Las izquierdas y el ethos de la democracia

25 de Octubre 2019 Columnas

Años atrás —a comienzos del gobierno de Ricardo Lagos— un amigo de izquierda me advertía: “si algún día la derecha gana no la vamos a dejar gobernar”. En esa época, quienes pensaban como él seguramente eran pocos. O al menos eran pocos aquellos que se habrían atrevido a sostener algo así. Sin embargo, es obvio que, con el correr del tiempo, esta opinión cundió entre la izquierda. Muy probablemente hoy es mayoritaria.

La oposición del grueso de la izquierda a los gobiernos de derecha había sido dura e intransigente. La de ahora bordea la insurrección. Desde prácticamente el inicio de las protestas, algunos de sus dirigentes comenzaron a pedir la renuncia del Presidente Piñera. Luego se sumaron otros y ya, a estas alturas, es obvio que esa izquierda no desaprovechará esta oportunidad (ni ninguna otra) para aumentar la presión sobre el gobierno, hacerlo caer y, cuando pueda, convocar una asamblea constituyente.

Todo esto es gravísimo. Y lo es —hay que ser muy explícito, porque entre esa “nueva izquierda” del FA y el PC no abunda la buena fe hermenéutica— no porque les parezca injusto el modelo y quieran cambiarlo. La disconformidad con el modelo y los proyectos reformistas y progresistas son legítimos, obviamente, del mismo modo que lo son los continuistas. La situación es grave porque parece claro que entre el grueso de la izquierda ha cundido la idea, primero, de que sólo ellos tienen legitimidad para gobernar y, segundo, de que es legítimo prescindir de las normas que impone el Estado de derecho para llegar al poder.

Uno puede suponer en qué descansa esa convicción: en que el gobierno sacó los militares a la calle, en que el sistema se impuso en dictadura, en que la democracia representativa es una farsa, y un largo etcétera. Sería muy largo referirse a todas esas eventuales razones

En cualquier caso, todas ellas tropiezan con un hecho indesmentible: Piñera es Presidente y la derecha está en el gobierno porque ganó las últimas elecciones. Es decir, el candidato de la continuidad del modelo y su coalición vencieron al proyecto de la izquierda. Sin embargo, la izquierda capitaneada por el FA y el PC parece estar decidida ahora a prescindir de este hecho. Pareciera que les da igual que Piñera haya ganado las elecciones, porque mucha gente ha salido a protestar. Por lo visto, suponen que con eso basta y que es una estupidez y una eternidad esperar dos años a la próxima elección (¿no es ése y no la calle el mecanismo de consulta de la voluntad popular?).

Esta arremetida del FA y el PC fracasará. Espero que lo haga, por el futuro del país y de la misma izquierda. Espero, asimismo, que la izquierda del PS, PPD y demás partidos de la Concertación —aquella que recuperó la democracia y enfrentó a una verdadera dictadura y no a un Presidente constitucional— despierte de una vez y se desmarque sin complejos de la radicalización del resto de su sector.

Quienes celebran esta arremetida de una parte del PS, el FA y el PC deberían tener en cuenta que ningún sistema democrático puede subsistir si uno no está dispuesto a reconocer la legitimidad y la racionalidad de su adversario político. La democracia, probablemente más que ningún otro sistema, requiere de la concordia y la amistad cívica. El fanatismo, por el contrario, es incompatible con ella. En vista de nuestra historia reciente, no deberíamos perder de vista ese hecho.

Publicado en Diario Financiero.

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