¿Chile en un punto de inflexión?

24 de Mayo 2019 Columnas

Encontrar el camino en territorios desconocidos requiere la capacidad para reconocer los desafíos, saber cuándo actuar y cómo defenderse, incluso hasta el punto de requerir la adaptación del propio contexto y la institucionalización de ese cambio. Parece obvio pero no lo es. Individuos, organizaciones y sociedades a menudo corren el peligro de perder importantes puntos de inflexión. Chile no es la excepción. Considera tres desafíos esenciales:

Cambio climático y futuro energético: En Chile, la descarbonización es una política estatal, pero los objetivos son laxos: 70% renovables para 2050. Con 2.500 GHI de radiación solar directa por año en el desierto de Atacama, explotar solo el 5% de esa capacidad proporcionaría energía limpia a todo Chile. Sin embargo, aún no se cumplen las requisitos técnicos y reglamentarios; la necesidad de gestionar la demanda a través de medidores inteligentes está mal comunicada y la finalización de las infraestructuras de transmisión se retrasa por protestas ciudadanas. ¿Dónde están los proyectos para ubicar producción de energía intensiva y de valor agregado cercana a los recursos energéticos de Chile, integrándolos en clusters impulsados ​​por la innovación y así romper con la dependencia intrínseca del país en los commodities? 

Cambio demográfico y la promesa de salud: Con la tasa de natalidad en rápido declive, la población de Chile será la más anciana de América Latina en 2030, empeorando una situación de salud ya temible. Si bien los costos de Fonasa e Isapres se han más que duplicado en los últimos 8 años, se percibe que la calidad de la atención médica ha bajado significativamente. Apreciadas garantías, como las que ofrece el AUGE, pueden ser difíciles de sostener. Las iniciativas actuales revisan la demanda y las condiciones de acceso, así como las capacidades y su uso eficiente. Aun así, incluso con grandes esfuerzos, es probable que Chile se mantenga por debajo del nivel promedio de atención médica en la OCDE. ¿Qué impide al país orientar todo su sistema de salud para garantizar resultados de tratamiento efectivos? Hasta ahora, los proveedores de sanidad de todo el mundo no tienen una respuesta adecuada a los pagadores que exigen contratos de precio fijo: pagan por la salud en lugar de los medicamentos o los servicios prestados. La necesaria ‘gestión de enfermedades’ implicaría modelos de negocios más integrativos para controlar todos los factores que afectan el tratamiento y obligaría a las compañías a involucrar al público para obtener una aprobación social y regulatoria. De lograrlo, el sistema de salud chileno daría un salto exponencial sobre los rezagados de la OCDE.

Cambio tecnológico y el desafío educativo: El cambio tecnológico y las inciertas expectativas de empleo cuestionan cada vez más el valor de la educación tradicional. Aun así, pocos negarían la necesidad de una educación de calidad para ayudar a los individuos a desarrollarse como personas, obtener valores de la comunidad y mejorar los resultados de vida. El logro educativo en Chile ha mejorado mucho en las últimas dos décadas, sin embargo, los resultados promedios se ven difuminados por las vastas diferencias en el rendimiento escolar; el acceso permanece segregado y las reformas de calidad y financiamiento carecen de implementación o se están revirtiendo. Las posiciones en el debate chileno van desde enfatizar la responsabilidad individual y la libertad de elección hasta la necesidad de una política social igualadora. Algunos críticos piden una “estrategia de aprendizaje nacional”. Pero eso simplemente no es suficiente. Escapar de la trampa de ingresos medios exige que la educación fortalezca la productividad, ayude a diversificar la composición sectorial del país y, a través de la mejora de los ingresos, la demanda interna. Cambiar la educación cambia las instituciones, la estructura social y la mentalidad. Requiere un compromiso constitucional a largo plazo más allá del ciclo electoral de la presidencia. La llamada del Presidente Piñera “Todos al  Aula”, actualmente enfocado en reducir la burocracia dentro de las escuelas, debería implicar un compromiso constitucional para crear y mantener un acceso justo y temprano a un sistema educativo verdaderamente basado en méritos, con controles regulatorios sólidos. Claramente, este es el desafío de mayor alcance hoy en día para navegar el futuro de Chile, y el que llama a la acción ahora.

Publicado en Revista Capital.

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