La banca y los créditos Covid-19

4 de Mayo 2020 Columnas

Arrastrados por el coronavirus, avanzamos hacia la peor recesión de los últimos 40 años. Los shocks de demanda y oferta le han generado un déficit de caja a un gran número de empresas solventes. Es urgente que el mayor número posible de ellas sobreviva durante los próximos meses, para que cuando la economía reabra, la recuperación de la producción y del empleo sea rápida.

La finalidad de las líneas de crédito Covid-19 garantizadas por el Fogape es precisamente cubrir el déficit de caja de las empresa solventes. Sin la garantía, los bancos no prestarían y el problema de liquidez se transformaría en un problema de solvencia. Muchas empresas no podrían operar, aumentando así el déficit de caja de muchas otras empresas. La recesión se profundizaría y amenazaría la solvencia de toda la banca.

Sin embargo, se han señalado tres posibles reparos al programa. Uno es que los bancos solo pueden ocupar los créditos para aumentar las colocaciones, pero no para renegociar créditos antiguos. Además, deben postergar por seis meses los pagos de amortizaciones de los créditos existentes.

En segundo lugar, las garantías no solo son parciales y decrecientes con el tamaño de la empresa (desde 85% para empresas que venden hasta UF 25.000 al año hasta 60% para empresas que venden entre UF 600.000 y un millón), también incluyen un deducible igual a un porcentaje del monto total garantizado: 5% para empresas que venden hasta UF 25.000 al año; 3,5% para empresas que venden hasta UF 100.000, y 2,5% para empresas que venden hasta UF 1.000.000.

Por último, a pesar de que el Banco Central cobra 0,5% anual por las líneas de crédito que sustentan el programa, el Ministerio de Hacienda fijó el spread en 300 puntos base —los bancos no pueden cobrar más de 3,5% anual por estos créditos—. Los bancos argumentan que el spread es insuficiente para cubrir sus gastos de administración, las provisiones y el riesgo que significa el deducible. De esta forma, los bancos harían un mal negocio participando en el programa y, en cualquier caso, no les convendrá apoyar a deudores nuevos, sino solo a aquellos que ya están en su cartera.

Las quejas de los bancos no se justifican. Es cierto que ganan poco, tal vez nada, con cada nuevo crédito Covid-19. Pero el otro lado de la moneda es que la garantía mejora la cartera preexistente porque sin la línea Covid-19 una parte importante de los deudores podría caer en insolvencia.

Los bancos han criticado el deducible y que se les haya fijado una tasa máxima, pero ambos son aciertos de Hacienda. El deducible implica que al banco no le conviene usar los fondos para salvar a los deudores inviables de su cartera (lo que beneficia solo al banco y retarda la salida de la recesión), sino solo a los que, siendo solventes en condiciones normales, están en problemas de liquidez por la crisis económica causada por el coronavirus. Por eso, si los bancos hacen bien su trabajo y la economía se reabre, solo financiarán empresas solventes y la garantía será innecesaria. El riesgo de la banca, lejos de aumentar, caerá gracias al programa de garantías, porque la crisis de liquidez no se habrá materializado.

La tasa máxima, por su parte, solo impide que los bancos le extraigan a la empresa solvente el excedente creado por el programa de garantías. Pero nada de malo hay en eso, porque lo que el banco no gana en este nuevo crédito, lo recupera con creces por mantener solvente a su deudor. Además, los propios bancos se comprometieron a cursar estos créditos de forma masiva y estandarizada, sin restringir arbitrariamente la cantidad de solicitudes, lo que debería disminuir sus costos administrativos.

Como a casi todo el resto de nosotros, a la banca le ha costado entender la magnitud del problema que generó el coronavirus y aún no se ha sumado de manera entusiasta a un programa que la beneficia de manera directa (le mejora la cartera) e indirecta (evita una depresión). Con un déficit fiscal de 8% del PIB y la actividad económica cayendo un 8% durante el segundo trimestre, es indispensable que las empresas solventes no quiebren por un déficit de caja. Si los bancos se demoran, la línea Covid-19 será ineficaz y estaremos al borde de una crisis como la del año 82, cuya profundidad y violencia la mayoría de sus ejecutivos, que por entonces eran niños o no habían nacido, seguramente son incapaces siquiera de imaginar. En ese caso, no habrá utilidades que repartir ni bonos que cobrar. Solo quiebras y una gran depresión de la que será muy difícil salir.

Publicado en El Mercurio.

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