Mucho se ha discutido sobre si el devenir político chileno presenta algunos paralelismos con el devenir político español. Y la respuesta, sin por ello sugerir alguna relación de causalidad, parece ser que sí. Por eso es tan interesante seguir los derroteros de la política en España.
Este paralelismo no solo es reciente, pues se remonta a la época de las transiciones a la democracia en España y Chile. Con todo, la imbricación adquirió nuevo brío con el surgimiento de Podemos en España (2014) y del Frente Amplio en Chile (2017) en la década de 2010. De ahí en adelante el entrelazamiento de las izquierdas chilena y española se volvió cada vez más intenso, con el Frente Amplio mirando a Podemos como referente a seguir y a Pablo Iglesias fuertemente involucrado en la política chilena y con frecuentes visitas al país sudamericano.
La afición por Chile llegó a tal punto que por momentos quedaba la impresión de que les dedicaba más tiempo a los asuntos chilenos, con contundentes tuits sobre la política interna nacional, que a analizar el momento político español.
Que una determinada constelación política puede cambiar rápidamente, que dormirse en posiciones rígidas o en triunfos pasados es una falta inexcusable, y que las visiones teleológicas de la historia tienen fundamentos endebles, es algo que ya advirtió Maquiavelo en el siglo XVI. Por eso, la sorpresa por los contundentes resultados electorales de hace dos fines de semana en España no solo se explican por la gran e inesperada votación que obtuvo el Partido Popular, encabezada en Madrid por Díaz Ayuso, sino por el derrumbe que sufrió en esta pasada Unidas Podemos.
Este derrumbe ciertamente también afectó a la centroderecha liberal de Ciudadanos, colectividad que casi desapareció del mapa. Un cierto paralelismo se puede observar con el gran triunfo que obtuvieron las derechas en Chile con ocasión de la elección de consejeros constitucionales, especialmente de la derecha más radical-conservadora, representada por Republicanos. Si bien es cierto que, a diferencia de lo que ocurrió en España con Podemos, el Frente Amplio no se derrumbó, el triunfo de la derecha es innegable.
Con todo, parece que el clímax de la izquierda más radical, representada especialmente por lo que fue la fallida Convención Constitucional, tiende a quedar atrás. Este aspecto se observa tanto en la moderación del curso que ha seguido el mismo gobierno del Presidente Boric como en los resultados electorales de septiembre de 2022 y de mayo de 2023, que han decantado en un Consejo Constitucional opuesto al de la Convención. Aquí aparece nuevamente el paralelismo con España.
Por último, llama la atención el fortalecimiento del bipartidismo —por cierto, entendido en sentido amplio— en España. Los grandes partidos tradicionales y aquellos que mejor representan la tradición democrática española, el PP y el PSOE, han sido los grandes triunfadores de la jornada.
El asunto es interesante, puesto que ahí donde hace unos pocos años daba la impresión de que la tendencia era hacia el predominio de la fragmentación política y de las fuerzas centrífugas con agendas identitarias, ahora se registra un fortalecimiento de las fuerzas centrípetas, sin perjuicio de la derechización del PP.
Aquí el paralelismo se acaba, puesto que uno de los graves problemas de gobernabilidad que ha tenido Chile en los últimos años —tanto bajo Piñera como bajo Boric— es precisamente el de la fragmentación política, con nada menos que 21 partidos en la Cámara de Diputados. Es por ello que la Comisión Experta ha propuesto que las colectividades políticas tengan un umbral mínimo de votos —como en Alemania— para tener representación parlamentaria.
Queda por ver si en esto Chile también seguirá la tendencia española hacia los partidos grandes y fuertes, y si esto redundará, como esperamos, en un fortalecimiento de la democracia y de la morigeración política.
Publicada en El Mercurio.