Conversando la clasificación de riesgo

29 de Julio 2017 Columnas

En 2012 Standard and Poor´s (S&P) mejoró nuestra clasificación de riesgo desde A+ a AA-. Sin duda una gran noticia. Tanto que un amigo extranjero, experto en estos temas, me llamo para felicitarme.

-Imagino que deben estar felices: ¡tienen la mejor clasificación del mundo emergente!

– Obvio. No solo le baja el costo financiero al Estado, sino que a toda la economía. Debo confesarte, eso sí, que yo pensaba que la nota podía ser mucho mejor.

-No seas agrandado, si ustedes lo han hecho bien, pero siguen siendo un país de ingreso medio.

– ¿Y qué tiene que ver? La clasificación de riesgo no es un test de desarrollo, sino que del riesgo de no pago de una deuda. ¿O me vas a decir que una persona de altos ingresos, pero ultra endeudada es menos riesgosa que una de menores ingresos, pero con poca deuda?

– Tienes razón.

-Bueno, para un país es lo mismo. Y resulta que Chile tiene bajísimos niveles de deuda. Es más, si consideras los ahorros del fisco, somos de los pocos en el mundo con una posición acreedora neta.

-Ok, pero ¿quién me dice que eso seguirá así?

-Nuestra regla fiscal, le respondí.

-No te entiendo.

– Lo que pasa es que Chile sigue una regla en la que el gasto del fisco no viene dado por sus ingresos corrientes, sino que por sus ingresos estructurales que dependen del crecimiento y del precio del cobre de largo plazo.

– ¿Y la idea es que ingresos y gastos fiscales estén equilibrados en el largo plazo?

-Exacto….

-Qué maravilla. Ojalá tuviéramos algo parecido en mi país.

– Fíjate que además este sencillo principio tiene propiedades bien importantes. Por ejemplo, como la deuda no es un ingreso estructural, se le pone un freno natural al endeudamiento como fuente de financiamiento permanente del gasto, uno de los problemas que vemos en otras economías.

-Te sigo…

-Es más, con esta regla, el país ahorra en sus fondos soberanos en los periodos de boom y puede aumentar transitoriamente su deuda o sacar plata de estos ahorros para financiar parte del gasto en los ciclos malos. Como los ciclos tienden a compensarse, nuestro endeudamiento neto siempre será bajo. Ergo, nuestra clasificación de riesgo debiera ser mejor que el AA- que nos acaban de dar. ¿Ahora ves mi punto?

-Creo que tienes razón, acabó por reconocer mi amigo.

En momentos en que el mismo S&P acaba de rebajar nuestra clasificación, me doy cuenta que a mi amigo le faltó hacer la pregunta del millón: ¿Qué garantiza que la regla fiscal se cumpla?

Nada demasiado robusto. El gobierno de turno es quien fija la meta estructural para su periodo y además no está obligado a cumplirla.

Luego de que el gobierno anterior redujera el déficit estructural desde 3,1% a 0,5% del PIB, el actual declaró que lo llevaría al equilibrio. Pero cerraremos con un déficit estructural de 1,7% del PIB. Se gastó mucho más de lo sostenible y se comprometieron gastos futuros que limitarán al próximo gobierno.

Por lo mismo, no es de extrañar que la deuda haya crecido mucho más de lo que natural y transitoriamente debía ocurrir si se hubiera apuntado al equilibrio fiscal estructural. Cuatro años de mediocre crecimiento al 1,8% completan la historia. Una combinación que, a juzgar por su decisión, S&P no ve como pasajera.

El llamado es claro: retomar el crecimiento de largo plazo, pero también a la urgente necesidad de reforzar la credibilidad de nuestra regla fiscal.

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