El viaje de Piñera a Cúcuta

2 de Marzo 2019 Columnas

La “ayuda humanitaria” a Venezuela fue una excusa. Era claro que unos pocos cientos de cajas no iban a solucionar los graves problemas que viven los venezolanos bajo la dictadura chavista. Las imágenes del sábado pasado de un par de camiones intentando cruzar la frontera daban cuenta de una cierta pobreza en la puesta en escena.

Para un país como el nuestro, en el que estamos acostumbrados a que Don Francisco junte cientos de camiones ante cualquier tragedia, era evidente que aquello no era más que un caballo de Troya que intentaba entrar a la polis amurallada.

Si los camiones entraban porque policías y militares bajaban las armas, entonces el efecto dominó habría sido inmediato y Maduro podría haber caído. Esa era la apuesta. Pero nada de aquello ocurrió. Más allá de los altercados y unas pocas dimisiones menores de policías y militares de bajo rango, todo sigue igual en Venezuela.

La “operación Cúcuta” fracasó para la oposición venezolana. De eso, pocas dudas caben. Es posible que la represión se incremente, es probable que a Guaidó lo tomen preso y es factible que quede chavismo para rato. Fue la única carta que quedaba, pero lamentablemente fracasó.

Sin embargo, la “operación Cúcuta” fue exitosa para Piñera y, por contraparte, mala para la oposición chilena.

La permanencia de Maduro, mientras exista, será siempre un factor de división para la ex Nueva Mayoría y para el Frente Amplio. Mientras muchos condenan abiertamente el régimen, otros enarbolan carteles en hoja de cuaderno para “condenar” lo que -a estas alturas- no tiene defensa alguna. Y para peor, comunistas y algunos otros siguen diciendo que la culpa es del bloqueo, del boicot, de los especuladores, de los marcianos y de la prensa. Así, Maduro será siempre un factor de división de la oposición. Y al tomar protagonismo Piñera en el caso, necesariamente aquella tensión se incrementa.

Los excancilleres de la Concertación dijeron que el viaje era populista y que rompía la tradición chilena de tener una política exterior consensuada internamente. Sin embargo, ello no es tan cierto. Si bien ha existido consenso en cuanto a tener miradas comunes respecto de los temas limítrofes, han existido casos como el NO de Lagos a Bush en la invasión a Irak, cuya decisión fue tomada en la soledad del segundo piso de La Moneda. Sin preguntarle a nadie y menos a la oposición.

Pero además, la actuación en Venezuela de Piñera responde, más que a política exterior, a su capacidad de liderar en un conflicto internacional. Como lo ha tenido Trudeau en Canadá, como lo ha tenido Almagro en la OEA y como lo ha tenido, en lo que ha sido contraproducente para la causa, Trump en Estados Unidos. En este sentido, la ofensiva de los excancilleres fue ineficaz políticamente y más bien volvió a recordar que -si bien Heraldo Muñoz estuvo siempre del lado correcto como canciller- Insulza tiene su cuota de responsabilidad por su gestión “insulsa” en la OEA.

El viaje a Cúcuta de Piñera partió mal. Después de toda la polémica suscitada, quedarse en pana en el avión en Iquique no fue la mejor forma de iniciar la travesía. Pero una vez allá, la foto lo favoreció. Junto a Almagro, Duque y al propio Guaidó, símbolo de la esperanza venezolana y quien encarna las fuerzas del bien para el mundo, perpetúa la imagen de quien está en el lado correcto.

Y como Piñera suele tener suerte, su viaje contó con un aliado inesperado: Miguel Bosé. La castiza frase española, que por cierto suena bastante mal y es ofensiva, no hizo otra cosa que legitimar el hecho de estar allá y poner a la palestra el débil rol que ha jugado Bachelet en esta crisis. Y hay que recordar que, más allá de si terminará siendo candidata nuevamente o no (hay una posibilidad grande de que así sea), es indudable que Bachelet es el mayor activo que tiene la oposición. Y ese activo se ha debilitado.

El socialismo del siglo XXI es posible que siga adelante. Una intervención extranjera se vería mal y generaría un precedente peligroso. Un golpe de Estado parece que no es posible, menos aún si el verdadero golpe de Estado ya lo hizo el propio Maduro. Así, en Venezuela no solo no hay un caos económico y social, atentado a los derechos humanos y a las libertades básicas. En Venezuela se están perdiendo las esperanzas de que haya algo que haga al tirano temblar. Mala noticia para Venezuela. Mala noticia para las izquierdas del mundo. Mala noticia para la oposición chilena.

Publicada en El Mercurio.

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