El guion del autoritarismo electoral es el mismo

22 de Abril 2022 Columnas

Entre dos abismos: a un lado, el asambleísmo, la fragmentación, la ingobernabilidad; al fin, la anarquía. Del otro, el autoritarismo. Evitarlos es el gran desafío de la Convención. La gobernabilidad depende, entre otras cosas, del veto y de que la presidencia responda del gasto, sin los cuales se invalidan, de hecho, los votos del pueblo que eligió al Presidente. Los abismos se juntan: la fragmentación confunde y esteriliza, la ingobernabilidad frustra, asusta y llama al tirano.

Y el tirano del siglo XXI gana en las urnas y luego crea una “autocracia electoral”. Se mantienen solo las “formas” democráticas. Hay “elecciones multipartidarias de jure, pero la cancha está inclinada en favor del incumbente, al punto que ya no hay democracia” (V-Dem, 2022). Sabemos que eso pasa, por ejemplo, en Hungría. Pero sabemos también que eso jamás podría pasar en Chile. La nueva Constitución no tiene por qué tomar resguardos para ese caso estrambótico, pues aquí somos y siempre seremos un país demasiado democrático como para…

El libro “Cómo perder un país”, de la novelista y periodista turca Ece Temulkuran (2019), narra “los siete pasos” con los que Turquía —democracia parlamentaria, moderna, potencia económica abierta a Europa— pasó a ser una “dictadura legal”, una “autocracia electoral”. El progresismo, los medios y la intelectualidad no podían tomarse en serio el peligro del conservantismo simplón de Recep Erdogan y su gente. “Sus percepciones eran demasiado arcaicas para que las entendieran los cosmopolitas”. En la Turquía del siglo XXI… eso ya no. Pero Erdogan intuía lo que es ser “una persona mediocre” cuando “te han repetido hasta la saciedad que puedes ser todo lo que te propongas”. Entonces vino y dijo: “No eres tú… Son ellos los que nos impiden ser grandes”. Y ganó.

Según el informe de 2022 de V-Dem —instituto de la Universidad de Gotemburgo—, en 2010 un 48% de la población vivía en autocracias electorales o autocracias cerradas (como China o Cuba). En 2021, un 70%. Hace una década, 42 países eran “democracias liberales”, como Dinamarca, Estados Unidos, Alemania, Francia, Uruguay o Chile. Ahora son 34. 2019 fue un año en el que “las movilizaciones masivas alcanzaron un nivel sin precedentes”, afectando a un 44% de los países, dice el informe. Pero “hoy hay más países declinando que avanzando en casi todas las dimensiones de la democracia”. En 42 países sube el indicador “esfuerzos del gobierno para censurar los medios”. La tendencia es global.

India, país de sólida tradición democrático-parlamentaria, es hoy la autocracia electoral más grande del mundo. El proceso comenzó cuando Narendra Modi, después de las elecciones de 2014, fue nombrado Primer Ministro.

Los nuevos autócratas no usan tanto la violencia como los dictadores clásicos. Manipulan la comunicación. En lugar del miedo, el engaño (Guriev y Treisman, 2022). “Siguen típicamante el mismo diseño en contextos muy diferentes” (V-Dem, 2022). Con mayoría en la cámara política restringen la libertad y se dan maña para controlar los medios —tolerando algunos de oposición—. En la India, por ejemplo, se castiga con cárcel a los periodistas por expresiones que inciten al “odio o desprecio”.

Fomentan una “polarización tóxica” construyendo el “nosotros” a partir del “enemigo”, descalifican y cancelan a sus adversarios, cambian leyes y distritos electorales, modifican y cooptan el Tribunal Constitucional, el Poder Judicial y el Servicio Electoral. Hay, claro, partidos de oposición y compiten en las elecciones y siempre podrían ganar, pero no ganan.

Rusia, Venezuela, Hungría, Turquía, El Salvador, India son autocracias electorales muy diferentes. Pero en todas ellas hay una sola cámara y, si hay dos, la segunda no le hace el peso a la otra, es muy asimétrica respecto de la primera. Si un gobernante controla la cámara que vale, controla todo el poder.

La Cámara de las Regiones se aprobó en el pleno de la Convención; no sus atribuciones. Oportunidad para instituir un contrapeso al centralismo de la primera cámara —de base poblacional— y atenuar el poder presidencial.

Diversos académicos apoyan una propuesta —originalmente de José Antonio Viera-Gallo— que fortalece la segunda cámara sin que deje de ser asimétrica. Se sugiere añadir a las atribuciones planteadas por la comisión de Sistema político, que la Cámara de las Regiones herede las competencias no legislativas del antiguo Senado, es decir, los nombramientos. Se sugiere, luego, que la cámara regional revise los proyectos de ley que, a juicio de la mayoría de sus propios miembros en ejercicio, sean de interés regional. Eso sí daría poder legislativo real a las regiones. Y sería un contrapeso.

Pero, por otra parte, la Comisión ha planteado que 4/7 (57%) de los diputados siempre impongan su voluntad a la Cámara de las Regiones. En tal caso ellos anulan el poder legislativo de las regiones. Y si un Presidente futuro tiene mayoría entre los diputados, ¿se logrará así un contrapeso efectivo? La ocasión, la falta de freno institucional, abren el apetito y pueden poner en marcha la autocracia electoral.

¿Se podrá mejorar la propuesta? ¿A qué fin regalarle argumentos al rechazo?

Publicada en El Mercurio.

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