En la medida de lo posible

4 de Diciembre 2022 Columnas

Uno de los conceptos que más se saca a colación al recordar al expresidente Patricio Aylwin es aquello que pronunció a propósito de la búsqueda de verdad y justicia en casos de derechos humanos, cuando afirmó que esta última debía ser “en la medida de lo posible”.

Escucharlo hoy, 30 años después, es bastante distinto a hacerlo en plena transición a la democracia, con Augusto Pinochet a la cabeza del Ejército y recordándole al país cada vez que podía, que todavía tenía una alta dosis de poder y que los militares no se habían retirado a sus cuarteles del todo.

Pero durante el estallido social aquella frase pasó a ser también símbolo de esas tres décadas que las nuevas generaciones denostaban, precisamente por no habérsela jugado, tanto por los derechos humanos como por la igualdad y la justicia social.

A pesar de aquello, esta semana vimos cómo el Presidente Gabriel Boric no solo inauguró una estatua fuera de La Moneda en honor al exmandatario democratacristiano, sino que además lo instaló como un ejemplo a seguir. Así, llamó a los partidos a salir de las trincheras y aseguró que “tenemos por delante la tarea común, como la tuvo en su momento con otros desafíos el Presidente Aylwin, de construir un Chile donde quepan todas y todos”.

Además, alentó la negociación entre las fuerzas políticas para aprobar los proyectos relevantes, como la reforma tributaria y previsional: “Eso requiere la valentía de dialogar con quienes piensan distinto a uno, tejer acuerdos, restablecer las confianzas”, dijo.

¿En qué se diferencia aquello con la “cocina” que tanto le gustó criticar al actual presidente, al Frente Amplio y al PC? ¿Y en qué momento Aylwin dejó de ser quien “apoyó y legitimó el golpe de Estado de 1973”, como lo dijo Boric en un debate cuando era diputado?

Es más, cuando falleció el expresidente, el entonces parlamentario fue durísimo en una columna publicada en The Clinic, el 21 de abril de 2016, en la que dijo literalmente que “la elite concertacionista de principios de los ‘90s creyó que era más importante ponerse de acuerdo con la derecha, militares y empresarios, que llevar adelante el programa que ellos mismos habían comprometido. Optaron entonces por construir una política de los acuerdos que terminó por legitimar, en la práctica, el modelo que la dictadura había impuesto”.

Hoy Boric llama a generar una política bastante similar y afirma que, si a él y los líderes de su conglomerado se les recuerda como hoy se rememora a Aylwin y otros próceres DC, entonces habrán hecho la pega bien. Con aquello, no solo instala una vara demasiado alta y difícil de empatar, sino que abre un nuevo flanco con el FA y el PC, que miran con recelo los cambios del mandatario, precisamente en una época en que ese tipo de giros se critica con fuerza y donde las redes sociales inmortalizan cualquier frase o hecho público, haciendo imposible la reinvención.

Pero esta no es la primera vez que el Presidente Gabriel Boric se acerca a esa Concertación a la que criticó ácidamente durante años. Porque al estar sentado en esos históricos sillones de Palacio, de a poco se ha ido dando cuenta de que para gobernar se necesitan algunos conceptos claves que su generación aún no domina: diálogo, negociación, liderazgo y experiencia política.

Ninguno de aquellos puede ser encarnado –todavía- por los jóvenes creadores del Frente Amplio, sobre todo en cuanto a la experiencia, la que requiere algo de edad, mundo, historias que reflexionar y de las cuales sacar aprendizajes. Como, por ejemplo, la noción de que se logra mucho más abriendo puertas que cerrándolas, es decir, negociando. Y que para liderar no basta tener buenas ideas, sino también un equipo que convoque a otros y pueda ejecutarlas.

Por eso mismo, el gobierno ha ido instalando a exconcertacionistas en lugares clave, los que le han entregado una buena dosis de bagaje político. Así, se llegaron Carolina Tohá, Ana Lya Uriarte e incluso Carlos Montes, todos parte de aquellos 30 años en los que Giorgio Jackson aseguró no se había hecho nada. Como si lo que no se hizo, no hubiera tenido un trasfondo histórico, económico y político, sino que simplemente la falta de voluntad hubiera sido transversal durante tres décadas.

De a poco, Boric se da cuenta que necesita ese diálogo, esa comunión con quienes piensan distinto a él, para poder gobernar a “todas y todos”, como parte de una necesaria madurez para ejercer el poder. Y aunque su conglomerado lo critique y el PC entre en pánico, lo cierto es que la única forma de avanzar sin quemar todo a su paso es hacerlo “en la medida de lo posible”.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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