Fuegos artificiales

2 de Abril 2023 Columnas

No me equivoqué de fecha ni estoy pensando en la pirotecnia de Año Nuevo, sino de un fenómeno que se está convirtiendo en algo “normal” para los chilenos: la crisis de seguridad.

Se trata de una problemática social que no es nueva. De hecho, fue el slogan de campaña de Sebastián Piñera, que prometía terminar con la “puerta giratoria” y advertía a los delincuentes que se había “acabado la fiesta”.

En la última campaña, el republicano José Antonio Kast basó gran sus actividades en las mismas promesas rimbombantes e imposibles de cumplir. “La gente trabajadora de Chile está cansada de la delincuencia y la violencia. Es hora de alzar la voz y poner mano dura. De verdad”, decía.

Y Boric no se quedaba atrás, pese a su pasado crítico de la labor de Carabineros. En su programa, planteaba reforzar el trabajo de inteligencia, robustecer la labor policial y neutralizar económicamente al crimen organizado.

Hoy, con la guitarra en mano, el presidente ha ahondado en la temática, pues se ha convertido en su talón de Aquiles. De hecho, si no logra hacer al menos control de daños, este será el símil del estallido social o del caso Caval para él.

La Real Academia de la Lengua define el populismo como la “tendencia política que dice defender los intereses y aspiraciones del pueblo”. Los temas son distintos, pero permiten al personaje que adopta este sistema, instalarse en el centro de la supuesta solución a todos los males ciudadanos, encarnada -por supuesto- en su persona.

La investigación “El populismo en Chile: ¿tan lejos o tan cerca?”, de Alexis Cortés y Alejandro Pelfini, analizaba este fenómeno ya en 2017 y advertían de la “municipalización de la política”. Además, trazaban un paralelo entre aquella y el cambio “de una democracia de partidos a una democracia de públicos”, de lo que advertía Bernard Manin.

Pero, además, el fenómeno populista se acentúa en momentos de crisis, en los que el votante está mayormente dispuesto a ceder parte de sus libertades -como lo plantea la socióloga Alejandra Mohor- en pos de, en este caso, disminuir la criminalidad. Sea factible en la realidad o no.

Esas ofertas hacen sentido, porque surgen de datos concretos. Los delitos, por ejemplo, efectivamente han aumentado, según estudios de la policía uniformada. Pero, además, se instalan en la retina del miedo ciudadano a partir del énfasis de los medios -tradicionales y digitales- en la especie de “telenovela” delictual, que cada día suma nuevos capítulos. Así, el terrible y cobarde asesinato de la sargento Rita Olivares en Quilpué, fue visto en todo el país, de inicio a fin, al igual que el de su colega, Alex Salazar, ultimado hace un par de semanas en el sur del país. Lo mismo con la demolición de las “narcocasas”, que ha levantado al alcalde de La Florida, Rodolfo Carter, a la categoría de “sheriff” nacional.

El gobierno, en tanto, aparece atado de manos. Primero, porque Boric siempre queda prisionero de sus propias palabras “rebeldes” cuando era diputado. Segundo, porque los “golpes de efecto” se le comienzan a acabar: si en el caso Salazar fue la ministra Tohá a despedir sus restos y en el de la sargento Olivares fue el propio presidente al funeral, ¿quién lo hará para el siguiente hecho delictual de alta envergadura?

En tercer lugar, el mandatario comienza a jugar en el terreno del populismo penal, que no es lo suyo, y donde sus dos almas se enfrentan irremediablemente, haciendo inviable la arremetida legislativa de su propio gobierno. Pero, además, planteándose incluso en contra de los DD.HH., como lo advirtió Naciones Unidas a partir de la Ley Nain-Retamal, que establece mayores garantías para la legítima defensa privilegiada de las policías.

Por último, mientras se producen todos estos golpes de efecto y sesudos análisis políticos, el crimen organizado sigue funcionando como reloj. Entonces, los proyectos y el populismo penal caen en terreno baldío y son nada más que fuegos artificiales. Los mismos a los que ya nos acostumbramos cada vez que llega “la merca”.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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