Como perros y gatos

29 de Junio 2020 Columnas

Poco quedó esta semana del espíritu de acuerdo entre el Congreso y el Presidente de la República, tan requerido por parte del Ejecutivo en días pasados a propósito de las medidas de emergencia por el COVID19. La pelea por la presentación de proyectos que pueden ser considerados constitucionalmente inadmisibles, abrió un impasse entre ambas instituciones y generó un nuevo flanco de críticas hacia el Mandatario.

El Jefe de Estado ha “iniciado un inadecuado e inoportuno conflicto con el Congreso Nacional, al buscar afectar sus atribuciones”, dijo la timonel del Senado, Adriana Muñoz, en un comunicado emitido esta semana en el que da cuenta de la molestia que las palabras de Piñera produjeron en la corporación.

Se trata de una pelea que –en primer término- solo entienden y solo les interesa a los involucrados. El resto del país está pendiente de la pandemia, de los contagios, de la pérdida de empleos, de la pobreza y del hambre. De hecho justo mientras la lucha de egos entre el Gobierno y el Parlamento se llevaba a cabo, el Fondo Monetario Internacional recortaba sus proyecciones para la economía chilena y advertía de una caída de más de siete puntos para este 2020.

Pero además, los proyectos que pretende frenar el Ejecutivo a partir de la definición de inconstitucionalidad y de un panel de expertos que analice los procedimientos para definir la admisibilidad o inadmisibilidad de las iniciativas en el Congreso, son precisamente textos que la ciudadanía espera sean realidad, como el posnatal de emergencia o el que restringe la posibilidad de cortes en servicios básicos por no pago, mientras dure la pandemia. Son alternativas que la ciudadanía espera con ansias y ante las cuales no entiende de pugnas constitucionales.

En este escenario, la disputa por quién presenta qué proyecto no tiene mucho sentido y es tan alejado de la gente y sus preocupaciones cotidianas, como la física cuántica.

Poco ayudan además este tipo de desaguisados en la aprobación ciudadana tanto del Congreso como del Presidente. Mientras el Mandatario se mantiene pegado en un 24% en esta materia, según las últimas encuestas Cadem, el Parlamento sigue siendo criticado urbi et orbe y aún está por verse cómo saldrá parado en las próximas mediciones (en la CEP de diciembre apenas llegaba al 3% de respaldo).

En todo caso, no es una pelea nueva. Se trata de una forma de operar por parte del Congreso que ya venía tomando forma hace años, probablemente como una manera de hacer contrapeso al excesivo presidencialismo de nuestro sistema, en el que gran parte de los proyectos relevantes y su velocidad de tramitación dependen del presidente de turno.

Por su parte, ante el aumento en este tipo de iniciativas, el Ejecutivo vio que le estaban torciendo la mano y eso no le cayó bien. Pero quizás había formas menos espectaculares de hacerle el “parelé” al Parlamento. Una en la que primara el acuerdo y la conversación, y en la que quizás, el recién nombrado ministro de la Segpres, Claudio Alvarado, tuviera un rol contenedor y negociador –e hiciera la pega-, en vez de que el Mandatario anunciara a través de la prensa la disputa. Sobre todo, considerando que se trata de materias que ya están reguladas: si el Presidente considera que un texto es inconstitucional, puede recurrir al TC o simplemente vetarlo.

El Congreso, por su parte, debiera dejar de lado la política de matinal, esa destinada a espectacularizar las iniciativas y proyectos, y concentrarse en negociar y llegar a acuerdos con el Ejecutivo, de manera que –si hay propuestas que constitucionalmente requieran del patrocinio del gobierno- esto se logre mancomunadamente y no tratando de pasar gato por liebre, pues el apego del Parlamento a la Carta Fundamental –guste o no guste la que actualmente rige- es esencial para el funcionamiento adecuado de las instituciones.

Pero por sobre todo, los sectores políticos no pueden seguir involucrados en peleas intestinas (incluso dentro del mismo oficialismo), pirquineando la ventaja política, mientras el país continúa sumido en cuarentenas y con un panorama económico que pinta de color negro hormiga.

Lo cierto es que esta iniciativa y las declaraciones del Ejecutivo solo han servido para enturbiar las relaciones con el Congreso y mostrar que –una vez más- la clase política vive en otro planeta, bastante alejado de las preocupaciones de los chilenos. En un escenario de crisis sanitaria y económica como el que vive el país, no hay espacio para que las instituciones anden como el perro y el gato, buscando la rencilla barata y la cámara fácil.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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