El 18 de octubre, la enfermedad de base de la economía chilena

5 de Julio 2020 Columnas

El 3 de marzo de 2020 el gobierno de Chile confirmó el primer caso de coronavirus en Talca. Se trataba de un médico que se contagió en el sudeste asiático y que tuvo que hacer la primera cuarentena en el país. De ahí en adelante, se comenzaron a conocer nuevos casos. El 11 de marzo, la Organización Mundial de la Salud declaró la pandemia y unos días después, el gobierno suspendió las clases, luego, el cierre de fronteras. El 21 de marzo se conoció la primera muerte y se decretó toque de queda. A continuación, se dio paso a las primeras cuarentenas y, unas semanas después, esto fue aplicado a la mitad del país, provocando un descalabro económico que día a día se vuelve cada vez más preocupante.

Aunque se ha vuelto repetitivo mencionar al coronavirus como causa inmediata de la crisis económica, no se puede olvidar lo que ocurrió el 18 de octubre de 2019, cuando los estudiantes y un movimiento social comenzaron a marchar por las calles, a tomarse las estaciones del metro y a saltarse los controles de pago en protesta por el alza del transporte. Poco a poco y cada vez más fuerte, se empezó a escuchar el discurso: “No son 30 pesos, sino 30 años”. Una consigna que condensaba lo que ellos consideraban, eran décadas de abusos.

La paradoja del movimiento es que se peleaba por una mejor educación y para lograrlo se dejó de ir a clases. Se luchaba por una mejor salud y para conseguirlo, consultorios y hospitales entraron en paro, suspendiendo la atención de miles de personas de escasos recursos que veían cómo las listas de espera se extendían hasta la eternidad (13.800 cirugías y 65 mil consultas médicas fueron suspendidas). Se marchaba por la desigualdad, pero casi siempre de Plaza Italia hacia abajo en Santiago y en el plan de la ciudad de Valparaíso, perjudicando justamente a quienes menos tienen. Amparados en este ambiente de rebelión, los grupos narcos aprovecharon el caos para tomar el control de sectores donde la presencia del Estado era cada vez más débil, y los anarquistas y delincuentes, para destruir y saquear todo lo que encontraban a su paso.

Si vamos a las cifras, solo la quema de estaciones del metro y trenes tuvo un costo aproximado de 370 millones de dólares. La Cámara de Comercio de Santiago, en tanto, calculó las pérdidas en más de U$1.400 millones de dólares y, en la “zona cero”, más de 500 locales fueron vandalizados. A eso sumemos las pérdidas relacionadas con la cancelación de la APEC y de la COP25. Más de 300 supermercados dañados y 7 mil pymes afectadas. La cesantía galopante en el turismo, los restaurantes y en los mismos medios de prensa que mes a mes despiden a sus trabajadores. A fin de año, se registraron más de 140 mil despidos por necesidades de la empresa, cerca de 5 mil de estos, correspondientes a Valparaíso. Agregue el alza del dólar hasta los $830, la baja del producto interno bruto y la pérdida de confianza respecto de Chile, todo esto antes de la llegada del coronavirus.

Como dice el viejo refrán “Nadie sabe para quién trabaja”. Los mismos que reclamaban contra los abusos, la concentración económica, la mala calidad de vida, de la educación y de las paupérrimas pensiones, aunque pudiesen tener razón, se terminaron transformando en un factor acelerante de una crisis que nadie podía prever.

En algún momento, cuando la tempestad haya terminado y los chilenos, esta vez sí, en términos objetivos, hayan empobrecido, aumentado el hambre y el acceso a bienes básicos, habrá que pasar la factura a todos aquellos que favorecieron el caos y fueron cómplices pasivos de la violencia. Agregue dentro de este grupo, por supuesto, al Gobierno y su falta de capacidad de reacción y lejanía con la calle, la misma que reconoció el ministro Mañalich antes de renunciar.

Finalmente, hoy sabemos que el coronavirus no es un virus letal y una persona con una buena salud puede sobrellevarlo casi sin siquiera percibirlo. Sin embargo, este puede tener consecuencias letales en una persona con otras enfermedades de base. Lo mismo ocurre con la economía de un país, una pandemia en una economía estable puede ser sobrellevada, pero puede tener consecuencias dramáticas si ya está enferma. El 18 de octubre era la enfermedad de base de la economía chilena. El coronavirus no ha hecho más que agravarla.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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