- Doctor en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile, 2012.
- Magíster en Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso.
- Licenciado en Humanidades, Ciencias de la Comunicación y Ciencias de la Educación, Universidad Adolfo Ibáñez.
- Periodista y Profesor, Universidad Adolfo Ibáñez.
Claves para un debate constitucional
Gonzalo Serrano
El pasado 4 de julio de 2022, en una ceremonia protocolar, se hizo entrega del borrador de un proyecto constitucional que busca reemplazar, mediante un plebiscito, la actual carta magna.
Antes de conocerse el texto definitivo, ya se podían visualizar dos bandos claramente establecidos a favor o en contra de la propuesta. Esto demuestra que, en realidad, daba un poco lo mismo su contenido, ninguno de los dos extremos se iba a mover de su trinchera.
Lo que viene ahora será la propaganda política a favor de cada opción, las noticias falsas en las redes sociales, los linchamientos, las miradas mesiánicas respecto al nuevo texto y, por oposición, las apocalípticas.
Me abstengo de dar a conocer mi postura, que en nada va a hacer cambiar su opción de voto, por el contrario, me parece mucho más prudente asumir el rol que, a mi juicio, le debería corresponder a la academia y que lejos de abanderizarse por el apruebo o el rechazo, debería ser el de entregar herramientas de análisis al momento de tomar su decisión.
En esta línea, la obra del profesor argentino Ezequiel Spector, "Malversados”, puede resultar de gran utilidad. Este libro está dedicado a analizar de qué forma la falacia se apoderó del debate político en Argentina. Spector, en 235 páginas, nos revela cuáles son las trampas argumentativas más comunes en la discusión política en su país y que, por supuesto, hoy vemos presentes en Chile a raíz del debate constitucional: falacia contra la persona, falso dilema, relativismo, apelación de autoridad, razonamiento blindado, apelación de la fe, ambigüedad, igualdad, falacia ad hominem, salto lógico, apelación del pueblo, argumento circular, del espantapájaros, punto medio y de Perogrullo.
Sería largo explicar cada una de estas falacias, por lo que me referiré a algunas de ellas. La primera es la del razonamiento blindado y que consiste en interpretar la realidad de tal forma que confirme la hipótesis que nos conviene. Se trata, dice Spector, de un fenómeno propio de la psicología humana: “Poseemos una tendencia bastante fuerte a interpretar la realidad de tal forma que confirme opiniones o ideas que teníamos de antemano”. Lo vemos día a día y acentuado desde el 18 de octubre de 2019, por ejemplo: el estallido fue la respuesta a la necesidad de una nueva Constitución o el mismo acontecimiento fue un hecho concertado por el partido comunista y los grupos radicales venezolanos. Ambas son hipótesis prácticamente imposibles de comprobar y, por lo mismo, funcionan en el discurso. En el caso específico del debate constitucional, aquellos que rechazan, encontraron en el borrador las razones que confirman su postura, mientras que los están a favor del apruebo dieron con las claves que justifican su elección. No hay opción ni interés de abrirse al debate.
Otra falacia interesante que menciona Spector es la de la apelación a la fe, que no tiene que ver, en estricto rigor, con religión, sino con usar la creencia en algo, la fe como un argumento. El problema es que creer es un sentimiento, que no tiene argumentos ni fundamentos razonables. En el caso del proyecto de los constituyentes, vemos cómo aparece de forma recurrente la fe de los apruebo en que Chile será más justo con una nueva constitución y, en el bando contrario, la creencia de que nos transformaremos en Chilezuela. No obstante, afirma el autor: “En el terreno político, la fe, la esperanza, el optimismo y la confianza no reemplazan los argumentos. Y si alguien quiere hacernos creer que sí, entonces está haciendo trampa”.
Por último, una de las falacias muy utilizada es la del espantapájaros, aquella en que el oponente ridiculiza los argumentos de su adversario para, a continuación, refutar aquella versión más débil. Se habla de un espantapájaros porque quien debate lo hace con una versión distorsionada de su rival. Esto lo hemos visto desde el inicio de la discusión constitucional por uno y otro bando, desprestigiando a la actual Constitución o al borrador. Mientras que para algunos la Constitución de 1980 fue escrita por cuatro generales, el actual borrador es un “mamarracho”.
El panorama, a mi juicio, resulta poco alentador en términos de la discusión en torno al texto por la falta de interés en llegar a acuerdos y el abuso de estos recursos argumentativos, en su mayoría falaces. Para aquellos que aún no estén decididos o quieran votar de buena fe, la recomendación final la da el mismo Spector y es la de “hacer un genuino esfuerzo intelectual por considerar realmente las pruebas en contra de nuestras ideas y darles el valor que merecen”.
Publicada en El Mercurio de Valparaíso.