Las escenas de esta semana habrían sido impensables en el primer gobierno de Sebastián Piñera: dos diputados y un alcalde del Frente Amplio, la senadora y excandidata presidencial DC; un alcalde socialista que, a diferencia del senador de ese mismo partido, sí se atrevió a desafiar la prohibición de su directiva; dos senadores PPD y un exministro del Interior de Michelle Bachelet que, sumados a otros personeros opositores, decidieron incorporarse a las comisiones de trabajo generadas por un gobierno de derecha.
Un signo de que la derrota de la Nueva Mayoría terminó moviendo el cerco todavía más que su presuntuoso “legado”. Expresión de los giros de un caleidoscopio político que todavía hace difícil anticipar dónde y cómo terminarán de encajar todas las piezas. Singularidades que van reconfigurando el ciclo político al incentivar nuevas lógicas, que algunos pocos se han atrevido a asumir como una oportunidad y un desafío estratégico.
El contraste entre la osadía de Gabriel Boric y la resignación de José Miguel Insulza, fue esta semana un símbolo del divorcio de una generación con sentido de oportunidad y dispuesta a correr riesgos, y otra incapaz de sacudirse de los códigos y alineamientos del pasado. En efecto, con su negativa a participar en estas comisiones, el PS y PC terminaron de confirmar su extravío elemental, una ceguera frente a sensibilidades emergentes que, entre otras cosas, el futuro del Sename se encargará de recordarles.
Aquellos que en este intríngulis tuvieron en cambio la visión para enfrentar las críticas y apostar por un escenario inédito, tendrán el día de mañana una legitimidad no basada en la desconfianza, el resentimiento y la apuesta por el fracaso de quienes hoy gobiernan. Así, para los que no temieron verse arrastrados por una supuesta operación solo destinada a dividir el campo opositor, los resultados de este esfuerzo conjunto no serán ajenos. Porque lo interesante de este cuadro es que, más allá del innegable acierto de La Moneda, hubo dirigentes de la centroizquierda -particularmente de la nueva generación- que tuvieron la capacidad de entender y de mirar un poco más allá de esa probable intención gubernamental.
Haber distinguido la oportunidad abierta por sus adversarios en el poder; estar dispuestos a ser criticados de simple oportunismo, vislumbrar en la jugada una conexión con nuevas maneras de entender la política y lo público, da cuenta de algo particularmente escaso en estos tiempos: destellos de liderazgo, esa inusual capacidad de descubrir opciones ahí donde todo parecen ser riesgos; la disposición a enfrentar las críticas de los propios y no dar marcha atrás, moviéndose en el limbo de la incertidumbre derivada de decisiones difíciles.
Es lo que, en un momento particularmente complejo para la centroizquierda, ha efectuado este heterogéneo grupo de dirigentes. Apostar por un camino distinto, buscando hacerse cargo de problemas que habría sido muy fácil dejar en las exclusivas manos del nuevo gobierno, para cuestionar después la eventual imposibilidad de resolverlos. Este otro sendero, en cambio, el de intentar perfilar una alternativa opositora sin renunciar a la colaboración, tiene en la hora actual al menos un mérito: el de no seguir buscando una renovación y un posicionamiento distintos, haciendo siempre lo mismo.
Publicado en
La Tercera.