El capital en el siglo XXI

22 de Abril 2019 Columnas

¿Es cierto que una buena idea de negocio, venga de donde venga, siempre encontrará financiamiento? A uno le gustaría pensar que sí. Pero la realidad no es tan simple. En ausencia de mercados de capitales profundos y competitivos, no necesariamente son las mejores ideas las que se financian. El acceso a capital se transforma en ventaja para unos y una barrera de entrada para otros. Esto limita el emprendimiento, la competencia y la destrucción creativa.

Silicon Valley es un ejemplo icónico de la importancia de mercados de capitales desarrollados. No es solo talento lo que allí surgió. Las buenas ideas vieron la luz porque encontraron formas innovadoras de financiamiento. Los resultados están a la vista:  California es hoy la 5ª economía del mundo y su famosa “Bay Area” la 19ª.

Conectar a oferentes y demandantes de capital puede tener altos costos de transacción. Principalmente ligados a problemas de información sobre riesgo, monitoreo y cumplimiento. La capacidad de reducir estos costos afecta la profundidad del mercado y el acceso a financiamiento. Altos costos de transacción implican que buenos proyectos pueden quedar fuera.

Lidiar con estos costos es contingente a la tecnología disponible. La emergencia de la banca moderna en el siglo XIV fue una tremenda innovación tecnológica en pos de financiamiento masivo. Pero hoy, la cuarta revolución industrial -ante todo, una revolución informacional- permite ir mucho más allá en reducir costos, profundizar el mercado, fomentar la competencia y ampliar el financiamiento a través de canales otrora inimaginables.

Las Fintech son ilustrativas de este cambio. Intensivas en tecnologías de la información, ciencia de datos e inteligencia artificial, cubren, a bajo costo, espacios no abordados por los actores tradicionales. Notable es el caso de las diferentes plataformas de crowdfunding. La desintermediación que ahí surge abarata y amplía el acceso a financiamiento, contribuyendo al ideal de que una buena idea basta.

Pero hay otra arista menos vistosa de formas en que el salto tecnológico puede democratizar el capital. Se trata de plataformas no necesariamente financieras, pero que reducen el costo de rentabilizar capitales inmovilizados o sub utilizados. Empresas como Airbnb o Uber, por tomar dos ejemplos conocidos, pueden leerse como mecanismos de rentabilización de propiedades y autos, transformándose así, indirectamente, en plataformas de financiamiento.

El punto es importante. Son millones los capitalistas pasivos, no necesariamente ricos, que tienen en sus propiedades y bienes durables, valiosos capitales inmovilizados que hoy podrían rentabilizar y transformar en fuentes de financiamiento. Personas que muchas veces son las mismas que tienen acceso limitado al crédito tradicional. Por eso, restringir o prohibir este tipo de plataformas, supondría un doble castigo para ellos.

El avance tecnológico ofrece una tremenda oportunidad para democratizar el capital en el siglo XXI.  Si la regulación lo permite, claro está. Por eso es crucial una regulación acorde a los tiempos. La agenda Fintech del gobierno y de la Comisión para el Mercado Financiero es una buena señal en esa dirección. Queda por ver como avanzamos en el resto.

Publicada en La Tercera.

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