Cómo hablar de los libros no leídos

18 de Diciembre 2022 Columnas

En vísperas de Navidad, espero con ansias que me regalen libros. Todos quienes me conocen saben que me encantan y hoy en día, aunque caros, salen bastante más económicos que una camiseta de Wanderers.

Gracias a esta afición que comparto con mi esposa, hemos ido acumulando muchos volúmenes. La amplia colección se compone de libros heredados, algunos comprados durante la época universitaria, otros más en la época profesional, muchos gracias a fondos de investigación y una buena cantidad regalado por amigos y por donaciones de personas que muchas veces no saben qué hacer con bibliotecas de un abuelo o abuela que pasó a mejor vida.

Aunque tengo amigos que duplican y triplican nuestra biblioteca, los libros que tenemos rara vez dejan indiferente a alguna visita. La pregunta recurrente que surge en cada uno de los huéspedes es si los hemos leído todos.

Me encantaría decir que sí, pero la verdad es que no. Leídos completos, un porcentaje menor. Otros han sido consultados por partes y la gran mayoría está ahí esperando el momento para ser usados, aunque tengo claro que algunos me sobrevivirán sin la oportunidad de haber pasado por mis manos.

Hasta hace muy poco, esto me generaba cierto grado de frustración mezclado con angustia. Una sensación similar a la que me embargaba cuando los alumnos superaban un control de lectura con éxito a pesar de que tenía la certeza de que el libro encargado jamás había pasado por sus manos y que la experiencia más cercana al escrito había sido un resumen de Youtube.

Al mejor terapeuta frente a esta crisis existencial por la lectura, vaya paradoja, lo encontré hace poco a través de un libro. Su nombre: Pierre Bayard, autor de la obra “Como hablar de los libros que no se han leído”.

Bayard a lo largo de su trabajo busca demostrar una tesis bastante extrema sobre la lectura: “Para hablar con rigor de un libro, es deseable no haberlo leído del todo, e incluso no haberlo abierto nunca”, asegura.

Su ensayo, en términos generales, es una crítica a esa pretensión que tienen los intelectuales de demostrar que han leído una cantidad infinita de libros. Bayard habla de la hipocresía y la mentira generalizada sobre los libros efectivamente leídos, en especial, considerando la volatilidad que existe sobre este tema: “la lectura es un lugar de la evanescencia, resulta difícil saber con precisión si se ha leído o no un libro”.

El trabajo de Pierre Bayard más que ser un manual de cómo sobrevivir en el mundo académico sin haber leído, busca demostrar que, tan importante como la lectura, es tener una idea general acerca de los libros y da como un buen ejemplo a los bibliotecarios que, sin tener la posibilidad de leer todo cuanto resguardan en la biblioteca, tienen la capacidad de guiarnos respecto de las obras que en ellas se contienen.

Sobre esto, dice el autor: “Ser culto no consiste en haber leído tal o cual libro, sino en saber orientarse en su conjunto (…) El interior importa aquí menos que el exterior, o, si se prefiere, el interior del libro coincide con su exterior, pues lo que cuenta en cada libro son los libros adyacentes”.

En esta misma línea, más importante que leer un solo libro completo en particular, lo que realmente importa para Bayard es esa capacidad, incluso sin haber leído, para organizarse en relación con la inmensidad de libros con el fin de no dejarse sumergir por ellos: “A ese respecto, merece ser defendida e incluso enseñada”.

De esta forma Pierre Bayard nos va consolando a aquellos que tenemos grandes bibliotecas que jamás podrán ser leídas. A recibir libros de regalo tranquilos sabiendo que quizás jamás los leamos, siendo suficiente el gusto de tenerlos. Asimismo, nos impulsa a seguir formando a nuestros estudiantes en la lectura aun sabiendo que no van a leer lo que le exigimos.

En fin, no sé qué más dice Bayard, le dejo a usted esta tarea. Porque para mí leer completo su libro además de una inconsecuencia, me parece una mala educación con lo que promueve su autor.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

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