La escasa sofisticación exportadora le pasa la cuenta a Chile

31 de Julio 2019 Columnas

Chile sigue perdiendo posiciones en el Índice de Global de Innovación. Del puesto 47 el 2018 cayó  al 51 en 2019. El principal retroceso se produce en los indicadores de resultados, más que en los de insumos de innovación. En la producción de conocimiento y tecnología, Chile cae del lugar 48  al 61. En productos y servicios creativos cae del lugar 58 al 66 y en sofisticación de negocios pasa del puesto 48 al 53.  Este descenso en los indicadores implica que Chile pasó de ser un innovador eficiente a uno ineficiente, medido como la razón entre un índice compuesto de resultado por uno de insumos de innovación.

Con todo, aún seguimos seguimos siendo líderes de innovación de América Latina, principalmente por nuestra fortaleza institucional.  A nivel global, el índice de innovación de Chile es concordante con su nivel de ingreso  per cápita. El único país latinoamericano  que tiene un desempeño por sobre lo esperado respecto a su ingreso per cápita es Costa Rica, donde la sofisticación de la exportaciones es el principal. A Chile , sin embargo, la escasa sofisticación exportadora le pasa la cuenta.

En este mismo índice, Suiza y Suecia aparecen en primer y segundo lugar a nivel global. Claramente no se trata de un tema relacionado con el tamaño del país. En junio participé en la misión tecnológica del Club de Innovación a Suecia, lo cual me permitió conocer en profundidad su ecosistema de innovación. Entre los empresarios y académicos que participamos en la misión nos preguntamos entonces cuál era el factor principal que explica la enorme diferencia de desempeño innovador entre Chile y Suecia.  La respuesta no fue el ingreso per cápita que duplica el de Chile. Tampoco el capital humano, que aunque es un factor relevante, no es lo principal. Lo fundamental en este pequeño país de Europa, es su capital social.

¿Pero cómo se construye este capital social? En primer lugar, está la confianza. En el índice de la OCDE sobre confianza intertemporal Suecia aparece entre los más destcados con un 84%,  mientras que Chile sólo tiene 13%, ubicándose  entre los peores países de  América Latina. Por otra parte, en Suecia los diferentes actores de la sociedad son capaces de identificar las prioridades del país en materia de innovación y generar, gracias a ello, esfuerzos de innovación e investigación con propósito.  Este proceso es generado en un enfoque de quíntuple hélice, con participación empresarial, academia e institutos tecnológicos, sociedad civil y con el imperativo de sustentabilidad local y global.  El alineamiento de los diferentes actores permite así a un país pequeño, con limitados recursos en un contexto global, concentrar  el esfuerzo en pocos temas estratégicos y mover la frontera tecnológica.

Por ejemplo, a partir de las prioridades estratégicas existe un gran esfuerzo para desarrollar metalurgia cero emisiones, que permite producir acero y otros productos de valor agregado con una diferenciación respecto a sus competidores en Asia, Estados Unidos y Europa del Este.  Otra área en la que Suecia se propuso ser líder mundial es la minería autónoma, sector donde incorporó todas las tecnologías de las industrias 4.0.  Ambos temas son evidentes áreas de foco para Chile.  Suecia parte de recursos naturales, pero evoluciona con tecnología y se posiciona como líder mundial.  Chile, en cambio, se ha estancado en una economía primaria exportadora. En este sentido, el esfuerzo y las iniciativas para generar programas estratégicos de especialización inteligente, orientados a sofisticar y diversificar las exportaciones y a aumentar la productividad, no han tenido la continuidad ni el impulso necesarios para comprometer al sector privado frente a los desafíos de la cuarta revolución industrial y la sostenibilidad local y global.

Un aspecto distintivo de varios países europeos que permite establecer un puente entre el conocimiento tecnológico, la investigación y la innovación empresarial, es el rol que asumen los institutos tecnológicos, orientados al desarrollo de innovaciones con la industria y que se nutren de las capacidades y el conocimiento que proviene de la universidades. Alemania, Holanda, Inglaterra, Finlandia y Suecia, destacan por haber desarrollado un sistema de institutos con esta orientación. El impacto de esta institucionalidad en cuento a desarrollo e innovación tecnológica empresarial ha sido notable.  En Chile, entre los años setenta y noventa, desmantelamos el sistema de institutos tecnológicos y los intentos por reestablecer estas capacidades no han sido fructíferos. El Instituto de Tecnologías Limpias abre una oportunidad de crear este tipo de institución con un enfoque transformador de la actividad minera y de generación de actividades de valor agregado intensivas en energía limpia en Chile.

El país aspira a llegar al desarrollo antes del 2030, pero el crecimiento potencial por debajo del 3% anual no nos permitirá alcanzar  este objetivo.  El tema de fondo es el estancamiento de la productividad y la innovación institucional, tecnológica y social, los que son factores claves para avanzar. El GII 2019 debe servirnos para re-balancear nuestras prioridades y poner la innovación con foco estratégico en el centro de la discusión de política sobre camino al desarrollo.

Publicada en El Mercurio

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