La lucha contra el “pensamiento mágico”

10 de Mayo 2020 Columnas

El instinto de conservación es uno de los más fuertes en el ser humano. De ahí que el temor al coronavirus, el miedo a la muerte, nos lleve a extremos que parecieran bloquear la razón. Da lo mismo la evidencia, haremos todo cuanto esté a nuestro alcance para luchar contra este virus, aun cuando muchas de las medidas que tomemos no tengan sentido.

Es curioso, porque se supone que esta pandemia debería haber llegado en buen momento, pensando en la cantidad de fuentes de información que tenemos al alcance, como nunca había sucedido en la historia de la humanidad, pero parece haber ocurrido lo contrario. Las personas se informan mal y en un mar infinito de noticias, terminan quedándose solo con lo que quieren escuchar.

Pareciera ser un contrasentido, pero pese a toda la información que tenemos, muchos prefieren seguir estancados en los mismos mitos y leyendas de hace varios siglos. Un ejemplo, basta con revisar que la mayoría de los diarios, incluyendo éste, siguen incorporando la sección del horóscopo. Un conjunto de frases genéricas que sirven para cualquier grupo y ocasión, sin ninguna base científica. En mi caso, por ejemplo, dice que no me preocupe si acabo haciendo tareas de más en mi trabajo (imagino que se refiere a la redacción de esta columna).

A propósito de esto, Joaquín Barañao, experto en datos “Freak” y autor de varios libros sobre curiosidades y rarezas, el otro día le preguntaron cuál era su “dato freak” preferido y se refirió a los signos zodiacales: “Ni como charlatanería está bien montada”. La explicación es que el calendario zodiacal, definido por los babilonios, nunca fue actualizado: “La consecuencia de esto es que el 86% de las personas nació bajo una constelación diferente a la que han creído toda su vida”. (Ahora ya no sé si preocuparme o no de seguir escribiendo esta columna).

En esta misma línea, el científico Andrés Gomberoff, autor de “Física y Berenjenas”, se mofa de la manía que tienen algunos de apretar varias veces el botón del ascensor como si esa acción pudiera apurar a la máquina. La persona lo hace, señala Gomberoff, porque es víctima del pensamiento mágico: “No importa mucho que le mostremos la evidencia (…) El señor probablemente seguirá con su añosa tradición, porque el pensamiento mágico no lo tuerce la razón. Porque está anclado en alguna parte de la biología humana”.

De este pensamiento mágico se aprovechan los medios y los políticos, algunos con intención y otros sin, para tomar medidas que en la práctica parecieran funcionar, pero que en la teoría no tienen sentido ni base científica, salvo como placebos.

Más allá de la postura política de cada uno, por mi formación académica, valoro que muchas de las decisiones del gobierno se tomen en conjunto con una mesa técnica que actúa con evidencias.

Lo relevante es que se actúe con base científica y no con la percepción de los sentidos como pareciera ser que operan algunos alcaldes quienes, apenas con cuarto medio, desafían las recomendaciones de expertos. Si nos guiáramos por los sentidos, todavía estaríamos convencidos de que la luna y el sol giran en torno a la tierra. Y, en mi caso particular, de que las hojas son cafés y los tallos son verdes (soy daltónico).

En consecuencia con esto, el problema de esta pandemia ha sido que nos encontramos frente a dos extremos: el primero, aquel que se imagina el coronavirus como un mal de ojo o como un gas letal que se cuela por todas partes. El mismo que está dispuesto a andar solo en el auto con la mascarilla puesta para que no lo ataque el virus, pese a lo incómodo y ridículo que se puede ver. Y, por otro, aquellos que creen que todo esto es una tontera, que están seguros de que nunca los va a afectar y por eso no tienen problemas en hacer una fiesta para 400 personas. Mientras ambos extremos sigan unidos por el pensamiento mágico, terminaremos siendo víctimas o de una crisis económica sin precedentes o de una crisis sanitaria como la que hemos visto en España o Inglaterra.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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