Las elecciones en Venezuela y la postura del Partido Comunista han suscitado preocupación sobre la unidad del oficialismo. Senadores PS y PPD han expresado su desacuerdo con la posición del PC, manifestando que no desean formar coalición con quienes apoyan las acciones de Maduro. Por su parte, Lautaro Carmona ha defendido la autonomía; “cada partido define su pertenencia y no hay un partido ni una persona encargada de los otros”, señaló.
Esta declaración plantea la cuestión de si es viable una coalición con diferencias tan significativas en cuestiones fundamentales o si, por el contrario, el pragmatismo y la conveniencia, aconsejan apretar los dientes y hacer de tripas corazón.
Vamos por parte.
Primero. En este caso, cualquier enfoque que no incluya una condena firme corre el riesgo de ser interpretado como un respaldo implícito al régimen. Un apoyo a la legitimidad y credibilidad de Maduro. La situación de Venezuela exige una respuesta férrea. Los eufemismos, que minimizan o disfrazan, con su ambigüedad, la radicalidad de los hechos, solo perpetúan la crisis y avalan el autoritarismo.
Segundo. La violación de los derechos humanos en Venezuela está teniendo lugar en este preciso momento. No se trata de hechos pasados, ni de una visión historia. Apoyar al régimen de Maduro es validar actos de lesa humanidad y una despiadada persecución y represión política. Distinto es ofrecer condiciones que hagan viable la salida de Maduro y su cúpula del poder, facilitando una transición que aspire a restablecer, plenamente, la democracia.
Tercero. Maduro ha puesto en jaque el sistema democrático venezolano, con graves implicancias tanto para el país como para la región (migración incluida). Su continuidad es la caja de resonancia de un mensaje peligroso para cualquier líder con inclinaciones autoritarias: que es posible mantener el poder mediante el fraude, la manipulación vil y la represión.
Cuarto. El PC ha reconocido que su identidad es “conocida por todos. Si alguien no está al día, eso tiene relación con el 4 de junio del año 12. El siglo pasado. Llevamos más de 100 años. Y esa es nuestra identidad”. A confesión de parte, relevo de prueba. El PC no tiene ni vocación ni credenciales democráticas y entiende la historia como una lucha violenta en la que revolución y democracia no casan por ninguna parte. La verdadera anomalía histórica es el juego ingenuo de creer que en Chile podía ser distinto. Esa “identidad” está marcada por la represión y la violencia de gobiernos totalitarios, sofocantes de las libertades individuales y que condujo a estrepitosos fracasos económicos y sociales. En el doloroso ejemplo Venezolano: casi ocho millones de refugiados. Salario mínimo de 3,5 dólares mensuales. Indigencia de 52% y pobreza de 81,5%. Caída del PIB de 70%.
En fin, no se trata de un rasgado de vestiduras ni de exigir un examen de conciencia democrático para excluir a los que no pasen la prueba, como sostuvo Eugenio Tironi, se trata de hacerse responsable de las consecuencias de las decisiones propias, porque en una situación como el silencio, la trivialización o tapar el sol con un dedo son actos indefectiblemente destructivos.
Publicada en La Tercera.