El hiss digital

3 de Febrero 2018 Columnas

Estamos llenos de información, opiniones y emociones. No hay consenso frente a los hechos y la confusión sólo nos llena de ruido y la idea de una seudoparticipación en los asuntos públicos. La promesa inicial de la comunicación digital -que iban a disminuir las brechas de información y poder entre las personas- se cumple, pero a veces cuando quedamos saturados de puntos de vista, ideas, números y datos deja de cumplirse tanto.

Por eso hay muchos frustrados, y otros que advierten que la información a la que estamos exponiéndonos sólo refuerza nuestras preferencias. Ante eso, tenemos casos de tuiteros locales célebres que cierran sus cuentas, luego las vuelven a abrir para arrancar un rato del ruido. O celebridades -como la actriz Lena Dunham y el actor Ashton Kuchner- que delegan la administración de sus perfiles online a otros porque no pueden lidiar con el vendaval de comentarios y con la presión de la exposición.

Como puede verse, no son los apáticos o desinteresados sino que sobre todo los más informados los que están escapando del ruido. Personas que aun teniendo cuentas en las distintas redes sociales no las usan con mucha frecuencia y así se abstraen de los arrebatos emocionales del microclima de Facebook y Twitter. Todo, mientras el resto sigue ahí, convencido de que se está informando y participando del debate.

El filósofo Jurgen Habermas hablaba de la importancia de la “esfera pública”, ese espacio intermedio donde autoridades y ciudadanos debaten racionalmente sobre los temas de interés general. Para que esta exista, el papel de los medios de comunicación, tradicionales y digitales, es central porque son el espacio que sirve de base para que se produzca el intercambio de ideas. Pero hoy no existe sólo una esfera pública, sino que varias que pueden ser muy distintas como consecuencia de la masificación de la tecnología y la posibilidad de encontrarlo todo en Google. Si incluimos en la esfera pública de Habermas a Facebook y Twitter, aparece la externalidad de que ahí no (sólo) se dan discusiones racionales sobre el interés general, sino que circulan noticias falsas e impera muchas veces la emoción y el troll.

En este contexto, el silencio y la reflexión a veces escasean tanto que hasta se han convertido en excelentes ganchos para promover el consumo. La publicidad les ofrece a ciertos segmentos lugares y experiencias donde encontrar el silencio y está lleno de aplicaciones que apuntan a administrar la conexión y hacer visible nuestra dependencia a lo online.

Por ejemplo, la app QualityTime, cuantifica el tiempo de uso de redes sociales sugiere una dieta de desintoxicación digital y entrega un detallado informe sobre los niveles de adicción. Estar y entrar en los circuitos de las redes sociales ya no es un lujo y cualquiera con algo de ingenio o capaz de dar una que otra opinión controvertida puede llegar a una audiencia más amplia que su círculo de amigos y hasta puede terminar citado en un diario. En cambio, en medio de tanto ruido ser un individuo que realmente comprende los temas y está informado sí que cuesta porque implica darse el tiempo para hacerlo, un bien que aparentemente escasea más que cualquier otro en los segmentos de profesionales. Las posibilidades que tenemos de informarnos sobre los asuntos públicos se pueden comparar con lo que ocurre con la alimentación. Comer sano cuesta más caro.

La información chatarra es gratis, está en Facebook, en un sitio de noticias falsas o en la opinión de amigos y familiares que muchas veces refuerzan nuestras posiciones ideológicas. La pregunta es dónde está la información de calidad, la que alimenta la reflexión y cómo encontrarla. Cuando escasean los intelectuales públicos que cumplen el rol de fomentar la reflexión sobre la vida política, social y económica. Cuando los medios de comunicación muchas veces también caen en la tentación de lo instantáneo y la opinión funciona 24/7, muchas veces disfrazada de información ¿dónde encontramos el silencio para poder reflexionar sobre la sociedad en la que queremos vivir?, ¿cómo puede hoy un ciudadano salir del ruido y participar a su vez, en la discusión pública? Está difícil mantenerse ajeno al susurro permanente que genera la conversación digital.

Publicado en La Tercera.

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