Entrevista a un “militar de verdad”

25 de Abril 2021 Columnas

En un programa de humor del canal La Red, se presentó un diálogo titulado “Entrevista a un Militar de verdad”. Se trataba de una parodia en la que aparecía una supuesta periodista realizando una entrevista a un actor disfrazado de militar. El testimonio fabula respecto a una serie de malas prácticas llevadas a cabo por el Ejército de Chile, como abusos a los conscriptos, entretenerse con sus juguetes (metralletas, tanques y aviones), negarse a participar en una guerra por aversión a la sangre y, hacia el final, el supuesto general confiesa que, en realidad, ingresó el ejército porque quería jubilarse a los 40 y no a los 65 años.

La parodia ha generado una serie de cartas, declaraciones y comentarios que, en su mayoría, atacan al programa de humor, señalando que menoscaba la imagen del ejército. Al ministro de Defensa, Baldo Prokurica, le pareció lamentable que el canal de televisión haya emitido una entrevista humorística destinada a: “denostar la honra y ofender la labor que realizan cada día miles de hombres y mujeres que integran nuestras FF.AA”.

En tanto, la misma institución, en una declaración que ha generado diversas reacciones, señaló: “la manera en que se denosta al Ejército y a sus integrantes no demuestra otra cosa que el ánimo de deslegitimarlo y degradarlo”.

En primer lugar, las reacciones oficiales, tanto la del ministro de Defensa como la del mismo Ejército, no han hecho más que aumentar el interés por un programa que, de por sí, tiene muy baja sintonía. Como suele suceder en este tipo de situaciones, generaron el efecto contrapuesto y la reacción sólo aumentó el morbo por ver la entrevista ficticia.

Habría que decir, además, que si hay alguien ha menoscabado la imagen del Ejército de Chile, ha sido un grupo de generales inescrupulosos que, haciendo mal uso de su presupuesto y aprovechándose de la reserva lógica que debe existir en una institución de estas características, gastó los recursos en su propio beneficio, perjudicando al resto de las Fuerzas Armadas y a todo un país.

Asimismo, todas las instituciones y personajes públicos deben asumir que, por el rol que cumplen en la sociedad, están expuestos a ser víctimas de los humoristas. Es parte de su labor aceptar y, por salud mental, obviar este tipo de expresiones. Pretender que el Ejército, como la Iglesia o el presidente de la República, son intocables por la labor que cumplen, resulta desconocer el rol que ha jugado el humor en la historia de la humanidad y de Chile en particular.

Desde Bernardo O´Higgins en adelante, el Ejército, como otras instituciones, han debido soportar ser un blanco predilecto de los humoristas. De hecho, una de las primeras caricaturas republicanas de las que se tenga registro, es la de un asno bautizado como O´Higgins que es montado por San Martín, que también tiene orejas de burro. San Martín con sus orejotas, arriba de O´Higgins guía a un grupo de borregos que representan al pueblo de Chile. La caricatura, atribuida a José Miguel Carrera, nos muestra que, desde el inicio de nuestra República, la crítica política fue de la mano con la sátira, incluso en contra de sus más altas autoridades, como ocurrió, por ejemplo, con el padre de la patria.

Tampoco fue casualidad que la revista Topaze, en su primer número, haya llevado en su portada nada menos que al general Carlos Ibáñez del Campo en agosto de 1931. El general Augusto Pinochet, con todo el riesgo que esto implicaba, tampoco se salvó de la pluma de algunos caricaturistas. En los noventas, en tanto, recuerdo que en las librerías circulaba un libro titulado “Hinteligencia Militar” que tenía solo hojas en blanco.

Y es que ese es el sentido de la sátira, como señala Jorge Montealegre en su Historia del Humor Gráfico en Chile: realizar, como se hizo en la polémica entrevista, “una representación crítica, irreverente y burlesca de la realidad”.

Finalmente, uno podrá discutir si la famosa “entrevista” fue divertida o no (a mí no me hizo reír), pero dudar del derecho a hacer este tipo de humor me parece fuera de lugar. Junto con esto, las declaraciones tanto del Ejército como del Ministro no hicieron más que publicitar una parodia que, de otra forma, podría haber pasado al olvido. Faltó inteligencia o sobró “hinteligencia”. Al fin y al cabo, el principal problema es que somos, como se titula otro de los libros de Montealegre, “Un país de tontos graves”.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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