Tenemos un Presidente con grandes expectativas. Dos ilustraciones:Siguiendo su mantra de que “hay que conversar”, prefirió una estrategia laxa hacia los grupos insurgentes en el sur que, de suyo evidente, no resultó. Cualquier experto en negociaciones de paz le podría haber dicho que ellas no tienen opción de éxito a menos de que una de las partes, y ojalá más de una, considere que tiene más que perder que ganar si no negocia, lo que no es el caso de estos grupos que están en proceso de crecimiento y expansión. Esta semana, en Time, reconoce que “hubo algo de voluntarismo” en cómo enfrentó la situación.
Ahora el Presidente propone “condicionar” exportaciones de materias primas para presionar a los países para que cumplan el acuerdo climático de París. Nuevamente, un fin noble. Pero como le diría cualquier negociador, para presionar hay que tener la posición de negociación requerida. Sin ella, muy rápidamente los presionadores se transforman en presionados. Es como una escopeta que se gira sobre sí misma, y lo que sería solo un culatazo es ahora la salida del cañón. ¿De verdad piensa el Presidente que nuestro país, aun con los socios locales que desea sumar, tiene la posición requerida para hacerlo? ¿No habrá aquí, nuevamente, “algo de voluntarismo”?
Tener una “escala de valores y principios” superiores, para usar el rapto de honestidad del ministro Jackson, no inmuniza contra el fracaso. Quizás así abrimos las puertas del cielo. El problema es que en este caso la cuenta la paga todo un país.