¿Culpa de La Roja?

3 de Julio 2017 Columnas

Si hasta los médicos pueden operar viendo el partido y saltar para celebrar un gol, bisturí en mano, esta columna no podía ser menos y por lo tanto, será en modo fútbol/política. Hoy no podía escribir de otra cosa que no fueran los dos partidos (uno infartante y otro presumiblemente no tanto) que se juegan en esta jornada: la final Chile-Alemania y las primarias presidenciales de Chile Vamos y el Frente Amplio.

El cómo ambos eventos han ido avanzando de maneras paralelas, pero sin necesariamente contagiarse el uno al otro, tiene varias aristas. Por un lado, hay un ambiente de excitación respecto de la performance que tendrán Claudio Bravo, Alexis Sánchez, Arturo Vidal y toda la escuadra nacional en Rusia, sensación marcada además por un componente de nuevo triunfalismo que se ha instalado en nuestro país, gracias a las hazañas de este equipo en los últimos años (algo impensable para quienes vivimos la época de la calculadora en mano y el sufrimiento porque casi nunca llegábamos ni siquiera a clasificar).

Pero en la otra cara de la moneda, en un absoluto mundo paralelo, el otro partido, ese que se juega a esta hora en las urnas y por el que los candidatos de Chile Vamos y el Frente Amplio se han sacado desde los ojos hasta los trapitos al sol –pasando por incluir a las esposas en los debates, de manera bien poco elegante-, parece no prender de igual manera. La mayor parte del país viste hoy camiseta roja, pero no porque tengamos un patriotismo cívico-institucional a toda prueba, sino porque probablemente la parrilla ya está encendida en espera de la llegada de La Roja al campo de juego de San Petersburgo. ¿Cuántos llegarán a votar con ese atuendo y la bandera ondeando en el auto?

Las predicciones de ambos partidos también han dado para todo. Incluso, el sucesor –versión chilensis- del pulpo Paul, el lobo Zabivaka, ya predijo que “el equipo de todos” le gana a la escuadra germana, aunque no se atrevió a vaticinar qué pasará con las primarias. Los “videntes” más cercanos a la política han dicho que en Chile Vamos ganará Sebastián Piñera (como lo han adelantado todas las encuestas) y que la duda estará en lo que suceda con el segundo lugar: ¿Será la hiperventilación de Manuel José Ossandón o la tranquilidad y mesura casi medieval de Felipe Kast la que marcará la pauta, pensando ya no en 2018, sino en 2022?

En el Frente Amplio, en tanto, las voces apuestan a un triunfo holgado de Beatriz Sánchez, aunque Alberto Mayol logró subir en algo su rating tras el acalorado debate con su compañera de coalición. De igual forma, en las últimas encuestas hay al menos siete puntos que separan a ambos precandidatos.

Los vaticinios respecto del proceso de las primarias son un poco más uniformes. Casi todos los sectores políticos han manifestado su preocupación por una posible baja en la participación ciudadana, considerando que ya el año pasado los chilenos fueron reacios a ser parte del proceso eleccionario. De hecho, el 2016 Chile jugó en cuartos de final de la Copa Centenario contra México, el día anterior a las elecciones (cuando La Roja masacró al “Tri” por 7 goles a 0). Sin partido a la vista y con el corazón contento, ese domingo 19 de junio votó apenas un 5% del padrón habilitado, de acuerdo a los datos del Servel. ¿Qué queda entonces para hoy, con una final justo a la hora de almuerzo?

Lo más probable es que los augurios políticos estén acertados. La duda, sin embargo, va a quedar en el aire: ¿Es la Copa Confederaciones la culpable de la abstención electoral? ¿Son Sánchez, Vidal y Medel los culpables? ¿O la responsabilidad está en manos de una clase política desconectada, junto a un candidato, Alejandro Guillier, que llama a no votar (porque él no está en la papeleta, ¡Vaya civismo!) y a un debate de la derecha donde más que ideas fueron las descalificaciones las que marcaron la pauta?

Un dato más. Mientras el juego de la selección chilena ha mejorado con creces en las últimas décadas, en las elecciones populares la debacle en términos de participación ha ido in crescendo. Si en las presidenciales del 2013 –la primera con sistema de inscripción automática y voto voluntario- la abstención llegó a un 59%, en las municipales pasadas nos acercamos peligrosamente al 70% de connacionales que no quisieron sufragar.

Ayer la culpa fue del voto voluntario. Hoy será de La Roja y la Copa Confederaciones. Sin embargo el factor común es otro: una clase política desgastada y con suficientes tarjetas rojas en el cuerpo como para descalificar a una selección completa.

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