El capital social, posee el capital relacional, como un valor que se genera o destruye en la interacción entre personas de la organización, y el capital direccional, que surge del lineamiento e involucramiento humano con un proyecto común. Componentes a los que se refiere este artículo como la principal causa que inhibe la innovación.
Pero la innovación, en el contexto de revoluciones tecnológicas disruptivas, tiene cada vez más un carácter sistémico. Se requiere abordar simultáneamente el desarrollo de nuevas competencias en capital humano, bienes públicos como estándares de interoperabilidad en la era digital y el desarrollo de activos complementarios para las empresas. Lo que no puede ser abordado por una empresa por sí sola en los mercados. El capital social es importante al interior de la organización, pero también entre los actores del ecosistema de innovación.
La OCDE mide el capital social entre sus países miembros, a través de encuestas de confianza interpersonal, donde Chile aparece en el último lugar detrás de México y Turquía, a una gran distancia del promedio.
Así como invertimos en capital físico y humano en las organizaciones y en el país, un tema que adquirirá una creciente importancia, dado la urgencia de innovar sistémicamente, será la inversión en capital social al interior de las empresas y en el sistema de innovación.
En conclusión, el desafío no está en la tecnología, sino en el capital humano, en la capacidad de actuar en forma colectiva, con comunidad de propósito, y confianza entre los actores con el fin de co-crear valor en el mercado global. Debemos innovar en el desarrollo de esta nueva socio-tecnología, que permita sistematizar el proceso de invertir en capital social en la organizaciones y en el sistema de innovación a diferentes niveles, así podremos avanzar en innovación y enfrentar los desafíos de un crecimiento más diversificado en Chile.
Publicado en La Tercera.