Inmigrantes: Una mirada a Alemania

22 de Abril 2018 Columnas

Nuestra situación migratoria actual dista mucho (…) de constituir una migración segura, ordenada y regulada”, sentenciaba el Presidente Sebastián Piñera hace algunos días a través de la prensa.

En sólo dos semanas han pasado muchas cosas en relación a la migración. Para resumir, se mandaron un conjunto de indicaciones al proyecto del año 2013 y se mantuvieron algunos de los puntos del proyecto de Michelle Bachelet del año pasado. Sumado a eso, se anunció un plan de regularización de 300.000 extranjeros y una serie de decretos que pretendían, entre otras cosas, implementar visas de residencia temporarias, crear una visa de responsabilidad democrática para venezolanos y exigir una visa consular de turismo simple de 30 días (ampliables a 90) para haitianos.

El tema es del todo complejo, y quizás precisamente por eso ayuda reconocer que no es para nada inédito. Un estudio de la Fundación Piensa, elaborado por Tomás Villarroel el año 2017, da precisamente cuenta de esto.

En lógica ensayística, Villarroel focaliza su análisis en el considerable flujo migratorio vivido en Alemania entre los años 2014 y 2016, reconocido en la opinión pública como la “crisis de los refugiados”. Tal como la llegada masiva de extranjeros ha impresionado a las autoridades chilenas, el país bávaro -y toda Europa- se vio sorprendido con la gran oleada migratoria que se abrió paso por los Balcanes. ¿Se puede aprender algo de esa experiencia? Una de las primeras cosas que destaca Villarroel se relaciona con el modelo de los factores “push-pull” a la hora de analizar el fenómeno.

Los factores “push” serían aquellas condiciones que empujan a emigrar, como las catástrofes y las crisis políticas internas. Los factores “pulí” serían más bien aquellos que los atraen, como las mejores condiciones de vida o las políticas laborales.

Sin embargo, la literatura también entiende que uno de los factores “pulí” más relevantes se relacionaría con gobiernos débiles o descuidados en sus políticas migratorias. Esta visión no deja de ser interesante, pues si bien muchas veces tratamos de convencernos de que todos quieren vivir en nuestro país por sus excelentes indicadores muchas veces obviamos el impacto de tener un sistema anacrónico de 1975.

Independiente de esto, quizás el mayor aporte del estudio antes mencionado se relaciona con la identificación de aquellas consecuencias políticas y locales que se han vivido en Alemania. En cuanto a las primeras, no podemos desconocer el crecimiento exponencial del partido de derecha populista anti-inmigración, la AfD. Si el partido alcanzaba el 4,6% en las parlamentarias del 2014, en 2017 llegó a un 12,6% transformándose en la tercera fuerza política de Alemania. Esto es especialmente relevante a la hora de destacar las tensiones sociales que provocan estos procesos producto de la especial sensibilidad frente al tema.

Pero, según Villarroel, la “crisis de los refugiados” en Alemania no sólo tuvo implicancias políticas, sino que también locales. La escasez de viviendas -con amenazas de expropiación incluidas- puede ser sólo un ejemplo.

En Chile ya estamos viendo desde hace varios meses estos problemas. El subarriendo, las condiciones de hacinamiento, instituciones de educación colapsadas e, incluso, inmigrantes fallecidos por problemas en los servicios de asistencia.

Frente a estos problemas, la gobernación de Valparaíso ya se está haciendo cargo de una mayor dotación de profesionales y de intérpretes promoviendo un necesario trabajo mancomunado entre distintos actores.

Sin embargo, también resulta sensato apostar, al mediano plazo, por un mayor empoderamiento de la institución más cercana y la que absorbe las mayores demandas sociales generadas por el flujo migratorio: las municipalidades.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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