¿Impuestos para alterar conductas?

30 de Mayo 2019 Columnas

Señor Director:

Con sorpresa hemos leído una reciente carta del economista Tomás Flores en que postula que los impuestos serían impotentes e ineficientes para alterar conductas asociadas al consumo de tabaco y alcohol.

Uno de los principios básicos de la ciencia económica es que los individuos se mueven por incentivos, siendo los precios relativos su correlato central en la toma de decisiones. Esa es la razón por la cual cuando los precios suben, típicamente la cantidad demandada disminuye. Decimos, así, que la demanda tiene pendiente negativa.

Afirmar que los impuestos (que aumentan el precio) resultan impotentes para alterar conductas de consumo de alcohol o tabaco implica señalar que la demanda por esos bienes es completamente inelástica o insensible al precio. Aquí la demanda dejaría de tener pendiente negativa. Todo un descubrimiento que, por supuesto, requeriría ser demostrado.

Lo cierto es que la extensa literatura académica muestra que —vaya sorpresa— las demandas por alcohol y tabaco sí tienen pendiente negativa. Es cierto que su sensibilidad al precio es menor que la de otros bienes, pero está lejos de ser despreciable. Una mirada conservadora a la amplia evidencia empírica disponible indica que un aumento del precio de 10% se traduciría en una menor cantidad consumida de 5% y 4% en el caso del alcohol y del tabaco, respectivamente.

Acerca de la supuesta ineficiencia de este tipo de impuestos, ella no es tal. Todo lo contrario. Bien cabría recordar aquí otra enseñanza básica de la ciencia económica: que en presencia de externalidades negativas como las asociadas al consumo de tabaco y alcohol, estos impuestos contribuyen a la eficiencia económica.

En el caso del consumo de alcohol, esto último remite a una discusión sustantiva que en Chile se ha obviado: que el impuesto óptimo es uno por unidad de alcohol puro y no un impuesto ad valorem como el que existe en la actualidad.

Publicada en El Mercurio.

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