- Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, 2012.
- Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
- Licenciado en Humanidades, Ciencias de la Comunicación y Ciencias de la Educación, Universidad Adolfo Ibáñez.
- Periodista y Profesor, Universidad Adolfo Ibáñez.
La ficción de la democracia
Gonzalo Serrano
Una de las virtudes del sistema democrático moderno es que, en teoría, cualquier persona, independiente de su condición económica, puede postularse a un cargo de representación pública en igualdad de condiciones al resto.
Sin embargo, en la práctica, en Chile, desde 1810 en adelante, hay apellidos que se siguen repitiendo hasta el día de hoy en los pasillos del Congreso y las posibilidades de que un ciudadano de a pie pueda optar a un cargo relevante como diputado, senador o presidente, sin contar con el apoyo de un partido, parecieran ser iguales a cero.
Luego del 18 de octubre de 2019 y el acuerdo para aprobar o rechazar la actual constitución, parecía cambiar este panorama. El rechazo a la actual Carta Magna y a que una comisión mixta se hiciera cargo del nuevo texto se abría como una posibilidad única para que cualquier chileno, independiente de su condición sexual, social, económica o club deportivo, pudiese ser parte del selecto grupo que crearía una nueva Constitución.
¿Qué ha ocurrido en la práctica? Ante el rechazo a la comisión mixta, varios parlamentarios renunciaron a sus cargos para ser candidatos, lo mismo que algunos ex ministros, alcaldes o intendentes. Ninguno de ellos entendió que el NO a la Comisión Mixta era un rechazo a la clase política a la que pertenecen.
¿Qué ha ocurrido con el resto? Los independientes, los ciudadanos comunes y corrientes se han encontrado con una pista pesada. El sueño de ser constituyentes se estrella con el hecho de que sus nombres no son conocidos y que para conseguir captar la atención, necesitan recursos, miles de pesos, millones en realidad, que ninguno de ellos tiene para una apuesta que puede ser demasiado arriesgada.
A través del sitio del SERVEL, podemos conocer algunos de los montos y las enormes diferencias entre unos candidatos y otros en un mismo distrito. Para el caso que nos interesa, el distrito 7, compuesto por Valparaíso, Viña del Mar, Concón, Casablanca, entre otros, hay espacio para el mismo número de representantes en la redacción de la nueva constitución, es decir, siete, mientras que el número de candidatos son 77.
En lo que respecta a los aportes, en una somera revisión de estos, aparece en el top 3 de los montos: Juan Pablo Rodríguez con $36.260.000 millones, Agustín Squella con casi $10 millones y Jaime Bassa con $2.818.000. Todos ellos han sido bendecidos con el apoyo de generosos donantes. En el caso de Rodríguez, solo entre cinco personas, reunieron $25 millones, mientras que en el caso de Squella, se llega a esa cifra gracias a casi 50 colaboradores que aportaron desde un millón hasta 500 pesos. Un caso aparte es el de Raúl Celis que se autodonó $6.410.000 pesos.
En la vereda contraria, hay casos increíbles: Patricia Torres ha recibido solo $200.000 pesos. Parece poco, pero es una cifra que cuadriplica los $50.000 pesos que le llegaron a Barbarita Lara y Alejandra Zúñiga. Más del doble de lo que se autodonó Isaías Rojas ($25.000), que, aunque sea muy poco para tratar de armar una campaña, es un poquito más de los $21.000 que recibió Miguel Espinoza y los $20.000 de Alejandro Páez. Mención especial para Pablo Donoso de la Lista del Pueblo que recibió un aporte anónimo de $1.000.
Las diferencias son abismales. Mientras unos podrán regalar camisetas, contratar publicidad en las redes sociales y repartir calendarios, al pobre Donoso ni siquiera le va alcanzar para las fotocopias.
Habrá que esperar los montos totales de la campaña y los resultados finales de este proceso para lograr determinar cuánto influye el poder económico en el resultado de una elección. Si ocurre lo que muchos creemos, que existirá una relación directamente proporcional, no estaría de más aprovechar la ocasión de la redacción de la nueva constitución para ir repensando el modelo hacia un sistema que asegure las mismas posibilidades para todos.
Habría sido mejorar sincerar las cosas y acabar con esta ficción de la señora Juanita pudiendo redactar la constitución cuando lo que se necesitaba era, en realidad, un grupo de expertos de todas las tendencias. Al final del día, parece que nos terminamos dando una vuelta enormemente larga, costosa y dolorosa, para llegar adonde mismo estábamos.
Publicada en El Mercurio de Valparaíso.