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Catch 22

Para confiar, debe haber precedentes, una historia coherente, que permitan construir expectativas, de modo que, si faltan, desconfiamos; pero al renegar de esa historia, tampoco se puede confiar, porque para confiar se requiere como antecedente una h...
Daniel Loewe

Daniel Loewe

PhD en Filosofía
  • PhD in Political and Moral Philosophy, Eberhard Karls Universität Tübingen, Alemania, 2001.
  • Licenciado en Filosofía, Pontificia Universidad Católica de Chile, 1994.

Sus áreas de especialización son filosofía política, filosofía moral y ética, con especial énfasis en teorías igualitarias, multiculturalismo, teorías liberales, ética de los animales, ética del medioambiente y teorías de justicia internacional. Junto al desarrollo de numerosos proyectos de investigación s...

Hay problemas de difícil solución. Y otros de solución imposible. En la magnífica novela Catch 22, Joseph Heller relata la historia de un grupo de pilotos de guerra estacionados en la isla de Pianosa, en Italia, durante la segunda Guerra Mundial. Yossarian, un joven capitán de un escuadrón de bombarderos, está decepcionado por la desconsideración con que los tratan sus superiores, que los envían a tantas misiones que desafían la probabilidad de supervivencia. Conversando con el psiquiatra del ejército pregunta cómo descalificarse del deber de volar. Simple: debe hacerlo por las reglas de salud mental del ejército. ¿Así de fácil? Bueno, sí y no: si uno apela a su salud mental para no volar, significa que está suficientemente cuerdo como para no querer volar y, por lo tanto, debe volar. Es la regla 22, la trampa 22: una paradoja lógica en que en razón de reglas contradictorias (la solución al problema es la causa del problema) no hay solución. Parafraseando a Yossarian, una regla con una “precisión elíptica, elegante y chocante, como el arte moderno”. Haga lo que haga, siempre pierde.

Las trampas 22 son frecuentes. Algunos ejemplos: para conseguir trabajo hay que tener experiencia laboral, pero para adquirirla hay que tener primero trabajo; para no ofender al hermano celoso hay que decirle que no nos gusta su hermana, pero al hacerlo, lo ofendemos, y si le decimos que nos gusta, también (este ejemplo, que deja un atribulado Obélix, es de Astérix en Córcega). Y una última (que ha existido) como broche: para salir de la situación de calle, hay que llenar un formulario burocrático en el que hay que completar la dirección permanente.

Y este es el irresoluble problema del Presidente: está en una perfecta trampa 22. Si no se desdice de las irresponsabilidades en que incurrió antes de serlo y en los primeros tiempos en el cargo, demuestra que no se puede confiar en él; pero si se desdice, entonces demuestra que tampoco se puede confiar. Es la eterna trampa 22 de la confianza: para confiar, debe haber precedentes, una historia coherente, que permitan construir expectativas, de modo que, si faltan, desconfiamos; pero al renegar de esa historia, tampoco se puede confiar, porque para confiar se requiere como antecedente una historia coherente… Es como el marido o mujer que consistentemente pone los cuernos y promete nunca más.

Es un problema serio, pero uno hecho por él mismo: nos guste o no, nuestra historia es una sombra que se proyecta sobre nuestro futuro. Y para salir de él, no bastan las declaraciones y lamentos, sino que se requiere construir, con acciones, una nueva historia consistente (como el marido o mujer que pone los cuernos). Las frecuentes trampas 22 en política exigen genio político para dar vuelta el tablero. Pero, cualquiera sea la opinión sobre esta administración, es imposible desconocer que ese genio brilla por su ausencia.

Publicada en La Segunda.

Catch 22

Para confiar, debe haber precedentes, una historia coherente, que permitan construir expectativas, de modo que, si faltan, desconfiamos; pero al renegar de esa historia, tampoco se puede confiar, porque para confiar se requiere como antecedente una h...

Hay problemas de difícil solución. Y otros de solución imposible. En la magnífica novela Catch 22, Joseph Heller relata la historia de un grupo de pilotos de guerra estacionados en la isla de Pianosa, en Italia, durante la segunda Guerra Mundial. Yossarian, un joven capitán de un escuadrón de bombarderos, está decepcionado por la desconsideración con que los tratan sus superiores, que los envían a tantas misiones que desafían la probabilidad de supervivencia. Conversando con el psiquiatra del ejército pregunta cómo descalificarse del deber de volar. Simple: debe hacerlo por las reglas de salud mental del ejército. ¿Así de fácil? Bueno, sí y no: si uno apela a su salud mental para no volar, significa que está suficientemente cuerdo como para no querer volar y, por lo tanto, debe volar. Es la regla 22, la trampa 22: una paradoja lógica en que en razón de reglas contradictorias (la solución al problema es la causa del problema) no hay solución. Parafraseando a Yossarian, una regla con una “precisión elíptica, elegante y chocante, como el arte moderno”. Haga lo que haga, siempre pierde.

Las trampas 22 son frecuentes. Algunos ejemplos: para conseguir trabajo hay que tener experiencia laboral, pero para adquirirla hay que tener primero trabajo; para no ofender al hermano celoso hay que decirle que no nos gusta su hermana, pero al hacerlo, lo ofendemos, y si le decimos que nos gusta, también (este ejemplo, que deja un atribulado Obélix, es de Astérix en Córcega). Y una última (que ha existido) como broche: para salir de la situación de calle, hay que llenar un formulario burocrático en el que hay que completar la dirección permanente.

Y este es el irresoluble problema del Presidente: está en una perfecta trampa 22. Si no se desdice de las irresponsabilidades en que incurrió antes de serlo y en los primeros tiempos en el cargo, demuestra que no se puede confiar en él; pero si se desdice, entonces demuestra que tampoco se puede confiar. Es la eterna trampa 22 de la confianza: para confiar, debe haber precedentes, una historia coherente, que permitan construir expectativas, de modo que, si faltan, desconfiamos; pero al renegar de esa historia, tampoco se puede confiar, porque para confiar se requiere como antecedente una historia coherente… Es como el marido o mujer que consistentemente pone los cuernos y promete nunca más.

Es un problema serio, pero uno hecho por él mismo: nos guste o no, nuestra historia es una sombra que se proyecta sobre nuestro futuro. Y para salir de él, no bastan las declaraciones y lamentos, sino que se requiere construir, con acciones, una nueva historia consistente (como el marido o mujer que pone los cuernos). Las frecuentes trampas 22 en política exigen genio político para dar vuelta el tablero. Pero, cualquiera sea la opinión sobre esta administración, es imposible desconocer que ese genio brilla por su ausencia.

Publicada en La Segunda.