Tres encuestas ratificaron esta semana lo que ya algunos percibían: el entusiasmo inicial se ha empezado a debilitar. Ello era esperable. Ocurre en el amor y ocurre en casi todos los gobiernos. Pero pese a que es algo que se esperaba, la realidad siempre termina generando algo de desazón.
Dos tesis se han esgrimido para explicar lo que le está ocurriendo a la popularidad del Gobierno.
Una primera explicación es que los chilenos no están vislumbrado en sus vidas una recuperación económica, uno de los ejes centrales por el que este gobierno fue elegido. Ello se refrenda por la caída en las expectativas económicas y por la menor aprobación de los sectores medios.
Es cierto. Es perfectamente posible que la economía sea una causa de la caída en la aprobación presidencial. De nada sirve aventurar que la inversión parece estar subiendo y que los empleos asalariados parecen ir creciendo. En economía, las cosas se toman su tiempo. A su vez, el cierre de empresas importantes, pese a que no tienen nada que ver con la gestión gubernamental, atenta contra la sensación de "tiempos mejores".
Una segunda explicación a la caída de popularidad está dada por el rechazo que generarían los desaciertos de los ministros.
Algunos han intentado minimizar el problema. Que son problemas de la élite. Que son simples frases desafortunadas. Que no son tan graves. Sin embargo, lo anterior puede ser cierto en el desatino Larraín con su viaje a Harvard o con su ninguneo a un analista de Moody's. Puede, incluso, ser cierto en la débil respuesta de Valente respecto a las inversiones en el exterior. Pero no parece ser cierto respecto a las declaraciones del ministro Varela.
Lo que hizo el ministro de Educación es tirar un misil al flanco débil que tiene cualquier gobierno de derecha: su real preocupación y compromiso con los más pobres. El desparpajo de Varela para decir que no lo molesten con nimiedades, que se las arreglen como puedan y -peor aún- usar la palabra más sensible que se podía utilizar (bingo), es evidente que le afectó severamente al gobierno. Y le puede seguir afectando.
No hay que olvidar que hasta hace poco hablábamos de la molestia social, de los abusos y del cambio de modelo. Y si todo eso quedó atrás, fue gracias a los problemas de Bachelet y a la percepción de que Piñera podía arreglar el panorama. Así, la cuidada instalación, los llamados a la unidad, las comisiones transversales y la figura de Aylwin desaparecen cuando se confirman las desconfianzas de que la derecha no tiene sensibilidad social. Por eso es que Piñera perdió la oportunidad de no dejar pasar algo tan grave y ratificar su eje de gobierno. Pero equivocadamente prefirió esperar.
Silenciosamente, otros ministros han mostrado una labor interesante y activa, pero se han visto opacados por las "gabineticosas". Chadwick ha confirmado ser el "pánzer" y su actuación contrasta con el ministro fantasma de Bachelet. Blumel se ha legitimado como un ministro dialogante. Ampuero no se ha equivocado, como muchos pensaban. Plá ha demostrado habilidad política, y Fontaine desborda entusiasmo. De todos, el más interesante ha sido Alfredo Moreno, quien se apropió del tema de La Araucanía mostrando -más allá de los resultados que obtenga- que su capital no solo es monetario, sino también político.
Pero un gobierno no es una colcha hecha de retazos, y el todo siempre pesa más que la suma de las partes. Y en ello, los próximos meses serán claves. Especialmente en los tres ejes centrales por los que fue elegido: seguridad, economía y eficiencia.
La pregunta por resolver en los próximos meses es si la popularidad se mantendrá en el estado actual (todavía más que aceptable), o si la tendencia seguirá a la baja. Lo que es claro es que para evitarlo se requiere-además de una buena gestión- desterrar todo signo de altanería y soberbia.
En el siglo XVI, las parejas recién casadas que quisieran tener un hijo hombre, debían de tomar miel durante el mes lunar siguiente a su boda (de ahí viene la expresión "luna de miel"). Durante el siglo XXI, los gobiernos de derecha que quieran tener popularidad deben tomar vasos de humildad. Y no solo el mes siguiente a ser elegidos...
Publicada en
El Mercurio.