Chile, de espaldas al mar

9 de Abril 2018 Columnas

Esta semana, Colo Colo perdió jugando por Copa Libertadores contra un equipo llamado Delfín. Tanto el nombre como la inesperada derrota despertaron la curiosidad de los nacionales sobre esta escuadra. Seguramente, el joven equipo ecuatoriano se inspiró en los Miami Dolphins, un equipo profesional de fútbol americano de Estados Unidos. Una liga plagada de animales: osos, halcones, águilas, panteras, leones, búfalos, etc. luchan por la disputa del Super Bowl. Sus vecinos mexicanos son aún más generosos: en la liga de fútbol poseen tiburones rojos, tigres, pumas, jaguares, leones normales y negros, lobos, correcaminos, toros, venados y hasta un equipo que se denomina el Club Tijuana Xoloitzcuintles de Caliente, en honor al perro pelado típico de este país.

En Chile, en cambio, ninguno de los equipos del fútbol profesional chileno lleva el nombre de un animal. Y, como una muestra de “extravagancia” en algunas insignias figuran un puma (Antofagasta), un toro (Osorno), un perro (La Pintana), una herradura (Colchagua) y una figura mítica como el dragón (Iquique). A diferencia de lo que sucede con el Delfín ecuatoriano, el mar y su fauna brillan por su ausencia. Salvo por Naval de Talcahuano, San Antonio Unido, que tiene la cabeza de una gaviota en el escudo y Coquimbo, que posee un pirata, con el Pacífico ocurre lo mismo.

No deja de ser curioso que un país como Chile, bañado por sus costas en una extensión de ocho mil kilómetros, tenga tan poca relación con el mar. Esto no solo se puede ver a través de los equipos de fútbol. El escudo nacional tiene dos animales, un cóndor, ave típica de la cordillera de Los Andes y un huemul, un ciervo que vive escondido en el sur andino. Por qué no hay un pingüino, una ballena o una centolla.

La respuesta a la pregunta de por qué le damos la espalda al mar y por qué nos acordamos de comer mariscos y pescados sólo en semana santa, además de porque es muy caro, la podemos deducir de la misma insignia del Club Coquimbo Unido al que hacíamos referencia en párrafos anteriores: la de un pirata. Los españoles, que determinaron la configuración de base de nuestro país, fundaron Chile mirando la cordillera y no el Pacífico. La fundación del centro neurálgico de Chile en Santiago se justificaba, al mismo tiempo que por sus excelentes condiciones naturales, por estar a una distancia prudente de la amenaza filibustera.

No está de más recordar que las bulas papales que “dividieron el mundo” en favor de España y Portugal, no fueron decretos reconocidos por otras potencias como Gran Bretaña, Francia y Holanda, que buscaron ser partícipes del enorme botín que significó América para los europeos, a través de la piratería y expediciones corsarias.

Este pecado original de Chile en sus orígenes ha pesado a lo largo de la historia. Las élites gobernantes se criaron en Santiago o en el sur, pero nunca en contacto directo con el mar. Durante el siglo XIX, Valparaíso, impulsado por la inmigración europea, intentó cambiar la mirada de nuestra clase dirigente, como ocurrió, por ejemplo, con Diego Portales, pero no fue suficiente. El traslado de parte de esta élite a Santiago a fines e inicios del siglo XX, frenaron este impulso y nos pusieron, nuevamente, de espaldas al mar.

La evidencia científica es aplastante. Por citar dos ejemplos: Las cifras de consumo de pescado en Chile están muy por debajo de lo que ocurre en países como Perú o España, 13 kilos al año, versus 20 y 40, respectivamente. Asimismo, observamos que pese a tener 4.000 kilómetros de costa, prácticamente no se practican deportes náuticos en contraposición al rodeo, uno de los más populares, junto con el fútbol.

Finalmente, mientras los extranjeros vienen a Chile a consumir pescados y mariscos, bañarse en las playas de Reñaca, conocer Valparaíso, el Estrecho de Magallanes y la Antártica, nosotros, en cambio, seguimos ensimismados con nuestra cordillera. El Pacífico representa, en el sentido literal de la palabra, un mar de posibilidades para nuestro desarrollo y, para aprovecharlo, debemos comenzar por cambiar la mentalidad. Partamos por algunos símbolos, cambiar el huemul por un lobo marino o, más fácil, fundar un equipo con un nombre marino: los lobos de Playa Ancha, los jureles de Quintero o los cachalotes de Arauco, las posibilidades son infinitas.

Publicado en El Mercurio de Valparaíso.

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