Aunque Chile sigue apareciendo en las estadísticas como uno de los países más seguros de Latinoamérica, su tasa de homicidios ha aumentado significativamente en los últimos años: de 3,3 por cada cien mil habitantes, en 2017; a un promedio de 6,7 en 2022. O sea, en tan solo cinco años la cifra se duplicó.
El aumento de la delincuencia y los crímenes con violencia se ha tomado, justificadamente, el debate público desde hace unos años, y es probable que constituya una carta electoral recurrente en los próximos años. Sin embargo, existe una dimensión de este tema apenas abordado: ¿qué consecuencias tiene el alza de estos crímenes en los niños y niñas de Chile? No es necesario haber estado expuesto directamente a un crimen ni haberlo observado para que muestre efectos negativos en el desarrollo de los menores de edad que viven en comunas con mayor concentración de violencia.
Un estudio reciente que realizamos junto a Agustina Laurito muestra resultados relevantes en relación al desarrollo del lenguaje en niños de entre 2,5 y 6 años de edad que han estado expuestos a homicidios en su comuna [ABUFHELE y LAURITO 2023]. Se trabajó con un total de 1.194 niños y niñas de 75 municipios del país, a quienes se les aplicó una evaluación lingüística que utiliza imágenes asociadas a palabras y mide lenguaje expresivo.
Estudiar el efecto de la violencia en el barrio durante la primera infancia es particularmente relevante, dados los hitos clave del desarrollo que se adquieren durante este período, siendo la adquisición del lenguaje uno de los más importantes. La adquisición temprana del lenguaje afecta muchos otros aspectos del desarrollo de los niños pequeños: contribuye a su capacidad para gestionar emociones y comunicar sentimientos, establecer y mantener relaciones, pensar simbólicamente y aprender a leer y escribir. Además, evidencia sustancial ha demostrado un fuerte vínculo entre el desarrollo temprano del lenguaje y los resultados en la vida posterior.
Utilizando datos de la Encuesta Longitudinal de la Primera Infancia (tercera ronda, 2017) y de las estadísticas delictuales oficiales del Ministerio del Interior comparamos niños/as de una misma comuna, dividiendo dos grupos: a uno la prueba se le aplicó antes de la ocurrencia de un homicidio en su comuna, y al otro se le realizó un mes después de que ocurriese uno.
Los resultados muestran que aquellos niño/as que viven en comunas en las que ocurrió un homicidio un mes antes de la evaluación lingüística obtuvieron puntuaciones entre 0,18 y 0,41 más bajas que el resto de niños y niñas evaluados de la misma comuna. Adicionalmente, el trabajo muestra que la exposición a múltiples homicidios (como lamentablemente ocurre en algunas comunas del país) sí importa, y el efecto negativo es más fuerte para los niños dentro de esas comunas más violentas. Aunque para este trabajo no testeamos cuáles son los mecanismos a través de los cuales un menor de edad se ve afectado por la violencia a su alrededor, es probable que tales entornos hacen que padres, madres o cuidadores estén más estresados, lo cual incide en un determinado ambiente doméstico (con más ansiedad, por ejemplo), así como la decisión de no exponer a esos menores a áreas verdes u otros espacios públicos de su comuna, incluso al extremo de no enviarlos a clases. En un siguiente trabajo que estamos realizando, exploramos los potenciales mecanismos que hay detrás de la asociación entre barrios violentos y performance académica de niños y niñas.
Nuestro estudio testeó, también, si acaso la competencia parental tiene un rol moderador respecto de los efectos negativos de los homicidios en el lenguaje de los niños, en el sentido de poder amortiguarlo, aunque no encontramos evidencia concluyente al respecto. A pesar de ello, una implicación importante de este trabajo es que la violencia no tiene que ser localizada o extrema para perjudicar el desarrollo del lenguaje en la primera infancia.
La evidencia internacional sugiere que la violencia en el barrio es perjudicial para los niños y niñas, aunque hasta ahora los estudios al respecto provienen de países con altos niveles de violencia. Por eso, estudiar los efectos de la violencia en el barrio en la primera infancia, en un contexto como el chileno —donde la violencia en comparación a otros países ha sido baja, pero está experimentado un importante crecimiento— es muy importante, ya que las respuestas, estrategias y mecanismos que las familias pueden desarrollar para afrontar esto pueden ser diferentes de los que están en juego en los países donde la violencia ha sido persistentemente alta.
Publicada en Ciper.