El fútbol y la política en el teatro porteño

4 de Febrero 2019 Columnas

Durante estas semanas, y a través de las páginas de El Mercurio de Valparaíso, el empresario Shai Agosin anunció su interés de postularse como alcalde de Valparaíso. Lanzada su candidatura, tuvo la ocurrencia de aprovechar las redes sociales para fotografiarse afuera de la sede del club Santiago Wanderers y difundirla a través de twitter. Lo que olvidó Agosin fue borrar una serie de mensajes previos en los que manifestaba, apasionadamente, su amor por el club Universidad de Chile. Una maniobra torpe que, rápidamente, fue descubierta provocando la indignación de los wanderinos.

Agosin se convierte de esta forma en el último exponente de una práctica habitual de los políticos locales que han querido aprovecharse de la popularidad del fútbol para ganar adeptos. No es un fenómeno nuevo ni local, desde Mussolini y los mundiales de 1934 y 1938 hasta Putin y el mundial de Rusia el año pasado, hay un sinnúmero de ejemplos de esta práctica en el ámbito internacional. A nivel nacional, hay casos más burdos, como la adulteración de pasaportes para un campeonato juvenil en 1979 y otras teorías afiebradas que buscan exagerar esta relación, como aquella que dice que la campaña de Colo Colo en la Copa Libertadores de 1973 retrasó el Golpe.

En al ámbito local hay varios exponentes. Sin ir más lejos, Sebastián Piñera, en su fallido intento de ser senador por la zona, regaló un disfraz nuevo al loro de Wanderers el año 2001. En esta misma línea, Joaquín Lavín fue uno de los primeros en comprar acciones del club cuando todavía se pensaba que el fútbol podía ser un buen negocio y, de paso, sumar votos para su candidatura sentorial. Carmen Ibáñez, “la regalona”, hizo honor a su nombre y ofreció un bombo a la barra de los panzers. La anécdota cuenta que al momento de entregar el instrumento a la galería fue abucheada, mientras el locutor del estadio informaba que estaban regalando un “biombo”.

No obstante, uno de los ejemplos más vergonzosos de esta relación corresponde a Reinaldo Sánchez cuando, en su calidad de presidente y a nombre del club Santiago Wanderers, envió una carta a Augusto Pinochet celebrando su retorno a Chile luego de su periplo por Londres el año 2000: “Nosotros como porteños y ciudadanos agradecidos de su gestión administrativa de nuestro país, confiamos en que Dios guiará a quienes lo juzgan sin razón y se darán cuenta de que su conducción del país tuvo como única finalidad erradicar el marxismo y el leninismo y darle tranquilidad y progreso a todos los chilenos”.

A este antecedente se suman sus dos intentos por postular al Municipio porteño en 1996 y el 2000, siendo los votos obtenidos insuficientes para alcanzar siquiera el puesto de concejal. Uno de sus contendores en 1996, fue Hernán Pinto, quien, finalmente, consiguió la alcaldía. Parte de su capital político se lo debía también a Wanderers, puesto que un año antes se sumó al carro de la victoria y no tuvo vergüenza de sentarse con un bombo en la galería del estadio Monumental cuando Wanderers consiguió el ansiado ascenso de 1995.

Tampoco ligado al fútbol, el alcalde Jorge Sharp también sucumbió a la tentación populista y en el último aniversario del equipo porteño dio un discurso donde hacía un llamado a arrebatar los clubes a las sociedades anónimas e insistió con la idea de que había que recuperar el club para que este volviera a los hinchas, olvidando agregar alguna fórmula que permitiera su financiación.

En fin, aunque la balanza se carga a la derecha, la lista de personajes es amplía y transversal y tiene, como hemos visto, una larga historia. Así lo retrataba Lukas en 1969, a propósito del título conseguido por Wanderers el año anterior. Una caricatura mostraba la celebración en la Municipalidad de Valparaíso y en el balcón figuraba una gran cantidad de políticos, ningún futbolista, salvo una mano que se asomaba al fondo y que correspondía nada menos que al arquero Juan Olivares.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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