La cola del diablo

9 de Abril 2023 Columnas

Si algo ha funcionado como reloj para Gabriel Boric a la cabeza del país, es la Ley de Murphy, sobre todo en materia de seguridad ciudadana. Como reza aquella conocida “normativa”, si algo puede salir mal, saldrá mal. Y bien lo sabe el presidente, porque mientras intenta salir del entuerto de la delincuencia, Carabineros suma tres mártires en apenas 25 días.

Como no hay una fórmula mágica para enfrentar esto, se ha generado una bola de nieve que sigue creciendo. Primero, porque la inseguridad y el narcotráfico siguen funcionando con un alto nivel de organización, mientras el gobierno y las policías están todavía descubriendo qué es esto. Segundo, porque cuando hay miedo y desconocimiento, las encuestas, las redes sociales y las ideologías acérrimas se toman como verdades absolutas y no hay análisis serios.

En tercer lugar, hace ya casi dos décadas la clase política comenzó a darse “gustitos” que hoy están mostrando sus consecuencias más nefastas, como el denostar a las instituciones hasta destruirlas, creando realidades a partir de un lenguaje que se torna en dogma, como forma de posicionarse políticamente.

Esto no es nuevo y no nació con Boric, aun cuando haya sido en extremo vociferante cuando era parlamentario. Esta práctica partió mucho antes y se convirtió en una forma de hacer campaña, que no era inocua. Inolvidable cuando la derecha y Sebastián Piñera criticaban la “puerta giratoria”, acusando a tribunales de no hacer su trabajo. O en el primer gobierno de Michelle Bachelet, cuando se denigraba a los partidos políticos, desconociendo que sin ellos, una democracia no funciona.

Siguió incluso con la misma institución de la Presidencia, riéndose de la corbata inexistente, de que el presidente se subió el cierre en público o de que al anterior le quedaban las mangas largas. Ni hablar de los apelativos ofensivos que recibía Bachelet y que muchas veces rayaron en la discriminación y sexismo puro.

Si todas las instituciones terminan banalizándose y enlodándose, es difícil dar vuelta una tortilla que ya se quemó. ¿Cómo puede Boric ahora hacer creíble su respaldo a Carabineros cuando su pasado lo condena? ¿Cómo levantar una institución que ha sido pisoteada hasta decir basta y que carga además con sus propios pecados, especialmente en DD.HH.?

Por otro lado, el aumento de la delincuencia no es ficción. Y si antes Carabineros sabía qué lugares eran en extremo peligrosos y se preparaba adecuadamente para ello, hoy nadie tiene claro dónde aparecerá la próxima víctima.

Entonces, terminamos como siempre funcionando en la urgencia, con reglamentaciones reactivas que no previenen, sino que terminan estigmatizando y generando peligros asociados. La Ley Naín-Retamal es un ejemplo de aquello, pues si bien empodera a los policías en el uso del armamento, puede terminar rebotándoles en contra. ¿Qué va a pasar cuando un carabinero se equivoque y dispare a quien no debe disparar?

O la propuesta del Fiscal Nacional de mantener en prisión preventiva a los extranjeros que no porten identificación. ¿Los chilenos acaso no están cometiendo delitos de alta envergadura?

Estamos en una especie de espiral en el que nadie sabe qué hacer. La discusión se ha movido a partir de ideologías firmemente defendidas por Apruebo Dignidad y la oposición -cada uno desde su trinchera- y de un gobierno que intenta tapar hoyos, pero en esa urgencia no se da cuenta que se le está abriendo un cráter. Las doctrinas extremas por sobre la razón nunca han sido buenas consejeras, como tampoco los caudillos y las medidas populistas.

Boric intenta actuar bien. En un gesto de humildad que nunca se había visto en un presidente de la República, se arrodilló frente a la madre del fallecido carabinero y le habló al oído. Una actitud que habla de la sencillez del mandatario, pero también de que las alternativas para gestionar la crisis se están acabando, para un problema que es de difícil -por no decir imposible- solución.

En este escenario llegó Semana Santa, una celebración religiosa que será muy triste para las familias de los carabineros asesinados. Por respeto a ellos, la clase política debiera calmarse, reflexionar antes de actuar y evitar que el diablo siga metiendo la cola del populismo y las soluciones parche.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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