A una década de que Carabineros de Chile cumpla un siglo, vale la pena revisar algunos antecedentes históricos que dieron vida a esta institución relacionados con nuestra región y que permitieron que alcanzara un lugar preponderante en nuestra sociedad.

La primera mención guarda relación respecto del nombre. Los carabineros deben su denominación al uso de las carabinas por parte de la caballería en los ejércitos. Se trataba de fusiles más cortos que estaban especialmente diseñados para ser usados por los soldados cuando iban a caballo. Para el caso específico de Chile, los carabineros fueron una unidad montada del ejército encargada del control del bandidaje en los campos y en lugares que estaban situados lejos del control policial.

A inicios de la República, el Estado tuvo entre labores prioritarias el control interno del país, a través de policías municipales, vigilantes y miembros del ejército. Hay que transportarse en el tiempo e imaginar cómo debieron haber sido las calles de noche, cuando sólo las velas y los braceros alumbraban de forma tenue las casas. Un panorama ideal para cometer delitos. De ahí que los vecinos se organizaran para combatir la delincuencia y financiaran un cuerpo de serenos que funcionaban durante la noche iluminando y persuadiendo a los “malhechores”.

Esta situación se complementó con la creación, impulsada por el ministro Diego Portales, del Cuerpo de Vigilantes de Policía. Entre sus funciones, además de controlar la delincuencia, se sumaban las de impedir las reuniones y gritos sediciosos, controlar las palabras obscenas y escandalosas, evitar que se arrojaran piedras o lodo a edificios o transeúntes, prohibir que se dispararan cohetes, se rompieran faroles y se rayaran paredes, esta última, una práctica más que centenaria.

El éxito inicial de esta nueva policía fue dejando de tener los efectos esperados. Hacia 1846, bajo la presidencia de Manuel Bulnes, hubo una modificación que fusionó a Serenos y Vigilantes en un solo Cuerpo de Vigilantes que estaba encargado de velar por la seguridad de las personas durante el día y la noche. Se los dotó de uniforme y armamento, incluyendo un pito que facilitaba su labor. En casos extremos, la población tenía la obligación de socorrerlos cuando estos, sobrepasados por las circunstancias, gritaban “favor a la ley” para que alguien los ayudara en el control de un delincuente.

Sería largo y tedioso centrarse en las diferentes transformaciones y cambios que se hicieron con el fin de ordenar la creación de un cuerpo estable encargado del control y orden interior, que fuera sustentable y que además no fuese ocupado como una fuerza política a favor de uno u otro partido.

En el caso específico del puerto, poco antes de la creación definitiva de Carabineros, hubo que crear una fuerza especial, el Escuadrón de Carabineros de Aduana, que estaba destinada a resguardar el comercio de los buques que quedaba a merced de piratas y bandidos.

Esta multiplicidad de funciones e instituciones fue lo que motivó al general Carlos Ibáñez del Campo a la creación del Cuerpo de Carabineros, a través del decreto Nº 8.352. Se trataba de una fuerza única y nacional de orden y seguridad, estructurada y comandada militarmente, siendo esta una característica que las distingue de la mayoría de las policías sudamericanas.

Gonzalo Vial destaca en una de sus obras dedicadas a Ibáñez que el resto del Ejército vio con recelo que esta fuerza, la favorita del dictador, se transformara en un cuerpo “contra-ejército” al servicio del Presidente. En especial, por los medios que se le otorgaron:

“El flamante Cuerpo de Carabineros fue dotado de armas y equipos modernos. Se le dieron ametralladoras, vehículos blindados, una flota de buses para movilizar a la tropa, motocicletas con sidecar, perros amaestrados…”.

Contrario a lo que se presupuestaba, Carabineros se constituyó en un cuerpo intermedio entre las distintas ramas de las Fuerzas Armadas y la sociedad, siendo uno de los mejor valorados por la ciudadanía.