Clarificaciones sobre el impuesto a las empresas

6 de Junio 2017 Columnas

A partir de una comparación de la tasa de impuestos a las empresas con la de países OCDE, me ha sorprendido leer opiniones con conceptos errados respecto a cómo funciona el sistema tributario y que, más allá de las legítimas discrepancias respecto a si hay que bajar o no la tasa de impuesto vale la pena clarificar.

Lo primero es entender la diferencia entre cómo funciona un sistema clásico, donde el impuesto a las empresas está desintegrado respecto al de las personas, respecto a uno integrado. El mejor ejemplo para entenderla es considerar el caso de una empresa con un solo dueño o inversionista que tiene utilidades por $600 mil al mes.

En un sistema integrado con una tasa corporativa de 25%, paga durante el año 25% por impuestos a las utilidades, pero luego en el Global Complementario en abril por estar exento de impuestos (con menos de $630 mil mensuales se está exento) se le devuelve todo y finalmente pagó 0%. Si la tasa hubiera sido 10% o 30%, al final igual hubiera pagado 0% porque es la tasa personal la que importa. Ese mismo inversionista o dueño de la misma empresa en un sistema desintegrado paga 25% durante el año y después no le devuelven nada, así es que finalmente pagó 25%. En ambos casos la tasa de impuesto corporativa es 25%, pero el impuesto efectivo es de 0% en un caso y de 25% en el otro.

Curiosamente, he visto opiniones diciendo que un ejemplo como este es equivocado porque asume que las utilidades de la empresa se distribuyen y que en el caso en que se reinviertan se posterga el pago del impuesto personal. Eso no es correcto, el sistema integrado “es el régimen en que los dueños de empresas tributan por las rentas que estas generan, independiente de los retiros que realicen”.

Si uno quisiera comparar impuestos a las empresas entre países, no sólo es necesario tomar en cuenta si el sistema es integrado o desintegrado, además hay que considerar los impuestos estatales o provinciales en los países federales. Alemania, por ejemplo, tiene tasa federal de 15% y es la que muchos citan, pero cuando se suman los impuestos de cada estado la tasa total llega a 30% para las utilidades de una empresa. Por último, la comparación correcta debe considerar los distintos beneficios tributarios a la inversión, la compra de bienes de capital y los esquemas de depreciación. Esa comparación correcta se llama “tasa marginal efectiva”, que consiste en calcular los impuestos que pagaría un proyecto de inversión considerando todos los impuestos y beneficios tributarios. Al hacerlo, las diferencias pueden ser más relevantes de lo que se cree. Por ejemplo, en Bélgica la tasa de impuestos es 34%, pero la tasa efectiva de impuestos es 25,9% (Michael Deveraux, Oxford University).

LO SEGUNDO que es importante clarificar y entender es la incidencia del impuesto. En economía desde hace ya mucho tiempo se sabe que una cosa es quién envía el cheque para pagar impuestos y otra muy distinta es quién realmente paga. El mejor ejemplo es el IVA, los comercios pagan IVA al Sil, pero en realidad el IVA lo pagan los consumidores a través de mayores precios en lo que compran. La pregunta entonces es quién paga el impuesto a las empresas. Desde el punto de vista económico, no tiene sentido asignar incidencia tributaria a una empresa o una entidad legal. El pago final de un impuesto recae siempre sobre individuos. El impuesto a las utilidades de las empresas podrá recaer finalmente sobre los dueños de la empresa, sus trabajadores, proveedores o los consumidores que compran sus productos o servicios, pero no recae sobre la empresa. Esto es algo relevante que varios analistas y comentaristas olvidan u omiten en su análisis y por eso vale la pena recordarlo. La mejor evidencia hasta ahora, incluso para el caso de economías abiertas como la chilena, es que el impuesto a las utilidades de las empresas recae casi completamente en los dueños de la empresa en el corto plazo. Así lo muestra una revisión de la evidencia realizada por Jane Gravelle en el Congressional Budget Office (CBO) en Estados Unidos y, por esa razón, el CBO en todos sus análisis de incidencia considera que el impuesto a las empresas lo pagan en 100% los dueños del capital.

Hay también evidencia de que en el largo plazo una parte del impuesto recae sobre los trabajadores de la empresa a través de menores sueldos y, por esa razón, para los análisis de largo plazo el Urban-Brookings Tax Policiy Center utiliza una incidencia de 80% para los dueños de la empresa y 20% para sus trabajadores.

Desde el punto de vista de política tributaria, hay bastante consenso en que el rol que debe jugar el impuesto a las utilidades de las empresas es simplemente el de retención del impuesto final que pagan las personas y eso se logra con un impuesto integrado. Ello reduce la evasión y es más barato de administrar y fiscalizar. En palabras de Arnold Harberger: “Podemos tener la confianza de que atrapar las utilidades de las empresas en la fuente lleva a una recaudación mejor y más justa de los impuestos que hay que pagar por esas utilidades que la que se obtendría al intentar que tributaran sólo cuando llegan a nivel personal”.

En términos de su implementación Harberger propone algo que podría escandalizar a muchos en Chile: poner un impuesto a las empresas igual a la tasa máxima del impuesto a las personas y luego no cobrar impuestos por las utilidades repartidas a los dueños. Esa propuesta equivale a subir el impuesto a las utilidades de las empresas a 35%, aunque en la práctica su propuesta es idéntica al actual esquema integrado con tasa personal máxima de 35%. 

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