, de acuerdo a esta descripción, cualquier persona que manifieste una tendencia clara en la dirección señalada.

De hecho, los teóricos políticos todavía discuten si el fascismo es realmente una filosofía del poder, un pasaje histórico, o un conjunto de prácticas y actitudes. Si es lo primero, fascismo es un modelo alternativo a la democracia liberal que se fundamenta en la idea de unidad nacional y la eliminación de conflicto político a través de una jerarquía natural que conduce el gobierno. Si es lo segundo, solo se puede hablar de fascismo en conexión a los casos empíricos del siglo XX, particularmente en Europa. Si es lo tercero, entonces facho es un mote procedimental y no necesariamente sustantivo. Lo que hemos visto de Trump hasta ahora lo acerca peligrosamente a esa etiqueta.

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