En una situación ideal, con tiempo suficiente para implementar las medidas, la respuesta sería depende. Porque tiene razón el Ministro de Hacienda cuando dice que “hay buenos argumentos” en favor de ambas medidas. Por una parte, las canastas pueden lograr ahorros de costos, prevenir subidas de precios locales y aumentar la ingesta calórica de una manera más eficaz. Por otra parte, las transferencias monetarias tienen menores costos logísticos y administrativos, no perjudican al comercio local, y permiten que los beneficiarios decidan libremente cómo gastar la plata recibida.

Sin embargo, en medio de una pandemia suena más sensato y menos arriesgado optar por transferencias monetarias – o vouchers canjeables por comida- en vez de canastas. Más sensato, porque ya tenemos un sistema de transferencias implementado y con buena cobertura de sectores informales, como es la cuenta RUT y el futuro Ingreso Familiar de Emergencia. Y menos arriesgado, porque no nos podemos dar el lujo de perder tiempo implementando una logística de distribución que se ve complicada.

Apurarse para llegar a tiempo no implica tener que improvisar. Todo apunta a que el anuncio del Presidente sobre las 2.5 millones de canastas fue improvisado. Primero se diseña, se implementa y después se comunica. Pero ya no fue el caso. La suerte está echada. Esperemos entonces que esta medida no se transforme en shows mediáticos en matinales, y que el gobierno aproveche sus ventajas potenciales, como por ejemplo, la capacidad de llegar focalizadamente a bolsones de pobreza dura que lamentablemente existen en nuestras segregadas ciudades.

Publicado en Diario Financiero.