El costo oculto de improvisar

11 de Junio 2020 Columnas

Gobernar requiere improvisar. Administrar urgencias. Lidiar con lo inesperado, actuando rápido y casi por instinto. Pero también requiere mirar los problemas con perspectiva y construir soluciones que permitan adelantarse a los problemas que vendrán mañana. Abordarlos antes de que crezcan. Atacar lo urgente sin descuidar lo importante. Esto último es lo más difícil de hacer y marca la diferencia entre un mal y un buen gobierno.

Veamos algunos ejemplos. ¿Cuánto del zigzagueo del Ministerio de Salud (MINSAL) se debe a la sordera del Ministro Mañalich y cuánto a la poca capacidad instalada en el MINSAL para procesar datos y generar información oportuna para la toma de decisiones? Me temo que hay de los dos ingredientes. Un buen gobierno debiera adelantarse a una próxima pandemia y mejorar la manera de procesar y compartir datos epidemiológicos con la ciudadanía. Para que no volvamos a ver el papelón de los últimos días, en donde los continuos cambios metodológicos han terminado de mermar la confianza en lo que se comunica.

Otro ejemplo. La estrategia inicial del Ministro de Salud privilegió enfrentar la pandemia “en su último eslabón”, aumentando eficazmente las camas críticas y ventiladores del sistema. Pero como bien dijo el Doctor Ugarte, los hospitales y el personal de salud es “la última línea”, ya que después de ellos, no hay nada más. Como han dicho los expertos, la estrategia más adecuada requería potenciar esta última línea (lo urgente) junto con detectar, trazar y aislar a los recién contagiados (lo importante). Así, el número de contagiados no crece hasta que ya se torna inmanejable, como lamentablemente lo estamos sufriendo en estos días.

Vamos a nuestro “sistema” de protección social. Sabíamos que los trabajadores informales –cerca del 30% de los ocupados- no estaban cubiertos por el Seguro de Cesantía. Sabíamos que lo único que teníamos a mano para ellos eran los planes de empleo de emergencia, los que obviamente no se han podido activar en esta crisis. En consecuencia, el gobierno tuvo que improvisar, echando a andar las cajas de alimentos y el Ingreso Familiar de Emergencia. Para seleccionar sus beneficiarios, se tuvo que complementar el Registro Social de Hogares con un Indicador Socioeconómico de Emergencia (instrumento excepcional, de auto-aplicación). Esto revela lo poco preparados que estábamos para  detectar, seguir y atender a este grupo tan importante y vulnerable de la población.

En momentos duros como ahora, la diferencia entre malas y buenas políticas aplicadas en el pasado se hace más evidente que nunca. Es de esperar que las nuevas urgencias del futuro no nublen la capacidad del gobierno para construir instituciones para lo importante, aun cuando éstas no sean tan populares ni permitan subir en las encuestas de corto plazo.

Publicado en La Segunda.

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