La trampa de no entendernos

14 de Enero 2019 Columnas

El llamado del ex Presidente Lagos a “hacer un esfuerzo por entendernos”, “establecer principios, tener una mirada común” y generar “un gran consenso para acordar el tipo de país que queremos” ha sido noticia. Lo es porque cae en un clima de creciente polarización de nuestra discusión pública. Lo cierto es que los grandes acuerdos, aunque algunos los vean con desdén, es lo que nos ha permitido progresar en democracia como nunca en nuestra historia en los más diversos planos. Debiera ser también la fórmula para ambicionar una agenda reformista ambiciosa para los próximos 30 años.

Chile ha transitado aceleradamente desde ser un país pobre a uno de ingreso medio alto, multiplicando por cinco su un ingreso per cápita desde 1990. Según Pritchett y Werker (2012) de Harvard, post segunda guerra mundial hay tan solo 10 países que cumplen con; i) haber tenido un prolongado periodo de alto y sostenido crecimiento; ii) ser democracias y iii) tener baja corrupción y alta calidad de sus políticas públicas. Entre ellos está Chile.

Este progreso se refleja en múltiples indicadores. Entre otros, una pobreza que cae desde 40% a 8,6% o un aumento de la esperanza de vida de 7 años y situándola en niveles de países desarrollados. La distribución del ingreso también ha tenido una mejora significativa con una baja del Gini desde 0,57 a 0,48 (tasa aun alta, pero históricamente baja), mientras que la participación laboral femenina subió desde 30% a casi 50%. En educación, la cobertura secundaria crece desde 78% a casi 100% y, a nivel superior, desde 20% a 60%. Nada de esto es poco.

Pero esta senda de progreso no está asegurada. Son muchos los países que transitaban hacia el desarrollo pero que no lograron sortear la llamada trampa del ingreso medio. Entre otras razones, como señala Foxley (2012), debido a la tentación de caer en lógicas refundacionales. No se trata de renunciar a una agenda reformista de cara a nuevos y complejos desafíos. De hecho, la autocomplacencia e inmovilismo producto del éxito pasado es otra receta para el fracaso. De lo que se trata es de privilegiar una aproximación ambiciosa, pero gradualista, que construya y enmiende sobre lo obrado. El enfoque gradualista, que se erige en condición de posibilidad para superar la trampa, es uno de acuerdos como a los que apela el ex Presidente Lagos.

Por eso cabe celebrar también los cinco acuerdos nacionales promovidos por el Presidente Piñera. Tuve el privilegio de participar en una de estas iniciativas: la Comisión Presidencial para el Desarrollo Integral que convocó a académicos, dirigentes sindicales y empresariales, autoridades de gobierno, ex ministros y ex presidentes del Banco Central, de distintas sensibilidades políticas. Es cierto que nuestras visiones difirieron en más de una ocasión sobre los medios. Pero también que fuimos capaces de pensar a largo plazo y consensuar miradas y propuestas sustantivas para un desarrollo integral más allá del necesario crecimiento económico.

Esfuerzos como este no son un punto de llegada. Son un indispensable punto de partida para ampliar la discusión, allegar nuevos actores y mostrar que, conversando de buena fe, podemos encontrar más acuerdos de los que sospechamos para pensar el Chile de los próximos 30 años.

Publicada en La Tercera.

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