Con la épica del barro

5 de Noviembre 2017

Faltando exactamente dos semanas para las elecciones de este 19 de noviembre, el tenor que ha tomado la discusión de las candidaturas presidenciales y su alto nivel de virulencia, concentrada en las pequeñeces, avergüenza.

Esta podría haber sido una semana de análisis sesudos respecto de las propuestas de quienes aspiran a dirigir el país. Podríamos estar hablando de salud, crecimiento, equidad y, por supuesto, de descentralización. Pero, lamentablemente, la discusión terminó centrada en conflictos nimios, ligados más a la entretención política que a la profundidad de las ideas que se quieren instaurar en Chile a partir del 2018.

El debate ha sido desafortunado y una verdadera pérdida de tiempo, con candidatos que prefieren parecerse más a los protagonistas de un programa de farándula que a un estadista. Hoy eso parece vender más.

Sebastián Piñera presentó un largo documento. 195 páginas de contenidos diversos. Más de 700 ideas país, de las cuales 21 son proyectos ya en marcha, en alguna etapa de desarrollo por parte del gobierno. Pocos segundos después del lanzamiento del documento, los ministros en masa –partiendo por el titular del MOP, Alberto Undurraga- salieron a enrostrarle a Chile Vamos y a su abanderado el desaguisado.

Haciendo un simple ejercicio matemático, las iniciativas que ya están en alguna etapa de realización en esta administración equivalen a menos del 3% del programa de Piñera. No obstante, es indudable que se trata de una falta de respeto mayúscula hacia el votante, sobre todo porque algunas ya están en periodo de inauguración. Un clásico del abanderado de Renovación Nacional, que muchas veces subestima la inteligencia del chileno promedio. Sin embargo, pasar tres días discutiendo al respecto, en vez de estar conversando sobre el 97% de propuestas restantes derechamente es anacrónico.

En el caso de Alejandro Guillier, la tragicomedia nuevamente se tomó su campaña. ¿Realmente tiene un programa de gobierno? Nunca se sabrá, porque en medio del debate digno de Yerko Puchento, el candidato de la Fuerza de la Mayoría partió diciendo que no, que el documento lo presentaría con miras a la segunda vuelta –seguramente intentado hacer un guiño a la DC y al Frente Amplio hacia el balotaje-, lo que inmediatamente despertó a los guionistas de Carolina Goic y Marco Enríquez-Ominami, que continuaron con esta especie de carrera por destruir a su propio sector político, en el que parece que muy pocos se sienten cómodos hoy.

Entonces, Guillier dijo que sí tenía programa. O un resumen. O un punteo. O algo. Y que lo lanzará este martes. Efectivamente, para quien ha seguido su campaña y ha revisado su página web, el senador cuenta con conceptos interesantes, propuestas en diversos temas. Incluso algunas en las que concuerda con Piñera, como en la descentralización del país a través del traspaso de poder a los municipios. El problema es que en medio del show, mientras el candidato dice y se desdice, mientras José Antonio Kast –cuya propuesta de clases de religión obligatorias en colegios públicos, continúa mostrando lo alejado que está del chileno normal y sus problemáticas reales- lo denuncia por “estafa” ante el Servel y ambos se mandan al siquiátrico, las propuestas navegan en un mar propio y muy alejado de la ciudadanía.

En medio de este panorama, similar a una película de los Tres Chiflados, Michelle Bachelet  también entra al escenario y se enfrasca en una polémica de nivel parvulario con Piñera, peleando por quién hizo qué y demostrando que la estatura del estadista, de ese Presidente que se veía como autoridad intelectual y política, está muy lejos de la situación actual y futura de la política.

La duda que queda en medio de esta recta final de la campaña es si la calidad de los candidatos que aspiran a dirigir el país es francamente cuestionable o si en realidad se trata de una falta de respeto tan grande hacia los votantes, que creen que lo único que vende es la polémica fácil, la descalificación barata, el show mediático y no una discusión de fondo sobre qué haremos con esta larga y angosta franja de tierra llamada Chile durante los próximos cuatro años.

Lo cierto es que hoy, a 14 días de la elección,  nadie sabe cuál es el sueño de los candidatos para el país –si es que existe-, en medio de una campaña constantemente enlodada, marcada por la pelea chica y con la épica desaparecida en medio del barro.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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