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La foto de Boric

Con un estándar ético más elevado, pretender que por estar en La Moneda el presidente puede ser fotografiado todo el tiempo resulta impropio cuando se trata de las habitaciones interiores, como ocurre con su oficina. En ese sentido, que la prensa y e...
Gonzalo Serrano

Gonzalo Serrano

Doctor en Historia
  • Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, 2012.
  • Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
  • Licenciado en Humanidades, Ciencias de la Comunicación y Ciencias de la Educación, Universidad Adolfo Ibáñez.
  • Periodista  y Profesor, Universidad Adolfo Ibáñez.
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Corría el año 2008 y Marcelo Bielsa llevaba menos de un año al mando de la selección de fútbol. Como parte de su preparación para las clasificatorias a la Copa del mundo de 2010, llevó a su equipo a probar suerte en Asia. Y es que a Bielsa le fascina Japón. Ahí pareciera que todo funciona a la perfección, de la misma forma como fluyen las jugadas que inventa en su cabeza y que luego le es tan difícil llevar a la práctica. Era una época en que todavía Bielsa y la prensa estaban en una Luna de Miel, hasta que sucedió un pequeño incidente que cambiaría para siempre la relación entre ambos.

Antes de un entrenamiento, al rosarino se le rompió la placa dental que ocupaba y debió dirigir a los jugadores sin su prótesis. El experimentado fotógrafo deportivo Andrés Piña apuntó al argentino y captó su rostro en primer plano. Al poco rato, la imagen de Bielsa sin dientes dio la vuelta al mundo futbolero.

Al día siguiente, en la conferencia de prensa, Bielsa se mostró decepcionado: “Hicimos un ejercicio de desmarcación, muy interesante, pero la única referencia al entrenamiento fue mi boca desdentada. Es la prueba más clara de que a ustedes no les interesa nada de lo que pasa en el entrenamiento”, declaró el director técnico molesto y desilusionado frente a los periodistas.

Luego Piña pidió disculpas a través de una carta en la que lamentaba haber denostado al entrenador argentino. La exclusiva le costó cara al fotógrafo, no pudo ir al mundial de Sudáfrica, pues la ANFP aseguró que ya “no había cupos”.

Recuerdo esta polémica a raíz de la molestia del presidente Gabriel Boric porque un fotógrafo lo captó con su cámara mientras él se encontraba en el escritorio de su oficina en La Moneda.

El presidente reaccionó mal al ir a encarar al fotógrafo y también su equipo, que debería estar preocupado de no exponer a Boric a estas situaciones, ni a que lo vean en un espacio que él supone privado ni tampoco que haya sido el mismo presidente quien fuera a encarar al fotógrafo. Se expuso innecesariamente y se enemistó con quienes no debería hacerlo.

Algo similar podría haber alegado Sebastián Piñera cuando fue retratado comiendo un trozo de pizza el 18 de octubre de 2019. Mientras Chile comenzaba a incendiarse, el presidente celebraba el cumpleaños de un nieto en un local de comida y los terribles hechos que vinieron después no dieron espacio siquiera para algún tipo de descargo.

Michelle Bachelet también fue víctima del acoso de la prensa cuando fue captada en traje de baño en la playa de Costa de Sauípe en Brasil el año 2008. Bachelet había participado en la Cumbre de América Latina y el Caribe e hizo uso de una mañana libre en las playas del Atlántico. Pese a que la foto circuló en todas partes, hubo una condena transversal por violación a la privacidad.

A pesar de que existen casos como éste, lo cierto es que en nuestro país estos “paparazzeos” son más bien la excepción. Basta con mirar el documental Harry y Meghan (disponible en Netflix) para darnos cuenta de que estamos a años luz, por suerte, de una invasión descarnada y permanente que hace la prensa sensacionalista de la vida privada de los personajes públicos.

Con un estándar ético más elevado, pretender que por estar en La Moneda el presidente puede ser fotografiado todo el tiempo resulta impropio cuando se trata de las habitaciones interiores, como ocurre con su oficina. En ese sentido, que la prensa y el fotógrafo aparezcan como víctimas y ofendidos en esta historia resulta exagerado.

La pregunta, además, es si el fotógrafo quería una foto del presidente trabajando como la mayoría de los chilenos o si estaba esperando un momento especial, como el de Piña con Bielsa. No podemos saberlo, pero sí vale la pena que el presidente Boric esté precavido, su posición no es muy distinta a la de la olvidada Daniela Tobar, la habitante de la casa de vidrio que tanto revuelo causó a inicios del 2000.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

La foto de Boric

Con un estándar ético más elevado, pretender que por estar en La Moneda el presidente puede ser fotografiado todo el tiempo resulta impropio cuando se trata de las habitaciones interiores, como ocurre con su oficina. En ese sentido, que la prensa y e...

Corría el año 2008 y Marcelo Bielsa llevaba menos de un año al mando de la selección de fútbol. Como parte de su preparación para las clasificatorias a la Copa del mundo de 2010, llevó a su equipo a probar suerte en Asia. Y es que a Bielsa le fascina Japón. Ahí pareciera que todo funciona a la perfección, de la misma forma como fluyen las jugadas que inventa en su cabeza y que luego le es tan difícil llevar a la práctica. Era una época en que todavía Bielsa y la prensa estaban en una Luna de Miel, hasta que sucedió un pequeño incidente que cambiaría para siempre la relación entre ambos.

Antes de un entrenamiento, al rosarino se le rompió la placa dental que ocupaba y debió dirigir a los jugadores sin su prótesis. El experimentado fotógrafo deportivo Andrés Piña apuntó al argentino y captó su rostro en primer plano. Al poco rato, la imagen de Bielsa sin dientes dio la vuelta al mundo futbolero.

Al día siguiente, en la conferencia de prensa, Bielsa se mostró decepcionado: “Hicimos un ejercicio de desmarcación, muy interesante, pero la única referencia al entrenamiento fue mi boca desdentada. Es la prueba más clara de que a ustedes no les interesa nada de lo que pasa en el entrenamiento”, declaró el director técnico molesto y desilusionado frente a los periodistas.

Luego Piña pidió disculpas a través de una carta en la que lamentaba haber denostado al entrenador argentino. La exclusiva le costó cara al fotógrafo, no pudo ir al mundial de Sudáfrica, pues la ANFP aseguró que ya “no había cupos”.

Recuerdo esta polémica a raíz de la molestia del presidente Gabriel Boric porque un fotógrafo lo captó con su cámara mientras él se encontraba en el escritorio de su oficina en La Moneda.

El presidente reaccionó mal al ir a encarar al fotógrafo y también su equipo, que debería estar preocupado de no exponer a Boric a estas situaciones, ni a que lo vean en un espacio que él supone privado ni tampoco que haya sido el mismo presidente quien fuera a encarar al fotógrafo. Se expuso innecesariamente y se enemistó con quienes no debería hacerlo.

Algo similar podría haber alegado Sebastián Piñera cuando fue retratado comiendo un trozo de pizza el 18 de octubre de 2019. Mientras Chile comenzaba a incendiarse, el presidente celebraba el cumpleaños de un nieto en un local de comida y los terribles hechos que vinieron después no dieron espacio siquiera para algún tipo de descargo.

Michelle Bachelet también fue víctima del acoso de la prensa cuando fue captada en traje de baño en la playa de Costa de Sauípe en Brasil el año 2008. Bachelet había participado en la Cumbre de América Latina y el Caribe e hizo uso de una mañana libre en las playas del Atlántico. Pese a que la foto circuló en todas partes, hubo una condena transversal por violación a la privacidad.

A pesar de que existen casos como éste, lo cierto es que en nuestro país estos “paparazzeos” son más bien la excepción. Basta con mirar el documental Harry y Meghan (disponible en Netflix) para darnos cuenta de que estamos a años luz, por suerte, de una invasión descarnada y permanente que hace la prensa sensacionalista de la vida privada de los personajes públicos.

Con un estándar ético más elevado, pretender que por estar en La Moneda el presidente puede ser fotografiado todo el tiempo resulta impropio cuando se trata de las habitaciones interiores, como ocurre con su oficina. En ese sentido, que la prensa y el fotógrafo aparezcan como víctimas y ofendidos en esta historia resulta exagerado.

La pregunta, además, es si el fotógrafo quería una foto del presidente trabajando como la mayoría de los chilenos o si estaba esperando un momento especial, como el de Piña con Bielsa. No podemos saberlo, pero sí vale la pena que el presidente Boric esté precavido, su posición no es muy distinta a la de la olvidada Daniela Tobar, la habitante de la casa de vidrio que tanto revuelo causó a inicios del 2000.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.