Funes y el día de la marmota

13 de Julio 2020 Columnas

No ha sido fácil ver aspectos positivos a esta pandemia. A quienes tenemos hijos, ciertamente, nos ha dado la oportunidad de estar todo el tiempo con ellos, quizás demasiado (para ambos lados). Pero también, a quienes tenemos familiares de la tercera edad, dejar de verlos resulta duro, más aún manteniendo la angustia de saber que si se enferman de coronavirus, quizás no habrá siquiera oportunidad para poder despedirse.

Dentro de esta angustia y encierro, surge la posibilidad de valorar aquellas cosas que, por cotidianas, habían terminado siendo invisibles e irrelevantes. Nuestra memoria funciona en base a hitos, a hechos relevantes, buenos y malos. Son estos los que parecieran quedar impregnados en nuestra mente, transformándose en los principales recuerdos. Ahí lo cotidiano se vuelve borroso hasta terminar en la “papelera de reciclaje” de nuestros cerebros.

Aquí es cuando resulta inevitable sentir un poco de envidia por Funes el memorioso. Aquel personaje de Borges que tenía la capacidad, casi como una maldición, de recordar todos y cada uno de los detalles que había vivido. “Todos los vástagos y racimos y frutos que comprende una parra (…) se figuraba cada grieta y cada moldura de las casa precisas que lo rodeaban”. Y, por supuesto, cada uno de los minutos vividos en días pasados, a tal punto de poder reconstruir un día completo, con cada uno de los detalles, incluidos todos los sueños. El problema de Funes era que, atrapado por los detalles, le resultaba imposible abstraerse: “Era casi incapaz de ideas generales, platónica (…) le costaba comprender que el símbolo genérico perro abarcaba tantos individuos dispares de diversos tamaños y diversa forma”.

Si de algo puede servir este encierro es para valorar cosas que, por comunes, dimos por obvias, olvidando que en cualquier momento podemos perderlas. Acostados en la cama como Ireneo Funes, podemos recordar cómo era la vida antes de la Pandemia y esa normalidad que se nos esfumó. Desde un viaje por la Avenida España, un trote por la Avenida Jorge Montt, una buena conversación en torno a un café en Valparaíso, una visita a una librería en Viña del Mar, un paseo por Olmué, un helado en Reñaca o un partido de fútbol en Playa Ancha. Pero no nos podemos quedar en eso. La extraordinaria capacidad de Funes para recordar terminó haciendo de su vida algo insufrible. Por lo demás, Funes, vaya paradoja en estos tiempos, murió de una congestión pulmonar. Me refiero a que la cuarentena, así como puede ser una oportunidad para valorar lo que comúnmente dimos por obvio, igualmente, debe obligarnos a pensar, para replantearnos muchas cosas y tratar de romper la dinámica del día, precisamente aquello que no podía hacer Funes.

Hoy en día, lo cotidiano es despertarse siempre con las mismas noticias. En televisión, el control de las autoridades a quienes intentan violar la cuarentena. Un accidente nocturno de un delincuente que circulaba sin permiso (era que no) y el informe del tiempo. Las mismas noticias, en los mismos canales, todos los días. Los diarios, en tanto, han puesto el acento en la crisis económica, las pésimas expectativas de crecimiento y el alza continua de desempleo. Mientras que en deportes, mi sección preferida, los periodistas hacen malabares tratando de rellenar el espacio.

Esta repetición de noticias, desde que comenzó la pandemia, ha generado la sensación de que nos levantamos con la sensación de estar atrapados siempre en el mismo día, tal como sucede en la película “El día de la marmota”. Las mismas noticias, las mismas reuniones, las mismas compras y las mismas promesas (comer y tomar menos). No obstante, lo interesante de la película del día de la marmota es que la única forma que tuvo el protagonista Phil Connors (Bill Murray) de escapar de ese hechizo que hacía que le tocara vivir una y otra vez el mismo día, fue comenzando a ser una mejor persona. Este domingo es una buena oportunidad para ver esta película y el lunes para tratar de empezar a seguir el ejemplo de Phil Connors.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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