Gustavo Lorca, un ejemplo a seguir

10 de Marzo 2019 Columnas

Finalizada la sexagésima versión del Festival de Viña Mar y, más allá de los gustos particulares, hay que reconocer que se ha transformado en un hito del verano que, inevitablemente, marca la pauta noticiosa y conversaciones de café (o ahora whatsapp). Algo así, o quizás nunca tan grande, fue lo que soñó el alcalde Gustavo Lorca cuando a fines de los cincuenta planificó internacionalizar la ciudad, junto a otras iniciativas emblemáticas.

Una vez culminada la quinta versión del Festival de la Canción, en 1964, este mismo diario apuntaba en la editorial: “Sorprende y halaga el prodigioso crecimiento que este espectáculo ha alcanzado en el breve lapso de sólo cinco años: constituye, hoy día, el número de mayor interés entre los muchos que comprenden el programa de atracciones turísticas que anualmente elabora la Municipalidad viñamarina; sus resonancias son ya nacionales y aun internacionales”.

Lo más interesante de este hecho es que su principal promotor, el alcalde Gustavo Lorca, renunció a los pocos días de haber culminado el evento, poniendo fin a cinco años y tres meses a cargo de la Municipalidad de Viña del Mar. Las razones: el cumplimiento de una misión en el extranjero que le había encomendado la Universidad de Chile donde se desempañaba como profesor de derecho.

Al momento de dejar el cargo, y en una ceremonia marcada por la sobriedad, Lorca se preocupó de transparentar las cifras de su gestión, destacando que, a pesar de las enormes inversiones, la Municipalidad quedaba prácticamente financiada. La gestión del Lorca fue mucho más allá del Festival de la Canción. El Reloj de Llores, quizás el principal símbolo de la ciudad, la adjudicación de una sede para el Mundial de Fútbol de 1962 y, más importante aún, como lo destacó el senador Pedro Ibáñez en su momento, la construcción de 3. 200 casas para solucionar los problemas de vivienda para los más pobres, son parte de su legado.

Una alcaldía de esas características no merecía un final tan abrupto, pero Lorca, verdadero representante del servicio público, dejó el cargo para cumplir, con lo que sentía, era su deber.

El recuerdo se viene a la cabeza ahora que el Festival cumplió sesenta años y que la Municipalidad aparece cuestionada por sus malos manejos económicos. No tan lejano en el recuerdo figuran algunas de las promesas de campaña de Virginia Reginato: “Viña tendrá clase mundial”, dijo al momento de ser electa y se comprometió a convertir al municipio en una eficiente empresa. Asimismo, cuando asumió el cargo, en un abarrotado Teatro Municipal, manifestó: “En el municipio los problemas, los apoyos y los beneficios tienen nombre y apellido y el no resolverlos bien, más que una falla, es una gran falta de moral que, con la colaboración de los funcionarios municipales, estoy segura no voy a cometer”.

Han pasado más de trece años de esa declaración y la realidad pareciera confirmar lo contrario a sus aspiraciones. Sin embargo, y a pesar de las críticas y el evidente cansancio, la alcaldesa ha declarado que pretende dejar en manos de la ciudadanía la posibilidad de un nuevo periodo.

Haciendo un recuento de la historia de Viña del Mar, vale la pena considerar que, una vez que concluya su actual mandato, Reginato habrá sido, por lejos, la alcaldesa que ha permanecido más tiempo en la Municipalidad, con un total de 15 años, casi el doble de Eugenia Garrido, 8 años, y el triple de otros alcaldes, como el mismo Lorca, Juan Andueza, Vladimir Huber, Sergio Prieto y el primer alcalde de Viña, Antonio Subercaseaux.

Seguramente las presiones e intereses deben ser variados, pero Virginia Reginato debe comenzar a pensar en ella y en el juicio que en un tiempo más hará la historia sobre su gestión. Todavía está a tiempo de ser recordada como una alcaldesa que, pese a las actuales críticas, logró dar un impulso de frescura y vitalidad a la ciudad. Las buenas sensaciones de un Festival exitoso como el de este año pueden ser un buen momento, como lo hizo Lorca, de anunciar el término de una fructífera etapa.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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