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Humildad y dolo

Críticas más o menos, el engaño de Rojas Vade horada gravemente la imagen de la convención y debiera servir para remecer a quienes la componen, de manera que entiendan que no pueden seguir mirando a las otras instituciones por arriba del hombro
Karen Trajtemberg

Karen Trajtemberg

Magíster en Comunicación Estratégica
Directora Escuela de Periodismo UAI Campus Viña del Mar. Magíster en Comunicación Estratégica
  • Magíster En Comunicación Estratégica, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, 2014

Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.

“La mentira tiene patitas cortas”, dice el dicho popular, al que se agrega que “tiene también explicaciones largas”. Y así lo hemos podido comprobar esta semana, a propósito de la “equivocación” –como él mismo lo ha llamado- del constituyente Rodrigo Rojas Vade, que inventó padecer cáncer antes, durante y luego de la campaña que lo llevó a instalarse en la Convención Constituyente.

No solo él habló de un desliz. Varios de sus colegas intentaron bajar el perfil de la situación, planteando que se trató de un error, que debe “tirar la primera piedra el que esté libre de pecado” y que llevar estos temas a los medios es parte de una operación para desprestigiar a la CC. “No puede ser que una situación de un convencional sea el tema del día. Estamos mal informando de esa manera", dijo incluso la presidenta de la entidad, Elisa Loncón, intentando –una vez más- pautear a la prensa y criticarla por querer ahondar en el caso.

Pero vale la pena detenerse en el concepto de “error” planteado por Rojas y otros. La Real Academia de la Lengua Española define esta palabra como “acción desacertada o equivocada”, entre otras acepciones. Y ciertamente la actuación de Rojas Vade cabe dentro de esta significación. Pero hay otra noción que viene a la mente, el dolo, el que se entiende como un engaño o voluntad maliciosa respecto de un hecho.

¿Hubo dolo en la mentira de Rojas? ¿O fue derechamente un error del que no supo salir? Eso es lo que deberá definir la propia convención y también la justicia, toda vez que la mesa de la entidad envió los antecedentes a la fiscalía. Sin embargo, la farsa montada por el constituyente tiene efectos concretos respecto de su llegada a la política. No es una invención inocente. Porque sus votantes fueron engañados por la figura de este hombre, profundamente endeudado por causa de su supuesta enfermedad, que salía a marchar cada semana con un catéter cuidadosamente instalado y colgando de su cuerpo –por el que recibía, en teoría, los medicamentos de la quimioterapia-, con el rostro muchas veces demacrado y un discurso que a nadie podía dejar indiferente: mucho menos a quienes han padecido o han tenido familiares con cáncer, ni a quienes hemos visto morir a un cercano por culpa de esta enfermedad.

Aquí hubo dolo. Hubo una macabra utilización del dolor para hacer campaña política y hacerse de un cargo al que quizás no habría llegado sin esa mentira hacia los votantes. Y la prensa no es la culpable, como deslizó Loncón y otros convencionales. Los medios no son los causantes de todos los males de la CC, sino la farsa, la falta de transparencia y la pretensión de creerse por sobre el bien y el mal, solo por ser parte del poder constituyente.

El problema, en todo caso, es mayúsculo, porque el “error” de Rojas Vade no solo es un “tema personal” como manifestaron varios convencionales, sino que salpica a la propia convención, bombardea el corazón de una institución que surgió como la forma de canalizar el malestar social verificado a partir del 18O y tras un plebiscito en el que los chilenos votaron porque la Constitución fuera redactada por una entidad nueva, alejada de los vicios de la política tradicional.

Por eso, los intentos de defensa corporativa que algunos emprendieron en un comienzo, son peligrosos. Incluso cuando la propia presidenta de la entidad dice que “nosotros somos humanos, no somos dioses para no fallar”. Y claramente no se espera que sean dioses, pero sí debiera tratarse de seres humanos de la talla y altura necesaria para llevar a cabo la tarea encomendada. Y que no asuman rápidamente los mismos excesos y “errores” de la clase política a la que tanto dicen despreciar.

Hay que reconocer, en todo caso, que tras la sorpresa inicial hubo algo de reflexión y algunos evitaron defender lo indefendible. Así, el propio vicepresidente de la convención, Jaime Bassa, salió a advertir que “no habrá defensas corporativas”, mientras lo que queda de la Lista del Pueblo –ahora Pueblo Constituyente- sacó a Rojas de sus filas. Inclusive, algunos de sus miembros fueron más tajantes, como Manuel Woldarsky: “La mentira y el engaño tienen mi total repudio”, dijo.

Pero críticas más o menos, el engaño de Rojas Vade horada gravemente la imagen de la convención y debiera servir para remecer a quienes la componen, de manera que entiendan que no pueden seguir mirando a las otras instituciones por arriba del hombro: la CC no es inmaculada, también puede ser sujeto de fallas, errores y dolo, y la falta de humildad ante aquello puede pasarles la cuenta. Peor aún, puede pasarle la cuenta a Chile.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

Humildad y dolo

Críticas más o menos, el engaño de Rojas Vade horada gravemente la imagen de la convención y debiera servir para remecer a quienes la componen, de manera que entiendan que no pueden seguir mirando a las otras instituciones por arriba del hombro

“La mentira tiene patitas cortas”, dice el dicho popular, al que se agrega que “tiene también explicaciones largas”. Y así lo hemos podido comprobar esta semana, a propósito de la “equivocación” –como él mismo lo ha llamado- del constituyente Rodrigo Rojas Vade, que inventó padecer cáncer antes, durante y luego de la campaña que lo llevó a instalarse en la Convención Constituyente.

No solo él habló de un desliz. Varios de sus colegas intentaron bajar el perfil de la situación, planteando que se trató de un error, que debe “tirar la primera piedra el que esté libre de pecado” y que llevar estos temas a los medios es parte de una operación para desprestigiar a la CC. “No puede ser que una situación de un convencional sea el tema del día. Estamos mal informando de esa manera", dijo incluso la presidenta de la entidad, Elisa Loncón, intentando –una vez más- pautear a la prensa y criticarla por querer ahondar en el caso.

Pero vale la pena detenerse en el concepto de “error” planteado por Rojas y otros. La Real Academia de la Lengua Española define esta palabra como “acción desacertada o equivocada”, entre otras acepciones. Y ciertamente la actuación de Rojas Vade cabe dentro de esta significación. Pero hay otra noción que viene a la mente, el dolo, el que se entiende como un engaño o voluntad maliciosa respecto de un hecho.

¿Hubo dolo en la mentira de Rojas? ¿O fue derechamente un error del que no supo salir? Eso es lo que deberá definir la propia convención y también la justicia, toda vez que la mesa de la entidad envió los antecedentes a la fiscalía. Sin embargo, la farsa montada por el constituyente tiene efectos concretos respecto de su llegada a la política. No es una invención inocente. Porque sus votantes fueron engañados por la figura de este hombre, profundamente endeudado por causa de su supuesta enfermedad, que salía a marchar cada semana con un catéter cuidadosamente instalado y colgando de su cuerpo –por el que recibía, en teoría, los medicamentos de la quimioterapia-, con el rostro muchas veces demacrado y un discurso que a nadie podía dejar indiferente: mucho menos a quienes han padecido o han tenido familiares con cáncer, ni a quienes hemos visto morir a un cercano por culpa de esta enfermedad.

Aquí hubo dolo. Hubo una macabra utilización del dolor para hacer campaña política y hacerse de un cargo al que quizás no habría llegado sin esa mentira hacia los votantes. Y la prensa no es la culpable, como deslizó Loncón y otros convencionales. Los medios no son los causantes de todos los males de la CC, sino la farsa, la falta de transparencia y la pretensión de creerse por sobre el bien y el mal, solo por ser parte del poder constituyente.

El problema, en todo caso, es mayúsculo, porque el “error” de Rojas Vade no solo es un “tema personal” como manifestaron varios convencionales, sino que salpica a la propia convención, bombardea el corazón de una institución que surgió como la forma de canalizar el malestar social verificado a partir del 18O y tras un plebiscito en el que los chilenos votaron porque la Constitución fuera redactada por una entidad nueva, alejada de los vicios de la política tradicional.

Por eso, los intentos de defensa corporativa que algunos emprendieron en un comienzo, son peligrosos. Incluso cuando la propia presidenta de la entidad dice que “nosotros somos humanos, no somos dioses para no fallar”. Y claramente no se espera que sean dioses, pero sí debiera tratarse de seres humanos de la talla y altura necesaria para llevar a cabo la tarea encomendada. Y que no asuman rápidamente los mismos excesos y “errores” de la clase política a la que tanto dicen despreciar.

Hay que reconocer, en todo caso, que tras la sorpresa inicial hubo algo de reflexión y algunos evitaron defender lo indefendible. Así, el propio vicepresidente de la convención, Jaime Bassa, salió a advertir que “no habrá defensas corporativas”, mientras lo que queda de la Lista del Pueblo –ahora Pueblo Constituyente- sacó a Rojas de sus filas. Inclusive, algunos de sus miembros fueron más tajantes, como Manuel Woldarsky: “La mentira y el engaño tienen mi total repudio”, dijo.

Pero críticas más o menos, el engaño de Rojas Vade horada gravemente la imagen de la convención y debiera servir para remecer a quienes la componen, de manera que entiendan que no pueden seguir mirando a las otras instituciones por arriba del hombro: la CC no es inmaculada, también puede ser sujeto de fallas, errores y dolo, y la falta de humildad ante aquello puede pasarles la cuenta. Peor aún, puede pasarle la cuenta a Chile.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.