El capítulo Arkangel de la 4ta temporada de Black Mirror se inicia como la promesa cumplida a un sueño de los padres preocupados por la seguridad de sus hijos.
Con un dispositivo de alta tecnología, un pequeño chip implantado en la cabeza de su hija, una madre soltera puede monitorear permanentemente dónde está su hija, además puede ver lo que ella ve e incluso puede predeterminar que su hija no pueda percibir algunos estímulos visuales o auditivos estresantes. Dígase, un control parental de violencia y pornografía, como el que instalamos en nuestros dispositivos de TV o de acceso a internet, pero para el mundo físico y el digital a la vez, dentro de la cabeza de los niños y niñas. Tanta maravilla sin embargo no es gratis. Como se ve en el capítulo, esta supervisión y control es a costa de las habilidades sociales, la autonomía y manejo adecuado de emociones de la niña a medida que crece.
Sabemos que el desarrollo normal de niños y niñas requiere que éstos vayan haciéndose parte del proceso de toma de decisiones sobre los temas que les competen. Que vayan evaluando riesgos y tomando alternativas creativas para solucionar sus problemas. Así, las guaguas tienen cero nivel de autonomía, pero cuando llegan al colegio ya deben poder cuidar sus útiles y seguir instrucciones. En la adolescencia ya realizan la mayor parte de sus actividades de forma independiente, sin supervisión cercana y a veces sin el conocimiento de sus padres (todos recodamos alguna “travesura” que hicimos en la adolescencia y que los adultos a nuestro cargo nunca supieron).
Dónde mis ojos te vean, es una frase que se repite en muchas casas para determinar hasta cuánto pueden hacer de forma independiente los menores. Sin embargo, como es imposible estar permanentemente junto a ellos, el desafío de los adultos está en desarrollar estrategias de acompañamiento y crianza para ir logrando que los niños y jóvenes vayan creciendo en autonomía y no al contrario.
Se deben hacer concesiones en lo que pueden ver y hacer de acuerdo a su etapa de desarrollo, pero también de acuerdo al tiempo que ellos viven (el acoso cibernético y el sexting, por ejemplo, no son prácticas que nosotros, los adultos actuales, tuvimos que enfrentar). No es cuestión de evitar el riesgo por medio de restringir o dificultar el acceso a las pantallas, como tampoco es cuestion de dejarlos solos frente al mundo digital que les correspondió y corresponderá vivir.
El mundo siempre ha sido desafiante y hemos aprendido a enfrentar esos riesgos en el pasado. Cada generación ha mirado su ambiente y se ha adaptado a él. Hoy, el ambiente incluye una parte digital en el cual niños, niñas y adolescentes deben poder moverse ¿Cuán libres?
Un buen ejercicio es pensar los dispositivos tecnológicos de acceso a internet como la plaza de tu barrio, cuando los niños tienen 3 años estarás junto a ellos en todo momento, entre los 5 y los 7 tú los podrás mirar a una distancia razonable para poder notar cuando hay algún riesgo y decirle que hacer cuando esto pase. A los 10 quizás podrá ir sólo con amigos, pero debes haber conversado con ellos sobre qué hacer si algún extraño se acerca o si ve algo que lo aflige.
El sobre-monitoreo de la madre en el episodio de Black Mirror, le impide a la niña conocer y experienciar riesgos y, entonces, aprender de ellos cuando toma opciones ¿cuánto de esto estamos haciendo con nuestros niños y niñas?.
Un adulto autónomo y socialmente competente para enfrentar desafíos diversos, requiere haber desarrollado las destrezas para moverse en ese mundo, por lo tanto, en vez de prohibir, controlar y ocultar, como adultos debemos tratar de entender el mundo en el que están, monitorear lo que hacen, acompañar y poco a poco ir traspasando responsabilidades.
Publicado en
La Tercera PM.