El caso Latam

6 de Junio 2020 Columnas

El 26 de mayo pasado, la aerolínea Latam optó por acogerse al “Capítulo 11” de la Ley de Reorganización Empresarial de EE.UU.; un proceso que le permite iniciar una reestructuración financiera en medio de la crisis generada por la pandemia, sin dejar de operar en el mercado y sin tener como horizonte inevitable su liquidación. Aunque no hubo reconocimiento explícito, la decisión tuvo un trasfondo no solo económico, sino también político: no existían en Chile las condiciones para que el Estado pudiera salir al rescate de una empresa que -hasta inicios de marzo- generaba diez mil empleos directos, tenía más de dos mil proveedores y contribuía decisivamente a la conectividad de bienes y personas.

La posibilidad de apoyar no solo a Latam, sino al conjunto de las empresas estratégicas en riesgo no ha podido ser siquiera planteada en términos adecuados. El clima político y de opinión pública, sobre todo después del estallido social, simplemente no permite evaluar las implicancias económicas que a mediano y largo plazo tendría la quiebra de entidades de esta envergadura; en medio del deterioro social, con el avance del desempleo y de la pobreza a cuestas, no es viable ni imaginable salir a ayudar a los poderosos, menos aún si un porcentaje de la empresa pasó en su momento por las manos del actual Presidente de la República. La lógica de las prioridades y del sentido común no lo habría tolerado, y eso lo entendieron bien quienes, en Latam, tomaron la decisión de recurrir a la legislación norteamericana.

El problema es que eso también lo han entendido bien los mercados e inversionistas internacionales: para los chilenos “no existen” empresas estratégicas y, aunque existieran, no hay preocupación ni interés público en ayudarlas en una circunstancia como la actual. En los hechos, para nosotros son empresas “privilegiadas”, muchas de las cuales han abusado además de los consumidores, y en caso de irse a la quiebra, no merecerían ni una lágrima. Al contrario, probablemente un sector relevante del país incluso aplaudiría en silencio o de manera abierta.

Puede no ser claro a simple vista, pero detrás de la lógica que impidió tener una discusión razonable sobre la contingencia vivida por Latam, se esconde una mirada que solo puede condenar al país a una mayor pobreza en el mediano y largo plazo. No entender cuál es el rol que estos actores juegan y seguirán jugando en una economía moderna, globalizada y competitiva, no mostrar interés en apostar por ellos, puede parecer políticamente muy correcto en las actuales circunstancias, pero en realidad es un suicidio para un país que busca el bienestar y la calidad de vida de su población.

La manera como las principales economías del planeta han abordado en el actual escenario los problemas y riesgos de sus empresas estratégicas, solo confirma que nosotros vamos manejando en sentido contrario. Al final del día, Chile está atrapado entre prejuicios y caricaturas que solo lo distancian del camino al desarrollo.

Publicada en La Tercera.

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