HomeHeroImage

El tren, un sueño pendiente

Si lo pudimos hacer hace 170 años, por qué no lo vamos a poder hacer ahora. Depende de Boric, Muñoz y García y de cómo quieren pasar a la historia. 
Gonzalo Serrano

Gonzalo Serrano

Doctor en Historia
  • Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, 2012.
  • Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
  • Licenciado en Humanidades, Ciencias de la Comunicación y Ciencias de la Educación, Universidad Adolfo Ibáñez.
  • Periodista  y Profesor, Universidad Adolfo Ibáñez.
...
Terminaba el mes de enero y las páginas del Domingo de Reportajes de este diario nos alegraba el fin de semana con la entrevista a Juan Carlos García, que se aprestaba para asumir como ministro de Obras Públicas. García afirmó ese domingo que se la iba a jugar “totalmente” por el tren de Valparaíso a Santiago. En esa misma nota, el arquitecto reiteraba que un compromiso prioritario de su nuevo cargo era: “trabajar para que el tren entre Valparaíso y Santiago sí sea una prioridad”. Sin embargo, el entusiasmo del secretario de estado duró poco. Esta semana, en otra entrevista en este mismo diario, el ministro de Transporte y Telecomunicaciones, Juan Carlos Muñoz, contradijo a su par de Obras Públicas y manifestó que el proyecto tenía problemas complejos que resolver, por ejemplo, con la “pendiente”. Aunque no descartó la construcción de manera definitiva, señaló que había que considerar, además, si “la responsabilidad social daba”. Si alguno tiene dudas de la capacidad que tiene el tren para unir e incluso hacer milagros, bastó que Muñoz haya hecho estas declaraciones para que El Mercurio de Valparaíso haya coincidido nada menos que con el alcalde Jorge Sharp en criticar al ministro. Y es que la negativa del titular de Transporte resulta, en especial, dolorosa, teniendo en cuenta el entusiasmo de Juan Carlos García, un hombre que estudió en la zona y que comprende las dificultades de movilización que existen hacia la capital. En una vuelta de carnero, tan típica de nuestros políticos, el ministro Juan Carlos Muñoz, intentó salir al paso de las críticas a través de una columna en la que volvía a abrir la puerta a la opción del tren, aunque dejando claro que se trataba de una empresa a largo plazo, que excedía a este gobierno. Desde el ámbito de la historia, que es desde donde puedo aportar, la recomendación al secretario de Estado es que lea una obra que se escribió en 1863 y se la dé a conocer a su jefe, el presidente Gabriel Boric. Me refiero a la “Reseña Histórica del Ferrocarril entre Santiago y Valparaíso” (Disponible en Memoria Chilena). La publicación estaba dedicada: “A todos los hombres de buena voluntad que con su inteligencia, con su patriotismo, con sus capitales, con su fe, con su ciencia, con su brazo han contribuido a elevar el gran monumento de Chile” que, por ese entonces, era el tren. Más adelante se destaca: “La conclusión del ferrocarril entre Santiago y Valparaíso debe considerarse como uno de los grandes triunfos que la ciencia y el heroísmo han logrado alcanzar en nuestros días. Esta obra que años atrás era un sueño, una ilusión, viene a probarnos hoy que nada es imposible”. Eran otros tiempos, claro está. Así queda demostrado cuando fueron los mismos comerciantes del puerto quienes, al ver que el proyecto se estancaba, se reunieron bajo el liderazgo del intendente Manuel Blanco Encalada para solicitar al gobierno acelerar su construcción. Setenta representantes del próspero comercio porteño escucharon al almirante decir sobre la empresa del ferrocarril: “es, a mi modo de ver, no solo una medida de alto interés material para el país, sino también aconsejada por una sana política”. Para Blanco Encalada, el tren podía ser un medio, para que tomemos nota, para “aniquilar de una vez ese espíritu anárquico que amenazaba consumirnos”. Esta acción fue clave para generar un cambio de actitud en el Congreso y en el Presidente para llevar a cabo el inicio de la ejecución del proyecto. El 1 de octubre de 1852, Valparaíso celebraba, con entusiasmo la colocación de la primera piedra. No obstante, tuvieron que pasar once años para que, por fin, porteños y capitalinos pudieran conectarse a través del tren. Recién un 14 de septiembre de 1863, el Presidente y la población acudían a la flamante estación de Santiago a su inauguración. “¿Qué era el ferrocarril concluido? Era Chile entrando en la gran vía de la civilización; era el pueblo pequeño haciéndose gran pueblo; era la inteligencia triunfando de la materia; era la distancia anulada por el vapor; era Chile poniendo en sus pies las alas que el progreso ha dado a los fuertes y a los perseverantes para llegar a las alturas que parecía imposible de tocar”. Fueron once años marcados por las dificultades geográficas, materiales, económicas, etc. Más de diez años de los que se logró salir adelante porque el ferrocarril era un símbolo del progreso. La misma pendiente que hace algunos días era para el ministro de Transporte aparecía como un obstáculo insalvable, resultó para los más de 9 mil trabajadores que participaron en la obra, un desafío a vencer. Si lo pudimos hacer hace 170 años, por qué no lo vamos a poder hacer ahora. Depende de Boric, Muñoz y García y de cómo quieren pasar a la historia.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

El tren, un sueño pendiente

Si lo pudimos hacer hace 170 años, por qué no lo vamos a poder hacer ahora. Depende de Boric, Muñoz y García y de cómo quieren pasar a la historia. 

Terminaba el mes de enero y las páginas del Domingo de Reportajes de este diario nos alegraba el fin de semana con la entrevista a Juan Carlos García, que se aprestaba para asumir como ministro de Obras Públicas. García afirmó ese domingo que se la iba a jugar “totalmente” por el tren de Valparaíso a Santiago. En esa misma nota, el arquitecto reiteraba que un compromiso prioritario de su nuevo cargo era: “trabajar para que el tren entre Valparaíso y Santiago sí sea una prioridad”. Sin embargo, el entusiasmo del secretario de estado duró poco. Esta semana, en otra entrevista en este mismo diario, el ministro de Transporte y Telecomunicaciones, Juan Carlos Muñoz, contradijo a su par de Obras Públicas y manifestó que el proyecto tenía problemas complejos que resolver, por ejemplo, con la “pendiente”. Aunque no descartó la construcción de manera definitiva, señaló que había que considerar, además, si “la responsabilidad social daba”. Si alguno tiene dudas de la capacidad que tiene el tren para unir e incluso hacer milagros, bastó que Muñoz haya hecho estas declaraciones para que El Mercurio de Valparaíso haya coincidido nada menos que con el alcalde Jorge Sharp en criticar al ministro. Y es que la negativa del titular de Transporte resulta, en especial, dolorosa, teniendo en cuenta el entusiasmo de Juan Carlos García, un hombre que estudió en la zona y que comprende las dificultades de movilización que existen hacia la capital. En una vuelta de carnero, tan típica de nuestros políticos, el ministro Juan Carlos Muñoz, intentó salir al paso de las críticas a través de una columna en la que volvía a abrir la puerta a la opción del tren, aunque dejando claro que se trataba de una empresa a largo plazo, que excedía a este gobierno. Desde el ámbito de la historia, que es desde donde puedo aportar, la recomendación al secretario de Estado es que lea una obra que se escribió en 1863 y se la dé a conocer a su jefe, el presidente Gabriel Boric. Me refiero a la “Reseña Histórica del Ferrocarril entre Santiago y Valparaíso” (Disponible en Memoria Chilena). La publicación estaba dedicada: “A todos los hombres de buena voluntad que con su inteligencia, con su patriotismo, con sus capitales, con su fe, con su ciencia, con su brazo han contribuido a elevar el gran monumento de Chile” que, por ese entonces, era el tren. Más adelante se destaca: “La conclusión del ferrocarril entre Santiago y Valparaíso debe considerarse como uno de los grandes triunfos que la ciencia y el heroísmo han logrado alcanzar en nuestros días. Esta obra que años atrás era un sueño, una ilusión, viene a probarnos hoy que nada es imposible”. Eran otros tiempos, claro está. Así queda demostrado cuando fueron los mismos comerciantes del puerto quienes, al ver que el proyecto se estancaba, se reunieron bajo el liderazgo del intendente Manuel Blanco Encalada para solicitar al gobierno acelerar su construcción. Setenta representantes del próspero comercio porteño escucharon al almirante decir sobre la empresa del ferrocarril: “es, a mi modo de ver, no solo una medida de alto interés material para el país, sino también aconsejada por una sana política”. Para Blanco Encalada, el tren podía ser un medio, para que tomemos nota, para “aniquilar de una vez ese espíritu anárquico que amenazaba consumirnos”. Esta acción fue clave para generar un cambio de actitud en el Congreso y en el Presidente para llevar a cabo el inicio de la ejecución del proyecto. El 1 de octubre de 1852, Valparaíso celebraba, con entusiasmo la colocación de la primera piedra. No obstante, tuvieron que pasar once años para que, por fin, porteños y capitalinos pudieran conectarse a través del tren. Recién un 14 de septiembre de 1863, el Presidente y la población acudían a la flamante estación de Santiago a su inauguración. “¿Qué era el ferrocarril concluido? Era Chile entrando en la gran vía de la civilización; era el pueblo pequeño haciéndose gran pueblo; era la inteligencia triunfando de la materia; era la distancia anulada por el vapor; era Chile poniendo en sus pies las alas que el progreso ha dado a los fuertes y a los perseverantes para llegar a las alturas que parecía imposible de tocar”. Fueron once años marcados por las dificultades geográficas, materiales, económicas, etc. Más de diez años de los que se logró salir adelante porque el ferrocarril era un símbolo del progreso. La misma pendiente que hace algunos días era para el ministro de Transporte aparecía como un obstáculo insalvable, resultó para los más de 9 mil trabajadores que participaron en la obra, un desafío a vencer. Si lo pudimos hacer hace 170 años, por qué no lo vamos a poder hacer ahora. Depende de Boric, Muñoz y García y de cómo quieren pasar a la historia.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.