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Chile extremo

Las dificultades sociales, el desapego a las fuerzas políticas tradicionales y las carencias de un país en deuda consigo mismo, se han transformado en un caldo de cultivo peligroso y real para un populismo que parece haber llegado para quedarse.
Karen Trajtemberg

Karen Trajtemberg

Magíster en Comunicación Estratégica
Directora Escuela de Periodismo UAI Campus Viña del Mar. Magíster en Comunicación Estratégica
  • Magíster En Comunicación Estratégica, Universidad Adolfo Ibáñez, Chile, 2014

Ex Jefa de prensa de Senador Ricardo Lagos W. Anteriormente trabajó en la sección política del diario la Segunda y en la revista Qué Pasa.

29 diputados de RN y 11 de la UDI, de un total de 120 que componían la Cámara en esos años. En la centroizquierda, 38 representantes de la DC, apenas 2 del PS, 16 del PPD y cero para el PC, con una participación electoral del 95% de quienes estaban habilitados para votar (con voto obligatorio, eso sí). Ese fue el panorama de las elecciones parlamentarias de 1989, cuando Chile recién se aprestaba a regresar a la democracia y los votantes huían de los extremos para concentrarse en el centro.

En 2017, el escenario fue distinto. Con el debut del sistema electoral proporcional, el aumento de la cantidad de parlamentarios a 155 y una baja considerable en la participación, que apenas llegó a 46,6%, los votantes comenzaron a moverse hacia los extremos del mapa electoral: RN logró 36 diputados; la UDI, 30; la DC, 14 (ni siquiera la mitad de lo obtenido en 1989); el PS, 19; el PPD, 8, y el PC, 8. A ellos se agregaron los parlamentarios del Frente Amplio: 20 diputados electos, que fueron una sorpresa para muchos.

En cuanto a las presidenciales, la situación es similar. En 1989, la ciudadanía se inclinó derechamente por el centro y el DC Patricio Aylwin se convirtió rápidamente en presidente (sin dar lugar a segunda vuelta), con el 55,1% de los votos.

Para 2017, si bien el elegido fue Sebastián Piñera, los números dieron sorpresas. Mientras el actual Mandatario pasó a segunda vuelta con un 36,6% de los votos, hubo un 8% que optó por José Antonio Kast, de extrema derecha. La izquierda, en tanto, fue muy dividida y aunque fue el independiente (apoyado por el PR, el PS, el PPD y el PC) Alejandro Guillier quien pasó al repechaje, con un 22,7% de los sufragios, la representante del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, se empinó en el 20% de las preferencias, casi alcanzando al líder de la Nueva Mayoría.

Hoy, cuatro años después, las encuestas empiezan a delinear lo que serán las elecciones de noviembre. Si bien la participación de la ciudadanía será una incógnita hasta último momento, el movimiento de los presidenciables ya comenzó y se empezó a instalar en la retina pública.

Así, la CEP dada a conocer hace algunos días, situó a las figuras que dan vueltas en el ambiente presidencial respecto de su aprobación y rechazo (aunque no midió intención de voto), con sorpresas como que la mejor evaluada es la populista diputada PH, Pamela Jiles. De hecho, entre los 23 personajes valorados, es la única que se ubica en el cuadrante de mayor conocimiento y aprobación, con un 54% de estimación positiva. En segundo lugar –entre quienes han manifestado intenciones de llegar a la primera magistratura- aparece Joaquín Lavín, con un 32% de aprobación.

En otras mediciones, los nombres se repiten y se agregan otros. La encuesta Pulso Ciudadano, de Activa, ante la pregunta “pensando en el futuro, ¿quién preferirías que sea el próximo presidente de Chile, exceptuando a Sebastián Piñera?”, la primera en la lista vuelve a ser Jiles, con un 22% de las menciones, seguida por el PC Daniel Jadue, con 10%; Joaquín Lavín, con 8% y José Antonio Kast, con 5%.

¿Qué tienen en común estos nombres? Se trata de personajes que han hecho del antipartidismo su razón de ser; que han vilipendiado a las tiendas políticas como si fueran el anticristo (Lavín lo viene haciendo desde 1999); que se muestran como antiestablishment, pese a que pertenecen y viven de él; que muestran altas dosis de populismo y que aprovechan las cámaras y los matinales de TV como plataforma de campaña favorita.

El molde parece ser el mismo, solo cambia la vereda ideológica desde la que hablan, en un escenario electoral extremadamente polarizado, donde el centro se desdibuja y la mesura, los proyectos país, pasan a un segundo plano, de la mano de propuestas para el hoy y el ahora, que provean de la mayor cantidad de aplausos inmediatos (como los sucesivos retiros del 10% de Jiles) y que permiten incluso el desparpajo, como cuando la “abuela” habla de “nietitos”, trata de “diputado candado chino” a un parlamentario o hace proselitismo por su propia pareja, el candidato a gobernador Pablo Maltés.

El escenario hoy muestra un Chile que se mueve hacia los extremos, al que poco le importa la responsabilidad fiscal o política, y que transforma el debate público en una lucha al estilo Trump o Maduro. Las dificultades sociales, el desapego a las fuerzas políticas tradicionales y las carencias de un país en deuda consigo mismo, se han transformado en un caldo de cultivo peligroso y real para un populismo que parece haber llegado para quedarse.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.

Chile extremo

Las dificultades sociales, el desapego a las fuerzas políticas tradicionales y las carencias de un país en deuda consigo mismo, se han transformado en un caldo de cultivo peligroso y real para un populismo que parece haber llegado para quedarse.

29 diputados de RN y 11 de la UDI, de un total de 120 que componían la Cámara en esos años. En la centroizquierda, 38 representantes de la DC, apenas 2 del PS, 16 del PPD y cero para el PC, con una participación electoral del 95% de quienes estaban habilitados para votar (con voto obligatorio, eso sí). Ese fue el panorama de las elecciones parlamentarias de 1989, cuando Chile recién se aprestaba a regresar a la democracia y los votantes huían de los extremos para concentrarse en el centro.

En 2017, el escenario fue distinto. Con el debut del sistema electoral proporcional, el aumento de la cantidad de parlamentarios a 155 y una baja considerable en la participación, que apenas llegó a 46,6%, los votantes comenzaron a moverse hacia los extremos del mapa electoral: RN logró 36 diputados; la UDI, 30; la DC, 14 (ni siquiera la mitad de lo obtenido en 1989); el PS, 19; el PPD, 8, y el PC, 8. A ellos se agregaron los parlamentarios del Frente Amplio: 20 diputados electos, que fueron una sorpresa para muchos.

En cuanto a las presidenciales, la situación es similar. En 1989, la ciudadanía se inclinó derechamente por el centro y el DC Patricio Aylwin se convirtió rápidamente en presidente (sin dar lugar a segunda vuelta), con el 55,1% de los votos.

Para 2017, si bien el elegido fue Sebastián Piñera, los números dieron sorpresas. Mientras el actual Mandatario pasó a segunda vuelta con un 36,6% de los votos, hubo un 8% que optó por José Antonio Kast, de extrema derecha. La izquierda, en tanto, fue muy dividida y aunque fue el independiente (apoyado por el PR, el PS, el PPD y el PC) Alejandro Guillier quien pasó al repechaje, con un 22,7% de los sufragios, la representante del Frente Amplio, Beatriz Sánchez, se empinó en el 20% de las preferencias, casi alcanzando al líder de la Nueva Mayoría.

Hoy, cuatro años después, las encuestas empiezan a delinear lo que serán las elecciones de noviembre. Si bien la participación de la ciudadanía será una incógnita hasta último momento, el movimiento de los presidenciables ya comenzó y se empezó a instalar en la retina pública.

Así, la CEP dada a conocer hace algunos días, situó a las figuras que dan vueltas en el ambiente presidencial respecto de su aprobación y rechazo (aunque no midió intención de voto), con sorpresas como que la mejor evaluada es la populista diputada PH, Pamela Jiles. De hecho, entre los 23 personajes valorados, es la única que se ubica en el cuadrante de mayor conocimiento y aprobación, con un 54% de estimación positiva. En segundo lugar –entre quienes han manifestado intenciones de llegar a la primera magistratura- aparece Joaquín Lavín, con un 32% de aprobación.

En otras mediciones, los nombres se repiten y se agregan otros. La encuesta Pulso Ciudadano, de Activa, ante la pregunta “pensando en el futuro, ¿quién preferirías que sea el próximo presidente de Chile, exceptuando a Sebastián Piñera?”, la primera en la lista vuelve a ser Jiles, con un 22% de las menciones, seguida por el PC Daniel Jadue, con 10%; Joaquín Lavín, con 8% y José Antonio Kast, con 5%.

¿Qué tienen en común estos nombres? Se trata de personajes que han hecho del antipartidismo su razón de ser; que han vilipendiado a las tiendas políticas como si fueran el anticristo (Lavín lo viene haciendo desde 1999); que se muestran como antiestablishment, pese a que pertenecen y viven de él; que muestran altas dosis de populismo y que aprovechan las cámaras y los matinales de TV como plataforma de campaña favorita.

El molde parece ser el mismo, solo cambia la vereda ideológica desde la que hablan, en un escenario electoral extremadamente polarizado, donde el centro se desdibuja y la mesura, los proyectos país, pasan a un segundo plano, de la mano de propuestas para el hoy y el ahora, que provean de la mayor cantidad de aplausos inmediatos (como los sucesivos retiros del 10% de Jiles) y que permiten incluso el desparpajo, como cuando la “abuela” habla de “nietitos”, trata de “diputado candado chino” a un parlamentario o hace proselitismo por su propia pareja, el candidato a gobernador Pablo Maltés.

El escenario hoy muestra un Chile que se mueve hacia los extremos, al que poco le importa la responsabilidad fiscal o política, y que transforma el debate público en una lucha al estilo Trump o Maduro. Las dificultades sociales, el desapego a las fuerzas políticas tradicionales y las carencias de un país en deuda consigo mismo, se han transformado en un caldo de cultivo peligroso y real para un populismo que parece haber llegado para quedarse.

Publicada en El Mercurio de Valparaíso.