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La mala pata de Eyzaguirre

Eyzaguirre es un economista con alma de político. Y si bien ello es legítimo, ahí radica su problema.
Francisco José Covarrubias

Francisco José Covarrubias

Master of Arts en Economía
Rector Universidad Adolfo Ibáñez
  • Master of Arts en Economía, Universidad de Navarra, España, 2004.
  • Magíster en Ciencia Política, Pontificia Universidad Católica de Chile.
  • Ingeniero Comercial, Pontificia Universidad Católica de Chile.

Entre 2014 y 2024 fue Decano de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez. Entre 2010 y 2014 fue Decano de Pregrado. Anteriormente, fue director del Diario Financiero.

Desde 2024 es Rector de la Universidad Adolfo Ibáñez.

Nicolás Eyzaguirre está próximo a partir a los cuarteles de invierno. El hombre fuerte de Bachelet, el consiglieri , uno de los pocos ministros que estuvieron los cuatro años, está próximo a salir del ruedo. Al menos por un tiempo. Su partida, como ya ha sido una constante en él, no ha sido silenciosa. Su aguda lengua, que tantas malas pasadas le ha jugado, ha estado muy activa. Así, esta semana se despachó la siguiente frase: "Me hubiera gustado estar un año más, porque así podríamos haber demostrado fehacientemente que el tema del crecimiento económico no tenía que ver con las reformas, sino que con el ciclo". Como si la desinhibición no hubiera sido suficiente, en otro medio señaló: "Aunque les pese, este gobierno acercó a Chile a ser un país desarrollado". De esta forma, Eyzaguirre volvió a levantar la tesis de la "mala pata" en el precio del cobre, como causa de todos los problemas. Es curioso. Eyzaguirre es un buen economista. Fue un buen ministro de Hacienda de Lagos. Y no necesitaba haber terminado el doctorado en Harvard para saber el peso que tienen las expectativas en la economía. Algo de lo que hace 300 años se dieron cuenta autores como Smith o Cantillon. Eyzaguirre sabe que -si bien el ciclo influyó en el desempeño de este gobierno- las expectativas jugaron un rol central. Y que este Gobierno, especialmente en su instalación, las golpeó y las castigó. Entonces, las frases de Eyzaguirre no hay que leerlas en clave económica, sino que en clave política. Y en política -como ya sabían los sofistas- la evidencia importa poco, lo importante es que te crean. Ahí está la clave: Eyzaguirre es un economista con alma de político. Y si bien ello es legítimo, ahí radica su problema. Quiso ser el sucesor de Bachelet I, aunque dicen que se desalentó después de que en una tarde de marzo de 2007 en la Plaza Italia una turba de gente lo encaró por su rol en el Transantiago. Después del episodio, Eyzaguirre se fue a practicar yoga para relajarse y ahí habría decidido abandonar su aspiración presidencial para 2009, pese a que muchos lo impulsaban. Pero la naturaleza es más fuerte. Y cuando este gobierno ya estaba elegido, Eyzaguirre volvió a ver la banda presidencial en sus sueños. Por esa razón movió sus piezas. Una sorpresiva columna sobre educación en este mismo diario entregó la señal clave: Eyzaguirre estaba dispuesto a hacerse cargo del tema central que catapultó a Bachelet. Por primera vez parecía haber consenso en un grupo amplio de la población. No más lucro, no más discriminación, educación gratuita y de calidad. Conducir eso no parecía tan difícil, porque era marchar junto a los movimientos sociales. Y si lo lograba quedaba muy bien posicionado. Pero la realidad suele ser más compleja, más injusta o más difícil. Para peor, ahí volvió a aparecer la incontinencia verbal, la misma que habló de la "gordi" en 2005. La misma que anda diciendo que Chile hoy está más desarrollado. Primero vino el episodio de los patines. Luego el de los padres arribistas que ponen a sus hijos en colegios con nombres en inglés o que pagan por tener compañeros de un color de pelo un poquito más claro. Así, junto con el desplome del consenso sobre qué hacer en Educación volvió a caer la aspiración presidencial de Eyzaguirre, reinventándose en la Segpres primero y en Hacienda después. Muchos dirán que este Gobierno habría sido más malo si no hubiera estado Eyzaguirre. Ello es cierto. Pero no exonera a Eyzaguirre ni exculpa al Gobierno. Es la misma trampa de decir que fue mejor el gobierno de Pinochet con Jaime Guzmán que sin él. Probablemente es verdad, pero no exonera ni a Guzmán ni exculpa a la dictadura. Hoy Eyzaguirre está tratando de dejar instalada la tesis de la mala pata. Pero él sabe que no es así. Mal que mal él no era uno de los muchos alumnos idiotas de su colegio cuico, como le señaló a un grupo de jóvenes PPD. Lo que está detrás es, consciente o inconscientemente, una tercera intentona y final por llegar a La Moneda. Ante la total ausencia de liderazgos en la Nueva Mayoría, no sería raro que Bachelet empiece a aparecer en las encuestas. Dependerá mucho de cómo le vaya a Piñera, pero si la mala memoria del chileno termina pidiendo nuevamente a Bachelet, y ella no estuviera disponible, estará Eyzaguirre, como el fiel expositor de ese "legado". En ese momento la "mala pata" personal -al fin- se habrá transformado en buena suerte. Por lo que todavía hay esperanzas. Claro que hay que recordarle a Eyzaguirre-un hombre al que el teatro no le es ajeno- aquella frase de la "Pérgola de las flores": "¡Tatecallá, Ramona, que no hay peor loca que la boca!". Publicado en El Mercurio.

La mala pata de Eyzaguirre

Eyzaguirre es un economista con alma de político. Y si bien ello es legítimo, ahí radica su problema.

Nicolás Eyzaguirre está próximo a partir a los cuarteles de invierno. El hombre fuerte de Bachelet, el consiglieri , uno de los pocos ministros que estuvieron los cuatro años, está próximo a salir del ruedo. Al menos por un tiempo. Su partida, como ya ha sido una constante en él, no ha sido silenciosa. Su aguda lengua, que tantas malas pasadas le ha jugado, ha estado muy activa. Así, esta semana se despachó la siguiente frase: "Me hubiera gustado estar un año más, porque así podríamos haber demostrado fehacientemente que el tema del crecimiento económico no tenía que ver con las reformas, sino que con el ciclo". Como si la desinhibición no hubiera sido suficiente, en otro medio señaló: "Aunque les pese, este gobierno acercó a Chile a ser un país desarrollado". De esta forma, Eyzaguirre volvió a levantar la tesis de la "mala pata" en el precio del cobre, como causa de todos los problemas. Es curioso. Eyzaguirre es un buen economista. Fue un buen ministro de Hacienda de Lagos. Y no necesitaba haber terminado el doctorado en Harvard para saber el peso que tienen las expectativas en la economía. Algo de lo que hace 300 años se dieron cuenta autores como Smith o Cantillon. Eyzaguirre sabe que -si bien el ciclo influyó en el desempeño de este gobierno- las expectativas jugaron un rol central. Y que este Gobierno, especialmente en su instalación, las golpeó y las castigó. Entonces, las frases de Eyzaguirre no hay que leerlas en clave económica, sino que en clave política. Y en política -como ya sabían los sofistas- la evidencia importa poco, lo importante es que te crean. Ahí está la clave: Eyzaguirre es un economista con alma de político. Y si bien ello es legítimo, ahí radica su problema. Quiso ser el sucesor de Bachelet I, aunque dicen que se desalentó después de que en una tarde de marzo de 2007 en la Plaza Italia una turba de gente lo encaró por su rol en el Transantiago. Después del episodio, Eyzaguirre se fue a practicar yoga para relajarse y ahí habría decidido abandonar su aspiración presidencial para 2009, pese a que muchos lo impulsaban. Pero la naturaleza es más fuerte. Y cuando este gobierno ya estaba elegido, Eyzaguirre volvió a ver la banda presidencial en sus sueños. Por esa razón movió sus piezas. Una sorpresiva columna sobre educación en este mismo diario entregó la señal clave: Eyzaguirre estaba dispuesto a hacerse cargo del tema central que catapultó a Bachelet. Por primera vez parecía haber consenso en un grupo amplio de la población. No más lucro, no más discriminación, educación gratuita y de calidad. Conducir eso no parecía tan difícil, porque era marchar junto a los movimientos sociales. Y si lo lograba quedaba muy bien posicionado. Pero la realidad suele ser más compleja, más injusta o más difícil. Para peor, ahí volvió a aparecer la incontinencia verbal, la misma que habló de la "gordi" en 2005. La misma que anda diciendo que Chile hoy está más desarrollado. Primero vino el episodio de los patines. Luego el de los padres arribistas que ponen a sus hijos en colegios con nombres en inglés o que pagan por tener compañeros de un color de pelo un poquito más claro. Así, junto con el desplome del consenso sobre qué hacer en Educación volvió a caer la aspiración presidencial de Eyzaguirre, reinventándose en la Segpres primero y en Hacienda después. Muchos dirán que este Gobierno habría sido más malo si no hubiera estado Eyzaguirre. Ello es cierto. Pero no exonera a Eyzaguirre ni exculpa al Gobierno. Es la misma trampa de decir que fue mejor el gobierno de Pinochet con Jaime Guzmán que sin él. Probablemente es verdad, pero no exonera ni a Guzmán ni exculpa a la dictadura. Hoy Eyzaguirre está tratando de dejar instalada la tesis de la mala pata. Pero él sabe que no es así. Mal que mal él no era uno de los muchos alumnos idiotas de su colegio cuico, como le señaló a un grupo de jóvenes PPD. Lo que está detrás es, consciente o inconscientemente, una tercera intentona y final por llegar a La Moneda. Ante la total ausencia de liderazgos en la Nueva Mayoría, no sería raro que Bachelet empiece a aparecer en las encuestas. Dependerá mucho de cómo le vaya a Piñera, pero si la mala memoria del chileno termina pidiendo nuevamente a Bachelet, y ella no estuviera disponible, estará Eyzaguirre, como el fiel expositor de ese "legado". En ese momento la "mala pata" personal -al fin- se habrá transformado en buena suerte. Por lo que todavía hay esperanzas. Claro que hay que recordarle a Eyzaguirre-un hombre al que el teatro no le es ajeno- aquella frase de la "Pérgola de las flores": "¡Tatecallá, Ramona, que no hay peor loca que la boca!". Publicado en El Mercurio.