- Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, 2012.
- Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
- Licenciado en Humanidades, Ciencias de la Comunicación y Ciencias de la Educación, Universidad Adolfo Ibáñez.
- Periodista y Profesor, Universidad Adolfo Ibáñez.
De Irina a la zarina
Gonzalo Serrano
Luego de los acontecimientos ocurridos esta semana, uno lamenta que la energía y tiempo que se gasta en hacer chistes no se pueda capitalizar de alguna forma. Si así fuera, la creatividad de los chilenos pelearía palmo a palmo con los ingresos que genera el cobre. Pienso en esto a raíz de la huelga temporal de Codelco, pero sobre todo por la explosión de bromas generados a raíz del cambio de gabinete de “Primera Dama” a “Gabinete Irina Karamanos” que, finalmente, derivó en “Coordinación Sociocultural”.
Si el sentido del humor pareciera ser un patrimonio nacional, no lo es en cambio el sentido común, quizás el menos común de los sentidos. Cuesta imaginar cuál fue el cálculo que hizo la “primera dama”, sus asesores y el propio presidente al hacer una transformación que, a todas luces, resultaba inapropiada en los tiempos que vivimos.
El principal pecado del presidente y de su pareja es haber traicionado los principios que declararon sobre esta institución cuando era candidato a La Moneda. Para muchos de nosotros, un cargo impuesto por la fuerza de la costumbre y no por el mérito, resulta inaceptable en las democracias occidentales del siglo XXI y, por esto mismo, se juzga con mayor rigor cuando suceden torpezas como la de esta semana.
El caso de Boric, por supuesto, no es una excepción. La historia reciente da cuenta de mujeres que por sus acciones imprudentes o inadecuadas para la época, terminaron provocando varios dolores de cabeza e incluso la caída de un imperio.
En Estados Unidos, donde esta institución sigue estando muy asentada, el rol de la esposa del mandatario, en un país que todavía no tiene una presidente mujer, resulta relevante al momento de una elección y puede constituirse en un arma de doble filo cuando ya ha sido electo.
Mientras Michelle Obama fue un puntal en la presidencia de su marido, destacando en actos públicos por su carisma, Melania fue la otra cara de la moneda. La relación con Donald Trump siempre fue tensa y los camarógrafos se esmeraban por captar esos fugaces instantes cuando ella evitaba un abrazo o se corría para no tener que dar la mano al excéntrico mandatario. La ex primera dama fue objeto de burlas por haber plagiado un discurso de su antecesora Michelle y por errores de protocolo.
Hillary Clinton, en tanto, fue criticada por no rebelarse y haber soportado estoicamente la humillación pública que sufrió por culpa de los apetitos sexuales de su marido en la mismísima Casa Blanca.
Más interesante es el caso de Nancy Reagan. En medio de la Guerra Fría que su marido intentaba ganar a la Unión Soviética, Nancy reconoció que muchas de las decisiones que tomaba, por ejemplo, para programar la agenda de su marido, las hacía después de haber consultado a un astrólogo. El anuncio de la reelección de Ronald se habría realizado a las 12:10 a.m. que coincidía con una óptima alineación planetaria.
En la misma época, pero al otro lado de la Cortina de Hierro, la siberiana Raísa Gorbachova, esposa del último jerarca soviético, Mijaíl Gorbachov, fue acusada porque habría sido sorprendida comprando en tiendas de lujo en su visita a Estados Unidos y, supuestamente, de haber pagado con tarjeta de crédito, símbolo demoniaco del consumo para un comunista en aquellos años.
En estas mismas gélidas tierras, encontramos quizás el caso más emblemático de lo que puede llegar a provocar una conducta inapropiada de parte de la esposa de un líder. Nos referimos a Alejandra Fiódorovna Romanova, emperatriz de Rusia y esposa del zar Nicolás II. Desesperada por la incapacidad de los médicos de la corte de curar la hemofilia que sufría su hijo Alekséi, recurrió al místico ruso Grigori Rasputín. El éxito del “monje loco” en la supervivencia del pequeño heredero al trono de Rusia le valió ganarse la confianza de los zares hasta llegar a ganar un rol importante en la toma de decisiones del imperio. Su participación en el gobierno y la confianza ciega que le tenía la emperatriz fueron claves en el desprestigio de un régimen que se caía a pedazos a raíz de la Gran Guerra. El esfuerzo de los zares por mantener a su hijo con vida se esfumó, no por culpa de la enfermedad que lo aquejaba, sino por la ejecución de toda la familia a manos de los bolcheviques.
Finalmente, aunque en el ajedrez el juego se resuelve cuando acaban con el rey, en general, la partida se decide antes, cuando cae la reina. Depende del presidente Boric y de sus asesores saber mover las piezas de la forma correcta para que ninguna de estas dos cosas ocurra.
Publicada en El Mercurio de Valparaíso.